Actitudes imprescindibles
Muchos de quienes se aferran a sus cargos y a sus privilegios ni siquiera se plantean si son idóneos para estar en ese lugar. Por ello, es poco habitual que un senador renuncie sin que nadie se lo pida y solo porque estima que es lo que corresponde.
Fuerte repercusión ha tenido el discurso del senador Esteban Bullrich en el momento de dar a conocer su renuncia a la banca que ocupaba porque su enfermedad no le permite cumplir sus tareas como corresponde y decidió enfocarse en su recuperación y buscar el apoyo en su núcleo familiar. Una decisión más que lógica y comprensible de una persona afectada por un mal que restringe su calidad de vida y provoca impedimentos graves.
El gesto de renunciar a su banca y a su dieta merece ser tomado como ejemplo. Porque rara vez sale de la boca de un dirigente político la convicción de que no se está en condiciones para ejercer un cargo público. Esta circunstancia no se da por enfermedad en la mayoría de los casos. Muchos de quienes se aferran a sus cargos y a sus privilegios ni siquiera se plantean si son idóneos para estar en ese lugar. Por ello, es poco habitual que un senador renuncie sin que nadie se lo pida y solo porque estima que es lo que corresponde, luego de haber sopesado las circunstancias de su presente personal.
Incluso más fuertes han sido las repercusiones de sus palabras. Lamentablemente, la grieta cuestionada por el renunciante congresista afloró también en este tema. Los conceptos que vertió en el Senado Nacional fueron elogiados por quienes forman parte de su mismo espacio político. No obstante, algunos voceros de la oposición intentaron enrostrar a los miembros del oficialismo los costados negativos de la vida política que describió el senador. Enfrente, mostrando una presunta empatía ante la grave patología que padece, dirigentes del oficialismo se encargaron de inmediato de cargar las tintas sobre las acciones de Bullrich en los distintos puestos públicos que ocupó. Hubo, sí, observaciones atinadas acerca de la importancia de hacer realidad los conceptos expresados en el discurso de renuncia.
"La lógica transaccional en la que negociar es solamente un cálculo contable nos despoja de sentido y nos convierte en meros mercaderes políticos que dejan de mirar el bien común. El diálogo, la búsqueda de la razón entre dos, debe ser un acto de generosidad, de amor y de caridad cristiana, entendiendo que la verdad y la justicia son valores que encontrar, no propiedad de alguna de las dos partes", manifestó. A continuación, advirtió: "Esa falta de diálogo trasciende estas paredes, vivimos en un país enfocado en la grieta y en el debate violento, un país en el que la gente se escapa de la política, la desprecia y la condena. Un país en el que la gente se recluye en lo privado, soltando el sueño de ser parte de la construcción de una Argentina mejor. Un país en el que empujamos a la gente a no ejercer lo que es el rol más alto de una democracia: el rol de ciudadano".
Un país que "clama por consensos" y en el que "los números de pobreza, la falta de desarrollo, los jóvenes que se van del país, la catástrofe educativa y la continua y prolongada postergación de nuestros sueños, producida por un estancamiento del que somos culpables los políticos y no los argentinos, nos obligan a gobernar diferente. Todos hemos sido culpables de gobernar con tapones en los oídos, todos, nosotros también. No hay más tiempo para eso". Porque "ya probamos con la grieta y acá estamos". En una Argentina que "es la resultante de nuestra incapacidad de encontrar soluciones comunes".
Palabras impactantes. Que ojalá sirvan para algo en un país en el que ha llegado la hora de que se comprenda que, en plena coincidencia con el final del discurso de Esteban Bullrich, "no hay personas imprescindibles; hay actitudes imprescindibles".