Un doctor en Libia

Carlos Salvador Bilardo, campeón mundial y eminencia del fútbol, es convocado por Muamar Gadafi para dirigir a Libia en un duelo eliminatorio de cara al Mundial de Corea-Japón de 2002. Hacia allá va el doctor, sabiendo que, si pierde, se juega el prestigio... y la cabeza.
Por Manuel Montali | LVSJ
Carlos Salvador Bilardo. El que había sido héroe como jugador y entrenador en Estudiantes, el que ya era campeón y subcampeón mundial. El que tenía un título más que Franz Beckenbauer: el de médico. El que venía de dejar huella (literal) en Sevilla con la enseñanza de que, al rival, hay que pisarlo. ¿Qué le quedaba por hacer en el fútbol? Una extravagancia.
A Muamar Gadafi, cabeza de piedra en Libia, no le pasó desapercibida la tremenda popularidad que daban los éxitos deportivos. ¿Y qué más popular que ese deporte donde veintidós tipos corrían atrás de una pelota? Su selección, que apenas si tenía una estrella de plata por un subcampeonato en la copa africana de 1982, decidió recurrir al hombre que pregonaba que el segundo es el primero de los últimos, para intentar la hazaña de que "Los caballeros del Mediterráneo" estuvieran en el Mundial de Corea-Japón 2002.
La clasificación africana tenía un duelo eliminatorio en abril del 2020 antes de pasar a la fase de grupos. A Libia le tocaba Mali. Ida de local en Trípoli y vuelta en Bamako. El hijo de Muamar, Al-Saadi Gadafi, era el Humberto Grondona del fútbol libio, y además jugaba con bastante decencia a nivel profesional. Había debutado a los ¡27 años! solo para cumplir su capricho de disputar un Mundial. Él fue el encargado de las gestiones para contratar al doctor para esa serie. Logró convencerlo, y Bilardo partió a tierras africanas junto con Miguel Ángel Lemme y el resto de su equipo.
El doctor había pautado como condición que le habilitaran viajes cada diez días para conocer distintos países africanos. Turismo, por supuesto. Pero se sabe que Bilardo vivía las 24 horas para el fútbol. Así que el movimiento le servía para recorrer y elegir a los jugadores que integrarían su selección. La estrella, Tarik El Taib, que había tenido la oportunidad de jugar en Juventus, ahora lo hacía en el fútbol tunecino. El resto, casi todos a nivel nacional. Con Gadafi al mando, no existía negativa para los pedidos de Bilardo. Hasta le vaciaron un edificio que le había gustado al lado de la "AFA" de Libia para que instalara sus oficinas. Una vez armado el plantel, la concentración la hicieron en Palma de Mallorca.
En el duelo de ida, sin poder contar con Al-Saadi Gadafi, "Los caballeros del Mediterráneo" hicieron valer por tres veces la localía, contra la nada de la visita. La revancha en Bamako no sería un trámite, ni en lo deportivo ni en lo extra. En plena concentración, dos compañeros se pelearon por un tema de polleras, la cosa pasó a mayores, y cuando Bilardo quiso interceder se llevó un puntazo en un brazo. Después, disculpas de por medio, el tema se olvidó. El partido tampoco fue fácil, porque empezaron ganando, pero en el segundo capítulo sufrieron una remontada de Mali a lo Alemania que llenó la fantasmas la cabeza del DT. El pitazo final y la derrota por 1-3 le dio a Libia la clasificación.
El "Narigón", que estaba en todos los detalles, ya había averiguado de la embajada argentina más cercana a Mali, por si quedaban eliminados: volver a Libia sería una sentencia de muerte. Pero con el triunfo, fue la gloria. Los colaboradores del DT no dudan en comparar el recibimiento que tuvieron en tierra de Gadafi con el que los argentinos le dieron a la selección campeona del '86: fiesta en las calles, alabanzas y brindis en honor a Bilardo hasta altísimas horas de la noche.
Cumplido el objetivo, el doctor decidió no prolongar su vínculo, pese a que le ofrecían prácticamente todo lo que los petrodólares podían pagar. La relación terminó de la mejor manera, aunque Libia luego no superaría la fase de grupos para cumplir su anhelo de estar en Corea-Japón.
Un año más tarde, Gadafi hijo viajó a Buenos Aires para un evento de la Fifa como antesala del Mundial. Allí se reencontró con Bilardo. En la reunión también estuvo Beckenbauer, que ahora tenía otro galardón menos que el doctor.
¿Qué le quedaba a Bilardo por hacer? El hombre que se sentía identificado por una canción de Julio Iglesias, "Me olvidé de vivir", siguió con las extravagancias: se lanzó como pre candidato a presidente, y luego fue actor en su propio programa de televisión. El fútbol ya le quedaba chico.