A veinte años del 11S
A dos décadas de aquella terrible jornada, el afán por conseguir la libertad se mantiene vigente, más allá de todos los estropicios que se siguen cometiendo en su nombre.
Hace exactamente dos décadas, casi una veintena de hombres secuestró cuatro aviones comerciales estadounidenses cargados de combustible que se dirigían a varios destinos de la costa oeste de ese país y los redirigieron a objetivos específicos y simbólicos como las Torres Gemelas, el Pentágono y el Capitolio. En tres de los casos, tuvieron éxito y convirtieron a esa jornada lúgubre en uno de los hitos más sangrientos y dramáticos de la historia. En total, 2.977 personas murieron en los ataques terroristas en la ciudad de Nueva York, Washington y en las afueras de Shanksville, Pensilvania, donde cayó la cuarta aeronave.
A 20 años de aquellas imágenes que perduran, vívidas, en la retina, el poder militar norteamericano se retiró de Afganistán, país que invadió en la búsqueda de los líderes de la organización terrorista Al Qaeda. En aquel tiempo gobernaba el Talibán. Hoy, estos fanáticos han vuelto al poder y siembran numerosas dudas acerca de cómo el terrorismo podría volver a anidar en esa región del mundo, mientras diseminan el terror entre la población afgana.
Por segunda vez en la última centuria, los islamistas extremos se hicieron con el poder frente a la retirada de una potencia militar. En 1989, cuando se retiró la Unión Soviética cuyas tropas fueron raleadas por una guerra de guerrillas que los talibanes llevaron a cabo con el apoyo de Estados Unidos. Invadido Afganistán luego del 11S por decisión de Washington ante la negativa de extraditar a Osama Bin Laden, se puso en marcha un experimento democrático que duró hasta hace algunas semanas. Las cosas volvieron, entonces, a una situación similar a la de la época en la que ocurrieron los atentados.
Después de la caída de las Torres Gemelas se auguró que el mundo cambiaría para siempre. Hubo algunas mutaciones es verdad, la mayoría vinculada con la tecnología y con las restricciones a la libertad de movimientos en aras de la seguridad. Por caso, los magnicidios ya no son frecuentes, pero sí las operaciones de propaganda y cooptación puestas en marcha a través de los dispositivos digitales, así como operaciones restringidas a conflictos locales. Del mismo modo, novedoso y sofisticado armamento reemplazó a los tradicionales. El ciberespacio es hoy el campo de batalla.
Las limitaciones a la circulación y el control de los viajeros continúan siendo quizás la más evidente y prolongada repercusión de los atentados a las Torres Gemelas. Las bases de la convivencia sustentadas en las libertades civiles dejaron paso a controles rigurosos que no fueron cuestionados en su momento, pero que hoy sí lo comienzan a estarlo. Fundamentalmente por la percepción de las nuevas generaciones que no viven pendientes del peligro o con miedo.
En un ejercicio de memoria, viene a cuento recordar que hace 10 años en esta misma columna se había afirmado que el 11 de septiembre no había cambiado drásticamente el mundo, pese a sus repercusiones inmensas en todos los aspectos: "Las invasiones de ejércitos de las potencias a determinados países no solucionan los problemas que dicen intentar resolver. Además, se desvirtuó la idea voluntarista de que todos los pueblos aceptarían la instauración de la democracia con solo observar la amenaza bélica de las naciones más desarrolladas", se sostuvo aquí. Lo positivo es que, a 20 años de aquella terrible jornada, el afán por conseguir la libertad se mantiene vigente, más allá de todos los estropicios que se siguen cometiendo en su nombre.