Agustín: un legado de inclusión que sus padres no abandonan
En Las Varillas, la familia Franchino sobrelleva el duelo de la pérdida más dolorosa, pero decide resignificar el sufrimiento para luchar porque otros chicos con capacidades diferentes, como su hijo Agustín, tengan un espacio de contención social.
El amor y el dolor se conjugan en la historia de vida de la familia Franchino, que hace diez meses sufrió la pérdida de su hijo mayor, Agustín, de 22 años, el motor de su lucha para lograr un espacio de contención social para jóvenes y adultos mayores con discapacidad que ya no encuentran un espacio de inserción para desarrollar sus capacidades.
Con el fin de brindarle respuestas a las necesidades de su hijo- que tenía un trastorno conductual severo y conducta autista- y de muchos chicos como él, Silvio Franchino y Lucía Luna, junto a su hijo menor, Franco, iniciaron hace 18 meses, el trabajo necesario para contar con un centro de día, sueño que materializaron el 11 de septiembre de 2016 con la inauguración de la Fundación Aneley.
El 3 de octubre de ese mismo año, una bacteria alojada en el pulmón de Agustín complicó su estado de salud, por lo que fue derivado al Hospital "J. B Iturraspe" de San Francisco, donde estuvo internado durante casi dos meses, hasta su fallecimiento el 22 de noviembre de ese año.
El dolor de la familia no detuvo la lucha por los derechos de estos jóvenes con discapacidad que asisten al centro de día que lleva el nombre de Agustín Frandino, sino por el contrario, hoy sueñan con un hogar de día para Las Varillas.
La misión de Agustín
"Cuando falleció Agustín, muchos pensaron
que la fundación se iba a cerrar, ya que somos nosotros los que iniciamos la
lucha y el motor de empuje para que el centro de día se mantenga abierto. Pero
decidimos transformar el tremendo dolor en amor hacia los demás chicos como mi
hijo", expresó a LA VOZ DE SAN JUSTO Lucía Luna, la mamá de Agustín.
"De hecho, desde un principio fue pensado para todos los chicos, no sólo para mi hijo, sino para esta gran parte de la población que lo necesita", continuó.
Y aseguró que "la muerte de Agustín fue un golpe muy duro para nosotros ya que vivíamos las 24 horas del día pendientes de él. Vivíamos por él y para él".
"La única manera de salir adelante es abocarnos a la fe y a través de esta fe entendemos que Agustín vino a esta tierra con una misión: que Las Varillas cuente con un centro de día", manifestó Lucía.
La mujer relató un momento que vivió durante la internación de su hijo, que quedó grabado en su memoria. "El mismo día que le dieron el diagnóstico a mi hijo, Facebook me recordaba que esa misma fecha, del año anterior, habíamos logrado la personería jurídica para la fundación. En ese momento pensé y dije: ´qué ironía de la vida´, pero automáticamente mi hijo menor, Franco, que estaba conmigo en el hospital, me dijo: ´no es una ironía ma, Agustín vino a este mundo con una misión y es la que vemos reflejada en la sonrisa de cada chico que asiste al centro de día´".
"En ese mismo instante me hizo reflexionar acerca de que si Agustín no hubiera nacido, ¿realmente hubiese luchado por esta causa?. Yo creo que no fue mi respuesta y ahí entendí- no con mi lógica- si no con mi corazón- lo que estaba pasando", continuó su relato.
El trabajo de una "gran familia"
La Fundación Aneley cuenta con 25 jóvenes y adultos mayores con discapacidad que son asistidos por un equipo profesional de nueve personas
A pesar de que la Fundación abrió sus
puertas hace un año, la lucha de la familia Franchino data de mucho tiempo
antes. "Venimos luchando desde que Agustín ya no estaba escolarizado y nos
planteamos qué hacer con él a partir de allí".
"Antes que abriéramos la fundación se habían presentado propuestas en distintos lugares de la ciudad para que se realizaran talleres destinados a jóvenes y adultos con discapacidad pero no obtuvimos respuesta positiva", recordó Lucía.
"Pasaron los años y seguíamos sin obtener respuesta por parte del Estado por lo que empezamos a movernos para recaudar fondos y poder alquilar una casa económica como sede. Así, iniciamos los trámites para la personería jurídica, que salió aprobada en octubre de 2015 y el 11 de septiembre de 2016 la inauguramos oficialmente", expresó.
Asimismo, destacó que "desde ese momento mucha gente que conocía a Agustín y sabía de nuestra lucha se unió para trabajar desinteresadamente".
En este sentido, Lucía remarcó que "se trata de una institución sin fines de lucro donde todos trabajan ad honorem y el donde el único sostén económico que tenemos son los ingresos provenientes de ventas y eventos que realizamos".
"También contamos con el aporte del municipio, que se encargada del alquiler de la casa donde funciona la fundación (ubicada en calle Diego Montoya 552)", manifestó.
El equipo terapéutico y docente conformado por nueve profesionales
El origen del nombre
El nombre de la fundación es de origen mapuche y significa felicidad, "que es lo que necesitan estos chicos", manifestó Lucía. Al mismo tiempo contó que son alrededor de 25 los jóvenes y adultos de entre 17 y 59 años que asisten al centro de día y unas 50 personas las que trabajan por este lugar las que no poseen "grandes medios económicos pero si un corazón enorme".
"Todos trabajamos para poder sobrevivir", dijo Lucía que junto a su esposo Silvio son propietarios de un comercio (cotillón) en Las Varillas.
"Mi hijo Franco, que hoy tiene 20 años, está abocado al trabajo porque él creció con la discapacidad y ama estar con los chicos y en el centro de día", manifestó con gran satisfacción.
La fundación, la prioridad
Lucía aseguró que "desde que la fundación abrió sus puertas, comenzó un proceso de concientización de los padres, acerca de que sus hijos necesitaban un centro de día, lo cual se trasladó a la sociedad".
"La gente entendió que estos chicos tienen los mismos derechos como cualquier otra persona", sostuvo la varillense.
Además, aseveró que "si la fundación contara con un medio de movilidad propio, duplicaríamos la cantidad de asistentes. A muchos padres se les hace difícil movilizar a sus hijos por su discapacidad, o es muy costoso trasladarlos en remis. Muchas veces nosotros mismos los vamos a buscar en nuestra camioneta, sobre todo los días de lluvia. Ellos nos esperan ansiosos en la puerta de sus casas".
"Nosotros desatendemos las cuestiones comerciales para mantener viva esta fundación que nos llena el alma", expresó Lucía.
"En medio de un mundo materialista, ese desinterés es el que queremos que se contagie: de trabajar por el otro sin esperar nada a cambio", exhortó.
A través de distintos talleres, los varillenses encuentran un espacio de contención
Hacia un nuevo sueño: el hogar de día
Por otra parte, la mamá de Agustín precisó que "a corto plazo nuestro objetivo es afianzar la fundación, aunque nuestro mayor sueño a no muy largo plazo es contar con un hogar de día para Las Varillas, ya que el más cercano está a 200 kilómetros y están saturados".
"El hogar de día es el anteúltimo eslabón de una cadena para las personas con discapacidad, un lugar de residencia para aquellos que por diferentes razones ya no cuentan con un familiar que pueda hacerse cargo de ellos", añadió.
"Cuando nace una criatura con discapacidad se comienza con todo el proceso de estimulación temprana, luego la escuela y una vez finalizada la misma, la inserción laboral que no siempre se logra. Entonces, el centro de día sería el anteúltimo eslabón de esa cadena".
Con ballet propio
Unos 15 alumnos integran el ballet folclórico dirigido por la profesora Silvina Franco
Mediante el centro de día, los asistentes son contenidos desde distintos talleres a cargo del equipo terapéutico y docente conformado por nueve personas (tres psicopedagogas, dos trabajadoras sociales, una fonoaudióloga, una licenciada en psicología, una profesora de educación especial y una profesora de folclore).
Los mismos se llevan a cabo los martes, jueves y viernes e incluyen: talleres de música, ritmo, arte, huerta, cocina, recreación, de comunicación y lenguaje, al cual se sumó recientemente el de inglés básico y fotografía.
Desde el ámbito del taller de música y ritmo se conformó hace unos seis meses en ballet folclórico integrado por 15 alumnos del centro de día. El mismo está dirigido por la profesora de folclore Silvina Franco e hicieron su debut oficial en la peña que realizó la fundación días pasados. Previamente participaron de encuentros en la ciudad.
"Cada una de las profesionales está encargada de un taller, y planteamos las opciones a partir de las necesidades que vemos y de lo que les interesa a los chicos", comentó Antonella Crema, una de las tres psicopedagogas que integra el equipo terapéutico de la fundación.
Luego reflexionó: "Hay un tabú muy grande de que trabajar con la discapacidad nos limita a hacer actividades básicas, pero no es así, nuestra idea es romper esquemas y proponer nuevas ideas por lo que hace poco iniciamos taller de inglés básico y fotografía", manifestó la profesional.
En cuanto al impacto de los mismos en los jóvenes y adultos mayores, Crema dijo que "empezamos a notar cambios muy grandes en los chicos, la importancia de que puedan reconocerse a sí mismos como adultos, que pueden pensar, elegir y decidir por sus propios medios, a pesar de que sigan viviendo con sus padres".