Un “team” solidario que rompe las barreras de la salud para los chicos del Champaquí
Once sanfrancisqueños unieron el deporte y la vocación para ayudar a los chicos que asisten a la escuela del cerro más alto de Córdoba. Llevaron donaciones de todo tipo, pero lo más valioso: la posibilidad de contar con una médica y óptica en el lugar, lo cual es casi inaccesible por las distancias que tienen que recorrer. Una Pascua diferente para el Team Bordese.
Por Vanina Panero | LVSJ
Escalar el cerro Champaquí es el sueño muchos, pero combinar ese deseo de servir a personas que habitan a esta altura del "techo de Córdoba" no es para todos.
Mientras muchos aprovecharon los feriados de Semana Santa para hacer turismo, un grupo sanfrancisqueños unieron la pasión por el deporte con la ayuda solidaria. Movilizados por la necesidad de asistencia médica a los niños que concurren a la escuela Florentino Ameghino emprendieron la aventura: recorrieron más de 50 kilómetros, pasando por montes, ríos, montaña, hasta llegar a destino.
Los protagonistas de esa travesía solidaria son 11 sanfrancisqueños que integran el Team Bordese, entre las cuales se encuentran la doctora Milena Komorovski y la técnica óptica María de los Ángeles Ghisolfi, quienes se pusieron al servicio de la comunidad y realizaron los controles pertinentes para mejorar la salud de los lugareños.
Comandados por Gustavo Bordese y Carolina Zbrun, hicieron el equipo perfecto para poder ayudar a los que más lo necesitan. Llevaron donaciones de todo tipo y el desafío es ahora volver para darles los anteojos y más medicamentos, entre otras demandas.
Una larga y ardua travesía para llegar a destino.
En la cima de la solidaridad
"Desde hace varios años que me dedico a entrenar en la montaña y todo este tiempo que estuve preparando carreras nacionales e internacionales, elegí ´el champa´ para lograr las distancias más altas", comentó Carolina Zbrun en declaraciones a LA VOZ DE SAN JUSTO.
"En uno de esos días de entrenamiento tuve la dicha de encontrarme con la directora de la escuelita del lugar y escuchar todas las necesidades de la misma y de toda la comunidad. En otras oportunidades habíamos llevado donaciones, pero esta vez la inquietud era la falta de medicamentos, y la presencia de un médico, óptica, nutricionista y enfermera", relató.
"Como en el equipo disponemos de estas profesionales, les propuse ir y rápidamente organizamos la aventura con 11 valientes que se despojaron hasta de la ropa que tenían en sus mochilas para llevar las donaciones", expresó Zbrun.
Una mula ayudó a subir la carga más pesada, ya que hasta maderas para armar un mueble formaban parte de las donaciones.
Todo comenzó en Yacanto donde pernoctaron una noche para al día siguiente empezar la travesía. Desde esta localidad serrana recorrieron 24 km en camionetas hasta llegar a un refugio donde "la seño del Champa" fue a buscarlos.
Tras cuatro horas de una intensa caminata con obstáculos de todo tipo, llegaron destino. Es que son 42 kilómetros los que debieron hacer desde Yacanto hasta el Champaquí y otros 11 para llegar a la escuelita del cerro.
"Dimos con la gente que nos iba a hospedar: la seño, la directora, los niños del colegio y Graciela que nos hacía la comida", contó Zbrun.
A la escuela asisten tres alumnos. Las clases son de lunes a domingos, y el ciclo lectivo se extiende hasta febrero, ya que en los meses de junio y julio tienen sus vacaciones por el frío extremo.
Escalar el "champa" es para estas docentes un camino que repiten cada 15 días. Siendo que sólo cinco días bajan para volver a subir.
"La falta de controles médicos es una constante"
"Fue una experiencia maravillosa porque pude ver otra realidad y conjugar el deporte con mi vocación que amo tanto y sobre todo poder ayudar a la gente, que es la mayor satisfacción sabiendo que no tienen acceso a un médico en el lugar", manifestó Milena Komorosvki, médica generalista especialista en neurorehabilitación.
"Hicimos controles médicos a niños de la escuela, sus familias e integrantes de la comunidad que para poder acceder a un centro de salud tiene que recorrer dos horas a caballo hasta Villa Alpina y desde allí tomar un remis que les implica pagar como mínimo $10.000 para poder viajar hasta Santa Rosa o Villa General Belgrano en busca de un centro de salud", comentó la profesional.
"Hicimos un control con lo que teníamos y podíamos y asesoramos, lo cual es muy importante: educar para prevenir", añadió.
No sólo los lugareños recibieron atención médica si no también algunos que estaban de turistas. "Como era fin de semana largo, había mucha gente en el cerro por lo que también intervenimos con algunos accidentados", dijo.
Komorosvki reconoció que "la realidad que viven es muy diferente. Las emergencias son terribles, por ejemplo las mujeres embarazadas no se controlan y en los partos se asisten entre ellos".
"El padre de una de las niñas de la escuela tenía la pierna golpeada desde hacía meses y la herida estaba infectada; lo pudimos ayudar", contó.
"Atendimos a unas 30 personas, entre los chicos de la escuela, las docentes y la gente que reside en los los puestos rurales. Fue una experiencia maravillosa, quiero volver por más", aseveró la profesional sanfrancisqueña.
Bordese, Ghisolfi, Komorovski y Zbrun, parte del team solidario que escaló el "champa".
Ver otra realidad
Por su parte, María de Los Ángeles Ghisolfi, técnica óptica manifestó que "Si bien había una necesidad imperiosa de que personal de salud llegue al cerro, me sumé a esta aventura sin saber bien a que iba y fue realmente maravilloso. Me volví con una sonrisa inmensa que es la extensión de todo los que nos devolvieron ellos allá".
"Con instrumental óptico hicimos control, detección y la compensación óptica. En la segunda vuelta el desafío es llevarles los anteojos", señaló.
Ghisolfi aseguró que la aventura tuvo "todo tipo de condimentos". Entre lo más anecdótico, contó que "tuvimos que salir de noche a hacer los controles por los puestos rurales porque la mula que llevaba la carga llegó tarde y durante el día no pudimos atender a la gente".
Ayudar sin esperar nada a cambio, la consigna que unió a los amantes del deporte.
"Quedé impactada y sorprendida al hablar con los niños, siendo que ninguno nunca antes había recibido un control de este tipo y se les iluminó la cara con una sonrisa al saber que en la próxima vamos a llevarles sus lentes", expresó.
La profesional asegura que "tanto para ellos como para nosotros, esta Pascua fue muy diferente".