95 años de los Hermanos Maristas: Faro de la educación sanfrancisqueña

Es referencia ineludible cuando se aborda la historia de la educación de San Francisco. La impronta de los hermanos maristas marcó el trabajo que a lo largo de casi un siglo desplegaron juntos comunidad religiosa, educadores y familias que comulgan con los principios del amor, la solidaridad y la educación integral de calidad como faros también para enfrentar los desafíos de los nuevos tiempos.
Hace 15 años, cuando celebró los 80 años
de su existencia, el hermano Demetrio Espinoza, por entonces titular de la
Provincia Cruz del Sur de la congregación de los Hermanos Maristas, calificó al
colegio Sagrado Corazón como "un faro que debe estar ahí como permitiendo a que
las familias de San Francisco, muchas de ellas integradas por ex alumnos,
tengan un lugar de referencia para que sus hijos se puedan educar de acuerdo a
los valores que consideran importantes para su propio vivir".
Esta referencia ineludible cuando se aborda la historia de la educación de San Francisco cumple 95 años. Ocupando parte del edificio que fuera la casa del fundador José Bernardo Iturraspe, el colegio está enclavado en pleno centro y ha sido el sitio en el que varias generaciones de jóvenes sanfrancisqueños pudieron educarse y abrevar en los más elevados valores ciudadanos y cristianos.
Allá por 1927, San Francisco ya contaba con un instituto católico que recibía mujeres, el Inmaculada Concepción. Pero fueron muchas las familias que aspiraban a que sus hijos varones también recibiesen este tipo de formación. Así fue que, por iniciativa del padre Carlos Borello, se convocó a los Hermanos Maristas para que se instalaran en la ciudad. Los seguidores de San Marcelino Champagnat habían iniciado, más de un siglo antes, una cruzada educadora de magnitud, que nació en un pequeño poblado francés y se extendió hacia todos los confines del planeta.
Vale consignar que, además de reconocidos institutos, la congregación marista actúa sirviendo a poblaciones vulnerables de muchas regiones del país y del exterior. Su presencia fraternal en el noreste argentino, el Chaco profundo, es conocida. Pero también su acción actual en la ciudad de Alepo, Siria, devastada por la guerra. O en Camboya, donde el 1% de la población es cristiana y, sin embargo, existen varios colegios maristas a los que asisten alumnos de todas las religiones. Decenas de maristas fueron víctimas de conflictos armados en muchas regiones del planeta. Son mártires que continúan marcando el sendero de quienes los suceden.
La crisis de vocaciones ha mermado la cantidad de religiosos disponibles para llevar adelante la cruzada educativa iniciada por Champagnat. El Sagrado Corazón de San Francisco ya no tiene hermanos maristas. Pero su impronta ha quedado marcada y sigue exhibiéndose en la acción de familias y educadores que comulgan con los principios legados por la acción ímproba de tantos religiosos que desplegaron el sueño del santo francés y contribuyeron a que este colegio sea uno de los faros de la educación sanfrancisqueña, listos también para enfrentar los desafíos de estos tiempos. Pero siempre con el objetivo que en San Francisco conocemos desde hace 95 años: con humanismo y calidad educativa continúan sembrando esperanza.