Política
A 50 años del Navarrazo: el día en que los cordobeses nos “cocinamos en nuestra propia salsa”
Insólitos e inéditos fueron los hechos acaecidos a partir del 27 de febrero de 1974, a raíz de la decisión del entonces jefe de la policía de la provincia, Antonio Domingo Navarro, de ingresar a la hoy demolida Casa de las Tejas y encarcelar al gobernador Ricardo Obregón Cano y a su vice, Atilio López. La situación derivó en que el diputado provincial sanfrancisqueño, Mario Dante Agodino, se hiciera cargo de la gobernación.
“Al filo de la medianoche se tuvo conocimiento en Córdoba y rápidamente se difundió a todo el país un hecho que culminaba horas de extrema tensión, con motivo de la rebelión policial que secundó al jefe de la repartición, teniente coronel Navarro, dejado cesante por decreto del gobierno provincial. Navarro y efectivos policiales, fuertemente armados, desconocieron la investidura del gobernador Obregón Cano y de las altas autoridades de la provincia y se mantuvieron en una posición de abierto enfrentamiento”. Así comenzaba la noticia que, bajo el título “Detienen a Obregón Cano y Atilio López”, publicó LA VOZ DE SAN JUSTO en su edición del jueves 28 de febrero de 1974.
El suceso marcó un antes y un después en la historia de la provincia y también del país. No existían antecedentes de una rebelión policial que llegara tan lejos como para provocar una especie de “golpe de Estado” en Córdoba.
Medio siglo atrás se vivía un tiempo de fuerte tensión ideológica tanto dentro como fuera del movimiento peronista. El historiador Roberto Ferrero desmenuzó los pormenores de este singular episodio en su libro “El Navarrazo y el gobierno de Obregón Cano”. En esa obra, el autor nacido en la vecina localidad de Porteña, escribió que “Navarro no hizo más que dar la puntada final de un proceso de casi un lustro, durante el cual la izquierda peronista de Córdoba dio y perdió su batalla contra los sectores ortodoxos aliados a la dirigencia sindical y al lopezrreguismo”.
Los hechos
Aquel miércoles de un caluroso febrero, hace 50 años, gobernador y vicegobernador fueron trasladados a la sede del Comando Radioeléctrico de la Policía en sendos patrulleros. Mientras tanto, en tres colectivos se apiñó a más de 80 dirigentes y funcionarios del gobierno provincial que también fueron arrestados.
La crónica publicada en este diario daba cuenta de que “voceros de los policías rebeldes formularon acusaciones contra el gobernador Obregón Cano y el vicegobernador, Atilio López, a quienes calificaron de “bolches”. En tanto, quienes sostienen la legalidad institucional de la provincia afirman que los ataques contra el gobierno cordobés parten de elementos fascistas, que sirven a la reacción y que conspiran contra los legítimos intereses de la ciudadanía”.
En verdad, Navarro desconoció la orden de relevarlo de su cargo dada por Obregón Cano luego de varios días de tensión. Expresó a la prensa que había reaccionado “respondiendo a los cuadros de la repartición” y que, por lo tanto, permanecería en funciones. “Cuando los cuadros me pidan que me aleje, lo haré”, dijo.
El relevo de Navarro desató los hechos. Las radios LV2 (por entonces La Voz del Pueblo) y LV3 (Radio Córdoba) difundieron proclamas en favor de la rebelión y propiciando la intervención federal de la provincia, mientras que bandas de civiles armados tomaban ubicación en lugares estratégicos de la ciudad. En la tarde del 27 de febrero, el gobernador le dio un plazo de una hora a Navarro para que depusiera su actitud, hecho que por supuesto, no sucedió. Todo lo contrario, la crisis devino en la detención arbitraria de las máximas autoridades provinciales.
Mientras numerosos hechos violentos se producían, al día siguiente, el entonces presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, el sanfrancisqueño Mario Dante Agodino, asumió “sorpresivamente la gobernación, poniendo término a la situación de acefalía que sumió al Ejecutivo local”, se publicó en la edición del 1 de marzo. Prestó juramente ante el titular del Superior Tribunal de Justicia, Amílcar Sánchez Freytes. Mientras tanto, Obregón Cano y López aún no habían renunciado y permanecían en poder de los policías sublevados.
A poco de asumir, el flamante gobernador, declaró a la prensa que serían liberadas las anteriores autoridades y que su designación se dio porque “era necesario salvar el orden jurídico y, a la vez, evitar la intervención”. Sin embargo, la polémica le obligó a enfatizar frente a representantes de las juventudes políticas que lo entrevistaron en la casa de gobierno que “no soy un traidor ni un usurpador”. Según los jóvenes dirigentes, Agodino sostuvo en esa ocasión que su situación era transitoria y que el artículo 100 de la Constitución provincial habilitaba este paso para evitar la acefalía. También les informó que había pedido a la Nación el envío de la fuerza necesaria para restablecer el orden y “contar con las garantías necesarias para que el gobernador Obregón Cano y el vicegobernador López pudieran actuar dentro de la Casa de Gobierno y para el funcionamiento de los otros poderes”.
La violencia
La violencia se había adueñado de la capital cordobesa y de varias otras localidades en las que partidarios de Navarro tomaron las municipalidades. Mientras el centro de la ciudad era virtualmente amurallado por los rebeldes con la colocación de ómnibus cruzados en las bocacalles, en el domicilio del ministro de Gobierno, Erio Bonetto, detonó una bomba de gran poder. Las 62 Oreganizaciones Peronistas exhotaron a mantener un paro por tiempo indeterminado, varias radios se mantuvieron en control de los efectivos policiales y los internos de la cárcel de Encausados se sublevaron y tomaron a cinco rehenes. Mientras, el diario La Voz del Interior “vio obstaculizada la normal aparición de su edición correspondiente a la fecha” porque “un grupo armado se hizo presente en los talleres donde se imprime el periódico. Una vez en el interior del local, los intrusos efectuaron repetidos disparos de armas de fuego con fines intimidatorios, indicando a los allí presentes que se retiraran del edificio. Tras prender fuego a una pila de ejemplares listos para su distribución colocaron cinco panes de trotyl en diversas partes de la rotativa; los explosivos no alcanzaron a detonar ya que, tras el retiro de los desconocidos, personal del matutino procedió a retirarlos”.
La política
Mientras esto sucedía en Córdoba, la actitud de pasividad del gobierno nacional, presidido por Juan Domingo Perón, hacía presumir que estaba dando el aval a los sublevados.
Roberto Ferrero, en la obra citada, relata que “mientras en Córdoba el Dr. Agodino se alineaba definitivamente con la orientación política del gobierno nacional, Coronel juraba como intendente provisorio. y la CGT "legalista-combativa", con la firma de Roberto Tapia y Agustín Tosco "proclama la continuación de la resistencia activa de la clase trabajadora y el pueblo y la intensificación de las acciones obreras y populares", en Buenos Aires el Senado de la Nación comienza a tratar el proyecto de ley de intervención a Córdoba, "a los efectos de restablecer su forma republicana de gobierno”.
Luego de ser liberados, Obregón Cano y López viajaron a Buenos Aires el jueves 7 de marzo con el objetivo de mantener un encuentro con Perón. Pero el presidente no los atendió. Se reunieron entonces con el titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri. El libro sobre el Navarrazo del autor oriundo de porteña describió la situación de este modo: "Lastiri los recibió con todos los honores, pero en la reunión los indujo a renunciar. A Atilio López, lo tuvo que convencer Obregón de que eso era lo más conveniente para todos. Pero ya que debía renunciar, Obregón Cano quería salvar al menos los principios y su dignidad personal. Por ello, él y su vicegobernador reclamaron una solución honorable que por lo menos implicara las más severas sanciones para el grupo sedicioso y especialmente para el jefe de Policía”.
Al final de esa intensa jornada, ambos presentaron la renuncia a sus cargos. Horas después se dispuso la intervención federal al Poder Ejecutivo de la provincia y se designó a Duilio Brunello como interventor quien asumió el 15 de marzo y, luego de la muerte de Perón, fue desplazado del cargo en septiembre por decisión de la presidente María Estela Martínez, quien nombró interventor al oscuro brigadier Raúl Lacabanne. Se abrió paso así a la actuación nefasta de la Triple A en la provincia.
Con la perspectiva que otorga el medio siglo transcurrido quizás puedan elaborarse numerosas interpretaciones acerca de la inédita y no repetida insurrección policial que “derrocó” a las máximas autoridades de la provincia. Y también sobre la actuación de los distintos protagonistas políticos de aquellas horas agitadas que vivía el país.
La intervención federal abrió otra etapa en la vida institucional cordobesa. Ocurrió luego de que se hiciera patente una metáfora polémica que se le atribuye al general Perón: en aquellas jornadas de tensión y violencia los cordobeses nos cocinamos en nuestra propia salsa.
Los protagonistas
Ricardo Obregón Cano
Dirigente histórico del peronismo, fue elegido gobernador de la provincia en 1973, las denuncias de su posible alineamiento con “La Tendencia” revolucionaria peronista derivaron en los enfrentamientos que terminaron con su renuncia. Odontólogo de profesión, se exilió en México durante la dictadura militar y abrió una clínica dental junto al ex presidente Héctor Cámpora. Desde el país azteca acompañó la actividad de los Montoneros y fue miembro de la conducción nacional del Movimiento Peronista Montoneros junto a Rodolfo Puigrós y Oscar Bidegain, entre otros.
Al regresar del exilio en tiempos de la democracia, fue juzgado y detenido por su actuación dentro del movimiento montonero. Indultado luego, se retiró de la militancia. Vivió sus últimos años en el barrio porteño de Caballito, donde falleció en junio de 2016.
Atilio López
Dirigente de la Unión Tranviarios Automotor tuvo activa participación en un período en el que la lucha política se dirimía, muchas veces, a través de la violencia armada. En el libro de Roberto Ferrero se afirma que luego de renunciar a la vicegobernación, manifestó: “Vuelvo a mi ómnibus”. Pero perdió las elecciones en el gremio que agrupa a los colectiveros. “Esta derrota y la desilusión que le causó el apoyo del general Perón a sus enemigos, afectaron hondamente su espíritu”. Fue asesinado por la Triple A junto a su amigo el contador Varas en la localidad bonaerense de Capilla del Señor el 16 de septiembre de 1974.
Antonio Domingo Navarro
Su apellido se convirtió en sinónimo de uno de los acontecimientos más singulares de la historia cordobesa en el que se rompió la institucionalidad democrática. Luego de renunciar a la jefatura de la policía el 12 de marzo de 1974, fue procesado por la justicia por los delitos de sedición, privación de la libertad, usurpación de propiedad y usurpación de autoridad. Para evitar la prisión, se afirma que funcionarios nacionales dispusieron que viaje a España. En octubre de 1974 la presidenta María Estela Martínez de Perón lo indultó y regresó al país. Algunos peronistas ortodoxos lo calificaban como “el autor del verdadero Cordobazo peronista”, según Roberto Ferrero. Salido de la escena pública se dedicó a la actividad privada en el área de seguridad. Su hija es la esposa del ex futbolista cordobés, campeón del mundo en 1978, Osvaldo Ardiles. Falleció en Córdoba en octubre de 1981.
Mario Dante Agodino
Nacido en San Francisco en 1917, fue elegido diputado provincial en 1973 y asumió la presidencia del cuerpo ese mismo año. Ese cargo determinó que, a raíz del Navarrazo, fuese el primer sanfrancisqueño en ocupar el máximo cargo de la provincia, aunque en condiciones políticas anormales, por cierto. Cuando se dispuso la intervención a Córdoba, retornó a su banca de diputado hasta que, de manera imprevista, falleció el 13 de mayo de 1974, a los 58 años.