Entrevista
Al “Burro” no hay quien no lo conozca: “Mi vida transcurrió toda acá adentro”
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Con 55 años y casi cuatro décadas en Todo Sanitarios, Marcelo Daniel “Burro” Navarro es mucho más que un empleado de comercio: es el alma del negocio, la voz amiga que todos reconocen y el rostro que representa los valores de confianza, compromiso y pertenencia.
No hay quien no lo conozca. En San Francisco, si se habla de Todo Sanitarios, inevitablemente se habla de él. Marcelo Daniel Navarro, aunque todos lo llaman “Burro”, tiene 55 años y lleva 39 trabajando en la misma empresa, líder en el rubro de la construcción. Es, como muchos clientes lo describen, el alma del negocio: esa persona que siempre tiene una respuesta, una solución o al menos una palabra amable para quien entra por la puerta.
“Yo creo que todo empieza desde la cabeza, desde arriba”, dice con convicción. “La familia Bossa, ya en su segunda generación, siempre me dejó trabajar con tranquilidad, darles soluciones a los clientes. Entonces uno trabaja distinto, con más confianza, porque sabés que los dueños confían en vos”. Esa confianza, asegura, fue el motor que lo acompañó durante casi cuatro décadas.
Un equipo que se siente como familia
Marcelo habla de su trabajo con una mezcla de orgullo y gratitud. “Nosotros trabajamos con total tranquilidad –insiste–. Los dueños depositan total confianza. Y hoy lo mismo pasa con los hijos que están en la empresa”. Esa relación de respeto mutuo y compañerismo se refleja también en la forma en que describe a sus colegas: “La gente que tengo alrededor mío es lo más sagrado que tiene el negocio, porque son toda gente de primera, uno mejor que otro”.
A lo largo de los años, el “Burro” se convirtió también en guía para quienes se suman al equipo. Con humildad, dice que su manera de enseñar es con el ejemplo: “Se trata de enseñar con el ejemplo del otro. El equipo está armado muy bien, y uno tiene que ser flexible, marcar el error si lo hay, pero también aprender de los compañeros”.
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Cuando le preguntan cuál es el secreto para ganarse la confianza de los clientes, no duda en responder: “La gente confía mucho en la empresa. Es un negocio en el que no te podés equivocar, porque si vendés algo que no sirve, la gente no vuelve. Confían en Todo Sanitarios, esa es la pura realidad”.
Esa confianza, asegura, se construye todos los días: “Acá no es que te vendo y me olvido. No, no. La responsabilidad sigue. Eso nos lo inculcaron siempre los jefes. La venta no termina en el mostrador: hay que seguir al cliente, acompañarlo, estar”.
Marcelo siente que la atención al público cambió mucho con los años, pero valora que la empresa haya mantenido su esencia. “Tenemos la suerte de que la gente confía en nosotros como empresa. Realmente es una suerte enorme. Nos eligen porque saben que les damos soluciones”, dice con una sonrisa que refleja satisfacción más que rutina.
“Mi vida transcurrió toda acá adentro”
Su historia con Todo Sanitarios empezó a los 18 años, casi por casualidad. Antes de entrar al rubro de la construcción, trabajaba en una boutique llamada Creaciones Celes Moda. “Nada que ver con esto”, recuerda riendo. Pero desde aquel primer día en el local de sanitarios, supo que había encontrado su lugar en el mundo.
“Mi vida transcurrió toda acá adentro”, afirma. “No me imagino haciendo otra cosa. Este trabajo es parte de mi vida, gran parte”.
Marcelo se define como alguien comprometido con el negocio, pero también con la gente. “Tenés que estar más arriba del cliente, porque cada vez te demanda más. Y eso lo hago con gusto, porque este trabajo me enseñó mucho sobre el trato humano y la confianza. El secreto es tener siempre predisposición y buena onda”.
La confianza de la familia Bossa
Habla de la familia Bossa con un respeto que roza el afecto. “Los dueños me han dejado trabajar toda la vida con total libertad. Eso, para mí, fue lo que más me satisfizo. Trabajar tranquilo, sin que nadie te esté encima. Siempre respondí a la empresa, por supuesto, pero ellos confiaron en mí desde el primer día. Y eso no tiene precio”.
Esa libertad, cuenta, fue también una escuela de valores. Aprendió a hacerse responsable de cada decisión, a escuchar al cliente y a cuidar el nombre de la empresa como si fuera propio. “Yo siempre digo que uno tiene que ponerse la camiseta. Si el negocio anda bien, todos andamos bien. Y eso se logra con compromiso y respeto”, sostiene.
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“Me gusta que la gente se vaya contenta, con buena onda. Todos tenemos problemas, pero yo trato de transmitir siempre una palabra de aliento, de optimismo”
Popularidad, afecto y mucho humor
“Salgo muy poco”, confiesa, “pero cuando lo hago, la gente en la calle me reconoce. ¡A mí me conoce todo el mundo!”, expresa entre risas. No lo dice con vanidad, sino con la alegría simple de saberse querido. Porque en San Francisco, el “Burro Navarro” es sinónimo de atención, de experiencia y de esa calidez que no se improvisa.
Además, su buen humor es parte de su sello. “Marcelo tiene una manera muy especial de atender”, cuentan quienes lo conocen. Siempre hay una broma o una ocurrencia lista para aflojar el clima, incluso en los días más difíciles. Él mismo reconoce que el humor es parte de su forma de trabajar: “Si vos te reís, el otro se relaja. A veces un chiste o una sonrisa resuelven más que mil palabras. Me gusta que la gente se vaya contenta, con buena onda”.
“Todos tenemos problemas, pero yo trato de transmitir siempre una palabra de aliento, de optimismo. Me gusta escuchar a la gente. A veces hay que ser un poco psicólogo también”, agrega.
Los jóvenes y el futuro
Cuando Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO le pregunta qué consejo le daría a los más jóvenes que recién empiezan a trabajar, su respuesta suena como una lección de vida: “Los chicos tienen que hacerlo a la manera que el negocio requiere. Si uno los lleva a su ritmo, salen buenos. Hay que estar encima un tiempo, acompañarlos. Pero sí, tengo mucha confianza en los jóvenes. Lo importante es enseñarles el valor del trabajo”.
No se guarda el esfuerzo, ni la pasión, ni la paciencia. “Yo no vengo al negocio a sentarme. Hay que trabajar”, manifiesta con naturalidad, como quien habla de algo que lleva en la sangre.
Historias y anécdotas de cada día
Cuando se le pide que recuerde un momento especial en todo este tiempo, no puede elegir uno. “Acá todos los días hay una anécdota distinta”, dice. “Hay clientes que hacen diez kilómetros para venir a comprar una valvulita, porque no quieren ir a otro lugar. Eso te demuestra la fidelidad y el cariño que hay”.
Esa fidelidad, afirma, no se gana con grandes discursos, sino con hechos: con respeto, con compromiso y con una sonrisa. “Acá todos los chicos la tienen bien clara, porque se sienten identificados con el negocio. Eso es lo que hace la diferencia”.
Un maestro de oficio y de vida
Marcelo reconoce que aprendió todo de la familia Bossa. “Cuando comencé, fueron seis o siete meses de aprendizaje muy valiosos. Aprendí para qué sirve cada pieza, cada cosita. Pero fue fácil aprender con estos maestros”, recuerda con gratitud.
Hoy, después de casi cuatro décadas, sigue siendo él quien enseña. No con discursos, sino con el ejemplo cotidiano, con la misma humildad de quien entiende que trabajar bien es también una forma de agradecer.
Y así, el “Burro Navarro” sigue siendo, sin proponérselo, una figura indiscutible. No solo del comercio, sino del corazón de una empresa que creció junto a él. Un hombre que representa la confianza, el compromiso y la calidez que todo negocio necesita para mantenerse en pie durante tanto tiempo.
Porque si en San Francisco alguien menciona “Todo Sanitarios”, no hay duda: todos piensan en él. En el “Burro”. El de siempre. El que está detrás del mostrador con una sonrisa, un chiste, una solución y un corazón trabajador. El alma de un negocio que, desde hace 39 años, late al mismo ritmo que su humor y su entrega.
