Agradecer a nuestros maestros
Los maestros serán actores principales en la verdadera revolución que debe producirse en lo inmediato: la de la educación. La que supone que toda la vida es un aprendizaje.
"Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido". El escritor francés, nacido en Argelia, Albert Camus, es el autor de este mensaje. Lo escribió tras ganar el Premio Nobel de Literatura en 1957. El destinatario fue el "señor Germain", quien había sido su maestro. Se dice que fue la única carta de agradecimiento que escribió en su vida.
Cualquier persona que recuerde a sus mejores maestros podrá reconocerse en estas simples palabras. Que expresan gratitud y reconocimiento a quienes viven con pasión la docencia y, gracias a ese fuego interior que enciende la vocación de maestro, hacen que sus estudiantes empleen su creatividad, disfruten de los bienes culturales y abreven en las amplias avenidas del conocimiento. Porque, además, al decir del escritor vasco Fernando Aramburu, en "La utilidad de las desgracias", fueron esos maestros los que "nos dieron ejemplo de integridad y nos hicieron conscientes de que la voluntad de aprender es una de las garantías principales de los ciudadanos libres".
El recuerdo de maestros y profesores es una constante ineludible en la vida de una persona. Dejan huellas, más allá de las épocas y los controvertidos cambios y redefiniciones de un sistema educativo y social que ha deslegitimado en algún punto la función docente. Esas huellas son las que permiten el ejercicio de la libertad en un mundo en el que es necesario aprender de modo constante durante toda la vida. Al respecto, han tenido que transcurrir más de dos milenios, desde aquellos tiempos en que los antiguos sabios griegos inventaron la noción de paidea, para que la idea de la "educación durante toda la vida" cambiara, pasando de ser un oxímoron (una contradicción en sus términos) a un pleonasmo (algo parecido a «mantequilla mantecosa» o «hierro metálico»). Esta notable transformación ha ocurrido en tiempos bastante recientes, en las últimas décadas, y es el resultado de los cambios, que se dan a un ritmo radicalmente acelerado, en el entorno social de quienes son los dos principales actores en la educación: los maestros y quienes aprenden", sostuvo el sociólogo polaco Zygmun Baumann al referirse a la educación en este tiempo "líquido".
Después de haber afrontado el enorme desafío que significó la pandemia, son esos maestros los que se esfuerzan por encontrar resquicios para que el sistema educativo comience a revertir su declinación. La mayoría de ellos sabe que serán actores principales en la verdadera revolución que debe producirse en lo inmediato: la de la educación. La que supone que toda la vida es un aprendizaje. Para lograrla, aplicarán todas las innovaciones que sean pertinentes. Pero mantendrán aquellos recursos inalterables que surgen del ejemplo de vida, de la preocupación por cada uno de sus alumnos, de la profunda humanidad que implica el ejercicio de la docencia.
Por eso, en el Día del Maestro, nada mejor que agradecer la mano afectuosa que se posa en la espalda y anima a aventurarse en el maravilloso mundo del conocimiento.