Ana María Bovo: “La voz de cada persona es como la huella dactilar”
La reconocida narradora volvió a su ciudad para vivir unos días de puro reencuentro: con su madre y hermanos, con sus proyectos locales y con el Teatro Mayo. "Ser sanfrancisqueña es la identidad primera, porque es el lugar de donde vengo, de mis raíces. Y este teatro tiene mucho que ver con eso, porque mis primeros fogueos fueron aquí", confesó.
Por Manuel Montali | LVSJ
Docente, narradora, escritora... sanfrancisqueña "por sobre todo, porque esa es la identidad primera". Ana María Bovo visitó San Francisco, su ciudad, y en ese marco nos obsequió una hermosa charla en uno de los espacios en donde mejor se mueve: el teatro. Pero no fue cualquier escenario, sino el del "Mayo", espacio fundacional de su carrera. Sobre sus tablas, repasó su trayectoria, sus proyectos y nos hizo una representación especial de un poema de la polaca Wislawa Szymborska. Porque la ciudad, el teatro, ella y su emoción por el regreso son los mismos de siempre, pero diferentes, porque nada en esta vida sucede dos veces, y "en esta escuela del mundo, ni siendo malos alumnos repetiremos un año, un invierno, un verano".
-¿Qué lugar ocupa San Francisco en tu vida?
Es el lugar del origen. Cuando me preguntan de dónde vengo, lo primero que nombro es este lugar que me dio mucho a mi identidad de narradora. Ser sanfrancisqueña es la identidad primera, porque es el lugar de donde vengo, de mis raíces. Y este teatro tiene mucho que ver con eso, porque mis primeros fogueos fueron aquí, en esa etapa en donde con cierta naturalidad teníamos el lujo de actuar para las veladas de fin de año del colegio, en mi caso de la Inmaculada Concepción, ahora Fasta. Salíamos a escena con ese público extraordinario que eran nuestros padres, tíos y vecinos.
Las fiestas grandes de fin de año se hacían aquí, con una escenografía maravillosa porque las monjas se ocupaban mucho del sentido escénico, con un gran concepto de puesta en escena, pese a los pocos recursos. En una ocasión en que hicimos "El vals de los patinadores", cuando salíamos caían los copitos de nieve desde arriba, no recuerdo bien cómo lo instrumentaban, y para nosotros era mágico. No hace mucho tuve el honor de tener en mi casa a cenar a José Sacristán, el actor español, que me vio actuar en el Malba. Le había encantado lo que hacía y pactamos un encuentro, y ahí le mostré la botita de patinadora, de raso, que mi madre me había hecho, que era de tal minuciosidad y perfección que la guardo porque en ese par de botitas está condensado todo el amor y esmero de mi madre. Las usé por única vez en este escenario al que me emociona muchísimo volver.
-Entonces fue en este escenario en donde comenzó tu carrera...
Aquí fue donde por primera vez escuché una palabra que me marcó. Tendría entre 11 y 12 años y formaba parte de un número de gimnasia artística. Usábamos un uniforme que era una falda blanca tableada y una remera fucsia, que había diseñado junto a la coreografía una pionera en San Francisco que fue la profesora de educación física Nelly Scassa de Park. Yo estaba delante, en el medio, porque así como era de inepta para los deportes, tenía el aspecto de ser grácil o ágil para la gimnasia. A mitad del número me doy cuenta de que todo el público se empieza a reír. Yo no sabía de qué. Me doy cuenta de que era de mí, porque se me estaba cayendo la pollera y se me veía el bombachón negro. Parecía un "gag", algo pactado, pero era un accidente.
Entonces me retiré de la escena, me fui a bambalinas y me abroché la pollera de nuevo con ayuda de la profesora. Volví a mi lugar y seguí adelante. No recuerdo si la gente aplaudió, quiero creer que sí. Al final, ella me dijo: "Vos sos una profesional". Yo no estaba en condiciones de entender lo que era esa palabra. Son las expresiones que se decodifican muchos años después. Cuando me tocó ser una profesional en Buenos Aires, aquella palabra volvió con fuerza y es una especie de espaldarazo, de voto de confianza de aquella profesora entrañable, y que lo llevo conmigo para siempre. Hay cicatrices que son bellas: esa es una.
-¿Y dónde o cuándo comenzaste a tomar contacto con el fuego de la narración?
En Zenón Pereyra, el pueblo de mi madre, donde pasé tantos fines de semana y veranos, y en el que las visitas y las conversaciones eran la actividad social por excelencia, más allá de que eventualmente fuéramos al cine o al teatro. Escuchando contar a los demás algo de lo propio me ejercité muchísimo en saber oír. A los niños y niñas nos habían enseñado que teníamos que dejar hablar a los mayores, y a mí eso me enseñó muchísimo porque se dice que solo cuenta bien quien escucha bien. Y yo tenía una reserva de haber callado mucho tiempo para ir bebiendo palabras, conversaciones y expresiones de la gente. Y aquellas visitas espontáneas fueron también, lo supe luego, los primeros modelos estéticos para mí, porque quien conversa bien tiene sentido del tiempo de los otros, sabe abreviar, manejar los ritmos, tiene gestualidad moderada y el don de la naturalidad, que es lo que resuelve artísticamente todo aunque no seas un profesional.
La artista oriunda de nuestra ciudad volvió a un lugar muy especial en su vida, el Teatro Mayo, donde comenzó a cimentarse su carrera profesional.
-Suele decirse que no hace falta contar el cruce de Los Andes para hacer una buena historia. ¿Cuál es la cualidad que marca la diferencia?
Es verdad que no es necesario un hecho épico, porque aún tratándose del cruce de Los Andes, un mal narrador podría no despertar interés. Todo depende de cómo se cuente, algo que incluso yo encuentro en los destellos o en los pequeños conflictos cotidianos. Me ejercité muchísimo en eso en la pandemia, ya que tenía la posibilidad de advertir diferencias en algo que veía frecuentemente, un matiz que quizá no había notado antes por el vértigo de entrar y salir de casa. Para mí depende más del cómo y no tanto del qué. El cómo puede resolverlo todo para bien o para mal.
"A los niños y niñas nos habían enseñado que teníamos que dejar hablar a los mayores, y a mí eso me enseñó muchísimo porque se dice que solo cuenta bien quien escucha bien. Y yo tenía una reserva de haber callado mucho tiempo para ir bebiendo palabras, conversaciones y expresiones de la gente".
Teatro y streaming
Pandemia, encierro, aislamiento... distancia. Como tantas otras profesiones, el arte tuvo que adaptarse a la "nueva normalidad". Ana María Bovo comenzó a recibir pedidos de directivos de grandes empresas que necesitaban formarse en "storytelling", en la técnica de contar mejor sus historias, emprendimientos, objetivos y logros en sus presentaciones, que ahora también tenían que vérselas con la dificultad del trabajo remoto.
Esa nueva veta era muy interesante, pero no tapaba el otro vacío, esa otra necesidad de seguir contando sus historias. Pasó algunos meses pensando cómo llevar sus narraciones al streaming, cómo encontrar la magia del teatro en la virtualidad y luchando contra el disgusto de mostrar de fondo las paredes de su casa.
"Necesitaba articular una mínima situación teatral para ambientar mi voz, textos y relatos, y lograr una convención a través de la cámara con el público que estaba también fuera del teatro, en su casa", contó.
Una noche, de madrugada, despertó y recordó que había comprado un gajo de telón de un teatro que cerraba. Recordó también las actuaciones domésticas que hacía para que su hija se durmiera cuando era muy pequeña. Ana caminaba por el pasillo, frente a la puerta de la habitación de la niña, imitando desde Niní Marshall a Groucho Marx. El eco de las risas de su hija fueron la clave.
El marco de esa puerta se convirtió en la boca de escenario, y atrás, en el pasillo, ubicó el telón rojo que llevó el teatro a su casa, y su arte a todos sus seguidores.
-¿Cuál es la principal dificultad de actuar frente a una cámara para un público presente de manera virtual?
Es muy arduo el silencio absoluto, tener que adivinar si del otro lado se están riendo, emocionando; calcular los silencios del texto, que no haya baches... y el vacío también de la falta de aplausos. Luego, cuando miraba la grabación, me encontraba con las palmas y los emoticones de la gente, y unos comentarios muy gratos, pero en el momento yo no recibía nada. Mi productor en Buenos Aires, Alejandro Fernández, me decía que, cuando me filmaba, pensaba en la soledad que yo debería sentir en ese momento. Y era así en parte, pero como me meto tanto en la historia y empiezo a ver a los personajes, esa gente de los cuentos me acompaña mucho y la seguís llevando encima con la emoción del recorrido.
-Jorge Luis Borges decía que la literatura se resume en dos o tres tópicos. El amor es sin dudas uno, muy presente en tu obra...
Sí, se va filtrando de un modo inevitable. He sido muy afortunada, porque he sido una niña amada, querida y respetada por mis mayores, dicha que compartieron mi hermano y hermana. Ser un niño o niña que estuvo rodeada de cariño y respeto es un capital emocional para toda la vida, y entonces, aunque atraviese grandes conflictos o pérdidas, ese aval te permite también compartir lo que recibiste, tener una mirada amorosa para con las cosas, los seres y personas que te rodean. Ya que tuve esa fortuna, tengo que dilapidarla en el mejor sentido, compartiéndola cuando hago un relato. Y eso creo que el público lo advierte, y yo también recibo muchísimo cariño de la gente. No soy nada famosa ni mediática pero la gente me hace sentir que soy una referente en mi disciplina y recibo tanto amor como el que puedo ofrecer.
-¿Cómo se va a narrar en el futuro este Decamerón, esta pandemia que nos toca vivir?
Será todo un desafío. Mientras tanto, en mis redes trato de ir retratando los momentos cotidianos, porque como estoy en mi casa en horarios en donde antes no estaba, advierto que la luz hace cosas con los objetos, con las flores, movimientos que no habría advertido en otra oportunidad. Mi modo de narrar el aislamiento ha sido retratarlo en mis redes. Pero luego no me podría hacer cargo de narrar la épica de toda esta pandemia. Habrá gente que tenga las condiciones para hacerlo. Yo lo hago modestamente en la vida diaria, compartiendo ese registro.
Proyectos con voz local
Son días de visitas y reencuentros en la ciudad para Ana María, con sus hermanos, amigos y con su madre. "Tengo el privilegio de poder hablar horas y horas con ella, de tenerla ahí de 95 años, tan lúcida, haciendo un inventario de las flores que cada mañana aparecen en el jardín", dijo.
Mientras prepara una serie de clases magistrales por streaming que van a tratar sobre la síntesis de los relatos, sobre cómo ir al "corazón" de una historia en lugar de al "hueso", también trabaja con la asistencia artística de Ana María Filippa (que tiene a su cargo junto a Norberto Alisio el taller de piamontés en la Asociación Familia Piemontesa) en una edición de historias y conversaciones bilingües de inmigrantes de esta región italiana: del castellano a la lengua de nuestros abuelos, ida y vuelta. "A van lontan..." (Llegaron lejos) será su título.
Sobre ello, contó: "Advertí, en esos talleres a los que asistí, el bilingüismo que todavía existe, cómo la gente se desliza al piamontés y vuelve después al castellano con una naturalidad increíble, con testimonios que hay que resguardar, porque la generación de mi edad y un poco mayores es la que todavía tiene un recuerdo muy vívido de lo que hicieron sus abuelos y bisabuelos como pioneros de esta tierra. Vamos a hacer el aporte de esas voces que son únicas. La voz de cada persona es como la huella dactilar".
Cabe resaltar que ese trabajo se va a presentar en el Sexto Congreso de Piamonteses de Argentina y el Primer Congreso Internacional Virtual de Piamonteses con sede en San Francisco, los días 11, 12 y 13 de junio de este año.
A su vez, informó que colaboró en otro proyecto de su hermana, la psicopedagoga Liliana Bovo, quien está haciendo en la sede de la Casa del Piemonte "José Losano" un trabajo con la memoria individual y colectiva a través de los talleres de relato oral. "Así que estoy muy ocupada todo el día en cosas muy gratas", manifestó.
Por último, comentó que, con el respeto de todos los protocolos, tuvo aquí también la oportunidad de actuar frente a un pequeño número de personas: "Fue muy emocionante volver a actuar en vivo, algo que no hacía desde hacía más de un año, y sentir las risas, silencios y emoción de gente de mi ciudad. Fue un regreso muy conmovedor en donde sentí que se puede ser profeta en la tierra de una".