Los remiseros: testigos de historias urbanas y observadores del acontecer diario en las calles
Manejar un remis es en parte ser muchas cosas más que un remisero. Los choferes manejan además de su coche, el pulso de la ciudad. Son también guardianes de historias que cuentan a otro San Francisco. Marcelo y Alejandra narran algunos capÍtulos para LA VOZ DE SAN JUSTO.
Por Juamps Lídiam
El oficio de remisero no destaca entre los mejor remunerados pero sí puede tratarse de uno de los más fascinantes si se pone el foco en el contacto con la sociedad; la visión de las calles a través de un parabrisas o un espejo retrovisor, o bien a través de las palabras o la mirada de un pasajero, son fieles testimonios del día a día.
'Each night when I return the cab to the garage, I have to clean the cum off the back seat. Some nights, I clean off the blood' (Cada noche cuando devuelvo el taxi al garaje, tengo que limpiar el semen del asiento trasero. Algunas noches, limpio la sangre) dice Travis Bickle (Robert De Niro) en el épico filme de Martin Scorsese: 'Taxi Driver'. San Francisco no es ni cercanamente la Nueva York de los años '70 que recorría Travis, aunque sí se manifiestan, entre otros, episodios de sexo y violencia.
"Trabajar de noche no tiene nada que ver con trabajar de día. No es el mismo movimiento, no es la misma gente, no es el mismo gasto. En general por la noche el tránsito es más tranquilo pero se presta más para otras cosas como la droga, el sexo y el juego: el placer, en definitiva", aduce Alejandra Vocos, quien desde hace 23 años, comenzando de jovencita, se desempeña en la profesión, en una empresa de nuestra ciudad.
Casi a mediados de los '90, a los 20 años, Alejandra se compró un auto, época efectivamente en la que tomaba lugar el boom de los remises. "Como no tenía laburo puse a trabajar el auto, en ese momento pudo haber dos o tres mujeres también en un remis, pero yo era muy chica y eso era lo que más llamaba la atención". Asimismo, a excepción de la externa mirada prejuiciosa que en ocasiones se tiene sobre la mujer al volante, Alejandra afirma que no sintió discriminación. "Hasta el día de hoy puedo decir que nunca me sentí desigual con un hombre, nunca me marcaron diferencias".
Para obtener ganancias los remiseros deben trabajar muchas horas. "Un mínimo de 10 o 12 horas por día", dice Alejandra y añade: "Yo lo trabajo de 8 a 19, en horario corrido. Igual si uno maneja los horarios -que implica ser el dueño del auto- puede estudiar o tener otras ocupaciones".
Conocer a las personas y a la vida misma
Alejandra se expresa sin vacilar y, ante el interrogante de qué es lo mejor que tiene su labor, afirma: "Aprender a conocer a las personas y a la vida misma. Soy de charlar con la gente y también me gusta escuchar. En verano se habla mucho del calor, o si no del gobierno y la plata que no alcanza. Si alguien sube muy inmiscuido en sus problemas familiares, por ejemplo saliendo de una clínica, por tener a alguien muy enfermo, te cuenta cómo se siente y uno tiene que hacer un poco de psicólogo. Lo mismo con los problemas familiares".
"He visto de todo en estos años -prosigue-, todo lo que uno se pueda imaginar. Vi gente teniendo sexo en la calle... en mi auto a veces se pueden poner cariñosos, pero yo hago como que no veo. Tengo una mirada muy positiva y son muy pocas las cosas que no puedo tolerar".
Aun así, hay ciertos límites, lugares a los que prefiere no circular por el simple hecho de prevenir episodios de inseguridad. "Uno por estar en las calles sabe que en ciertos barrios te pueden llegar a tirar un ladrillazo o se pueden meter en el medio de la calle para que otro intente abrir la puerta y sacarte la tickera, la radio o la billetera".
"Las chicas de ahora están más zarpadas, no tienen problemas en contarte, decirte o proponerte cosas. Desde invitarte adentro del boliche o preguntar si se puede pagar el pasaje de otra manera. Que ofrezcan sexo a cambio de un viaje es normal"
San Francisco: Una ciudad "violenta"
Marcelo Gaspar tiene 50 años y desde hace doce es remisero. "Estuve en el rubro de la verdura y decidí cambiar, estaba totalmente seco y una mujer me dio la posibilidad de manejar un auto. Arranqué siendo chofer y cuando pasaron más o menos seis años me pude comprar el auto cero kilómetro, gracias a la ayuda de mi vieja y mis ahorros. Y cada dos años voy renovando el auto".
Su horario semanal de trabajo es de 6 a 20, en ese transitar Marcelo señala que "la ciudad está violenta, no se maneja bien en San Francisco, en los fines de semana se ve más en los viernes que en los sábados. Uno cuando sale palpa el movimiento y si va a haber accidentes, hay gente enloquecida, algunos manejan borrachos o van de a dos haciendo 'willy' en una moto. Las calles más complicadas son las paralelas a 25 de Mayo, como Iturraspe, Belgrano o Cabrera. La gente va por esas calles para evitar el centro pero se maneja muy mal. Y la calle del interprovincial (Calle 1) tanto yo como mis compañeros la tratamos de evitar, no hay respeto para nada".
"Yo me meto en todos los lugares -prosigue-, a lo sumo recibí algunos piedrazos, pero de noche la cosa cambia, no voy a sectores de barrio Parque o Acapulco, y a San Javier directamente no, porque no se puede entrar".
Según la opinión de Marcelo, esta situación se da "por la falta de respeto que existe en la sociedad, en cualquier ámbito, es como en la ley de la selva, el que se manda primero pasa y no le importa si tiene alguien atrás o al costado".
Sexo a cambio a de un viaje
Los fines de semana Marcelo entra antes a trabajar, comienza a las 4 de la madrugada. En esa sucesión de horas, a cambio de un viaje, puede no ser infrecuente recibir propuestas sexuales. "Las chicas de ahora están más zarpadas, no tienen problemas en contarte, decirte o proponerte cosas. Desde invitarte adentro del boliche o preguntar si se puede pagar el pasaje de otra manera. Que ofrezcan sexo a cambio de un viaje es normal. La otra vez llevé a una chica y cuando se iba a bajar me dijo 'Uy no tengo las llaves, ¿qué hacemos ahora? Y le contesté, 'no sé vos pero yo tengo que seguir trabajando'. Se dan muchas situaciones como esas, muchas. Yo estoy bien casado y no necesito de esto. Es decisión de cada uno, en mi caso cuando salgo a laburar salgo a laburar".
El alcoholismo, asimismo, también se manifiesta: "A veces tenés que controlar que no vomiten dentro del auto o hay que ayudarlas a bajar porque están muy borrachas. Me pasó de llevar a una chica que quería quedarse afuera de la casa para recuperarse, pero no estaba en buen estado y golpeé la puerta y salió la madre. No la podía dejar así por la simple razón que la chica estaba sola y el último que la vio fue el remisero".
Por último, Marcelo recuerda un episodio reciente que sucedió durante el día. "Hace poco me pasó de levantar una pasajera, una señorita muy bien puesta. Me pidió primero que la lleve a comprar un bolso y la esperé, cuando salió me pidió que la llevara a un kiosco a comprar cigarrillos. Estando ahí, al volver, me dijo: 'te voy a pedir un favor, me tengo que cambiar'. Le dije que no había problema. Y se cambió dentro del móvil, completamente y sin ningún problema. Y eso ha pasado varias veces".