Año electoral, Congreso paralizado
Cada año electoral se caracteriza por la postergación de la discusión en temas esenciales para el país. Estos debates quedan arrumbados en los rincones del edificio parlamentario a la espera de "condiciones políticas propicias". El voto de los ciudadanos estableció un mandato que los señores legisladores no están cumpliendo este año.
La creciente disputa política, la polarización entre el gobierno nacional y la dirigencia que tuvo el poder en los años anteriores y la cercanía de las elecciones de medio tiempo han configurado similar escenario al de otros períodos. Este fenómeno encierra una paradoja: mientras todos los dirigentes se alistan para competir en los comicios para alcanzar escaños en el Parlamento, esta institución está paralizada virtualmente.
Esto significa que quienes tienen la aspiración de ser legisladores nacionales no se ruborizan ni se inquietan a la hora de señalar que proyectos de ley vitales para el futuro del país se encuentran encajonados a la espera de cómo sean los resultados de las elecciones previstas para octubre. En tanto, el Congreso funciona a cuentagotas.
El diario La Nación, en una nota sobre el asunto, publicó que "el oficialismo no dramatiza la situación. Por el contrario, en minoría en ambas cámaras, prefiere mantener el Congreso lo más inactivo posible para evitar eventuales derrotas con costo electoral. Ya hizo sus cálculos: diez sesiones para todo 2017. "Es el promedio para años electorales", justifica. En esta lógica, no le preocupa si se frenan los proyectos de ley del Poder Ejecutivo. Así, quedarán pendientes iniciativas como la que promueve sanciones penales a empresarios corruptos o la que prevé la extinción de dominio para recuperar bienes que sean fruto de la corrupción". A esto se suma la postergación de un debate central para el futuro de la Argentina: el de los proyectos para mejorar la calidad de la educación que, sí o sí, deben pasar por el Congreso.
Es verdad que no es una situación inédita. Cada año electoral se caracteriza por la postergación de la discusión en temas esenciales para el país. Estos debates quedan arrumbados en los rincones del edificio parlamentario a la espera de "condiciones políticas propicias". Y de acuerdo a los números que surjan de las urnas se verá cuál es la estrategia. La parálisis es la moneda corriente en la actualidad y ni siquiera importa que algunos grupos sociales reclamen estentóreamente por esta situación.
El panorama dista mucho del que se observó el año anterior. Por primera vez en mucho tiempo, 2016 mostró a un Congreso activo. La relación de fuerzas obligó a la negociación permanente, lo que permitió avanzar en temas centrales y determinó que los representantes del pueblo debieran cumplir con su función en todos los momentos. En la actualidad, muchos de ellos se encuentran abocados a conseguir la permanencia en su sillón y, entonces, no tienen ningún escrúpulo en dejar importantes proyectos para otra ocasión.
El desprestigio de la dirigencia política, que todas las fuerzas coinciden en adjudicar a los medios de comunicación, tiene en la parálisis del Congreso a un ejemplo palpable. El voto de los ciudadanos estableció un mandato que los señores legisladores no están cumpliendo este año.