Análisis
Alcohol y conducción de vehículos
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Atenuar los efectos devastadores del alcohol en el tránsito va mucho más allá de controles periódicos de alcoholemia al volante.
Las crónicas policiales y algunos informes emitidos por la Dirección de Seguridad Vial de San Francisco dan cuenta de que en los últimos tiempos se están desarrollando numerosos procedimientos para garantizar la seguridad en el tránsito ciudadano.
Entre las medidas que se adoptan, figuran los controles de alcoholemia. Y es significativo el porcentaje de conductores que dan positivo, especialmente durante las noches de los fines de semana. Los informes citados señalan que, luego de constatarse la infracción, se labran las actuaciones administrativas pertinentes y se retiene el vehículo, tal como establecen las normativas para este tipo de infracciones.
Es muy serio que se acentúe la tendencia de conducir luego de haber ingerido bebidas alcohólicas. Ya no son tan frecuentes aquellas campañas de difusión realizadas hace algunos años, que pusieron en la consideración temáticas como la del “conductor designado”, por ejemplo. Quizás por ello y por determinadas tendencias novedosas en la noche sanfrancisqueña, las infracciones de este tipo vuelven a ser numerosas.
En este punto, estudios oficiales y privados determinan que, a nivel país, más del 25% de los conductores de vehículos que protagonizaron accidentes consumieron alcohol en las 6 horas previas. Es decir, 1 de cada 4 personas al volante que fueron atendidos luego de un siniestro vial no estaba en condiciones de manejar. Se constata, además, que quienes conducían bajo los efectos inhibidores de estas bebidas sufrieron las lesiones más graves en la cara, el tórax y el cráneo, las zonas más vulnerables del cuerpo para la salud, en concordancia con lo que informa la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre que el consumo previo a conducir un vehículo es un factor de riesgo que puede provocar siniestros viales con resultados de alta gravedad.
En este sentido, está perfectamente demostrado que el alcohol produce deterioro psicomotor y altera la capacidad para conducir con seguridad. También aumenta el tiempo de reacción. Más aún: produce importantes efectos sobre la coordinación manual, deteriorándola, y sobre la atención y la resistencia a la monotonía. Por lo mismo, se daña la capacidad para juzgar la velocidad, la distancia y la situación del vehículo, así como la capacidad para mantener una trayectoria o afrontar una situación inesperada.
Por ello, se impone actuar con decisión, tanto en los niveles de Estado como en distintos estamentos de la comunidad, para romper el cerco que vincula el abuso de bebidas alcohólicas con la posibilidad de que se registren accidentes viales, muchos de los cuales son luctuosos.
Atenuar los efectos devastadores del alcohol en el tránsito va mucho más allá de controles periódicos de alcoholemia al volante. Exige estrategias permanentes de refuerzo de mensajes conocidos pero que, por imperio de numerosos factores, siguen sin “prender” en muchos conductores.
