El “gringo” de la llanura que conquistó las montañas

Sergio Marcelino Cerutti, más conocido como "gringo", lleva más de cuatro décadas conquistando cumbres por toda América Latina. A sus 73 años, se ha convertido en un "dinosaurio", como se definen a los experimentados en el rubro, que acompaña a las nuevas generaciones trasmitiendo valores y el respeto por la naturaleza.
Por Stefanía Musso | LVSJ
Desde hace más de cuatro décadas, Sergio Cerutti, más conocido como "gringo", se dedica a caminar por las montañas, instalarse en los campamentos y subir las cumbres más altas de América Latina. También, fue uno de los iniciadores del "Club de Montaña Champaquí", semillero de los montañistas en la ciudad.
A los 73 años su última expedición de "alta montaña, fue en el pasado verano con el grupo que realizó una nueva ruta de escalada por la vertiente sur del volcán Llullaillaco (6.739 metros), ubicado en la Puna salteña.
Desde el campamento de altura a 5.750 metros, el experimentado dejó todo listo para que el equipo del Club de Montaña Champaquí San Francisco concretara la apertura de una nueva y dura ruta de ascenso al imponente volcán, el santuario más alto del mundo.
Desde hace una semana es considerado como un "Dinosaurio" de la montaña, por toda su experiencia, conocimientos y los valores compartidos con otros montañistas. "Esto nació por una iniciativa de un grupo de montañistas con sede en Villa Carlos Paz que ya de grandes, decidieron juntarse con quienes tuvieron vivencias de experimentaciones. Entonces, llamaron a los que estábamos en los 60 años, pero como éramos muchos, se tuvieron en cuenta algunas cualidades para ser un grupo más reducido como la formación que tuvimos, el comportamiento arriba y debajo de la montaña y si supimos trasmitir los valores de lo que significa ser un montañista", dijo Cerutti.
"En algún momento nos tildaron de ´logia ´y no es así. Es un grupo abierto, pero somos los que compartimos con las nuevas generaciones las experiencias", aclaró por la exclusividad de pertenencia al grupo.
En la montaña, el gringo superando todos los desafíos que le impone la naturaleza.
Los códigos y los valores
Para Cerutti, una expedición a la montaña no es una visita turística. En esos momentos, es cuando se ponen en juego valores y códigos que solo la naturaleza indica. "En la montaña hay una amistad o no va. Esta relación va más allá del común porque de ti o de mí depende el éxito de la expedición"
Y destacó el rol de la mujer escaladora. "La mujer que va a la montaña merece más que respeto", aseguró.
Según el "Gringo", "el primero de los códigos que uno necesita es aprender a respetar al otro; la gente y la forma de vida del lugar con sus creencias, la flora y la fauna del lugar; el suelo que estás pisando; no tirar los desechos porque lo que va contigo, vuelve contigo y tampoco se debe contaminar el paisaje que parece una tontera que hoy se hace y mucho".
"Gracias, Pacha". El mensaje del montañista en Llullaillaco.
Respeto por la naturaleza
Cerutti está contento que cada vez más personas encuentren en el montañismo una forma de deporte, pero no está a favor de las nuevas maneras de promocionar la escalada, donde se interpone lo turístico y económico, por sobre la salud y el respeto por la naturaleza. "Hoy te llevan en calzoncillos y te suben al Everest. Eso no es ser montañista. Para logarlo se necesita un proceso largo de aprendizaje, estudio, escucha, experiencia y mucha preparación", aclaró el hombre.
Conocer a la naturaleza es fundamental. "No sabes por qué dio vuelta el viento, qué te está diciendo la naturaleza, dónde armar una carpa, cómo ir encordado o no, qué puede ocurrir".
El éxito o no de la expedición "depende de la montaña y cómo estas vos, la química no es la misma. Hoy podés estar muy bien y mañana no. Es una cuestión privada de cada uno".
"El montañismo es uno de los deportes que más exige preparación física y mental pero el 60% es la cabeza y el 40% el cuerpo, porque pones en riesgo tu vida y la del otro. Acá no salís de la cancha o te reemplazan. Allá arriba no podes mentir y menos a vos mismo".
"Lo más importante es la seguridad y siempre subimos y bajamos todos", aseguró el gringo quien participó del rescate de Marcelo Márquez de Mar del Plata en el Aconcagua, ya que sus compañeros dejaron muchas dudas sobre lo ocurrido. "Hay cosas inexplicables. Lo hallamos dos días después. Uno de sus amigos estaba más preocupado por el traje que usaba que era alquilado, que hallarlo con vida".
"Por eso, destaco la importancia de conocerse con el otro. Ahora, los nuevos "montañistas" pagan un tour por internet, se conocen arriba de un avión y cuando están en la montaña, no importa quién es el otro, solo importa subir. Es importante tener ética allá arriba, más hoy que el rubro montañismo, se convirtió en un comercio".
"La montaña no es el problema, no está maldita, no es mala, no tiene la culpa, tiene sus propias leyes. Cuando estaban revisándome en mi primera experiencia en Aconcagua, el gendarme que nos revisó en Uspallata me dijo unas palabras que jamás olvidé y recuerdo en cada expedición: ´Señores, tienen pasaje de ida. Espero verlos de vuelta de la misma forma´. Está en nosotros cuidarnos para ir y disfrutar sino, no vale".
El gringo Cerutti es un "dinosaurio" más por su experiencia y por compartir sus valores de montaña.
Un "dinosaurio" de montaña
En 43 años, el gringo estuvo en las bases y algunas cumbres de las montañas más importantes de América Latina.
Un ejemplo es el Aconcagua, su debut en la alta montaña. "Una noche, mi cuñado me dijo de escalar el Aconcagua, pero en esa época no era fácil. En 1982, en plena Guerra de Malvinas, no podíamos conseguir los equipos para viajar y la única fábrica de abrigo con pluma de ganso estaba asistiendo a los combatientes en el conflicto", recordó.
"Cuando volvimos de esa expedición, nos dimos cuenta de la locura que habíamos cometido. Habíamos pasado de un karting a un Fórmula 1. En el `83, con los jóvenes de la ciudad formamos el Club Champaquí y una vez más hicimos Aconcagua pero antes, salimos para aprender".
Las expediciones fueron siempre en promedio dos por año, "saliendo especialmente en invierno para poner a prueba el cuerpo ante las condiciones climáticas más duras. Todavía no existían los guías y era necesario que estén porque cada vez hay más gente que lo quería hacer y uno no puede saber lo que puede pasar", comentó.
Así, el escalador conoció las bellezas naturales más increíbles: los volcanes Ojos del Salado (1987 - 2002 y 2005), Tuzgle (1985), Lanin (1999), Pissis (2013), Antofalla (2017), Walter Penck (2018) y Llullaillaco (2021).
También los cerros Acay (1985), Nevados de Cachi (1986 - 1988 - 1990 - 1996 - 2009 y 2010), Nevados del Famatina (1987 - 1992 y 1994), Nevados del Chañi (1993 y 1998) San Miguel de Palermo (1990) Mercedario (2012), Bonete Chico (2016) y Clavillo del Aconquija (1991).
El Aconcagua, un desafío (1983 - 1984 - 1986 y 1997) y también experimentó por el mundo en los volcanes Rucu Pichincha, Cotopaxi, Cayambe y Chimborazo en Ecuador (2008), Tarija y Pequeño Alpamayo en Bolivia (1997) y el Kilimanjaro en África (1999).
"No hice mucho, pero algo recorrí"; dice bromeando y llenándose se orgullo por los logros alcanzados en su vasta carrera.
"Por suerte pudimos abrir varias rutas, que es el sueño de cualquier montañista y de las 10 montañas más altas de América Latina, pude estar en casi todas", reflexiónó.
Desde sus 50, y saliendo con generaciones más jóvenes, su ritmo físico lo llevó a convertirse en un fiel colaborador de cada grupo, aunque aseguró que a 5.000 metros, "no hay edad ni cuerpo diferente. Es para todos igual, lento y un pie delante de otro. En ese momento, rige la experiencia y el cuerpo".
Una vida en las alturas
El comienzo de esta vida de aventuras para el gringo fue a sus 30 años. "Fue un descubrimiento de algo que hasta ese momento no había pensado. Fue una invitación por parte de su cuñado Luis Valletto que comenzó con la travesía al Cerro Champaquí en el año 1979. Para mí, fue toda una aventura, un aprendizaje y descubrir un mundo nuevo".
Y eso que comenzó como una experiencia aislada, después se convirtió en una actividad casi constante en su vida. "Es lo que los salteños alguna vez me dijeron, ´la peor droga que se podría haber incorporado, el montañismo´", expresó.
No es extraño que a alguien le guste la adrenalina, pero sí que un gringo de estas tierras llanas se apasione tanto y se convierta en uno de los más constantes del país. Y el montañista dio su respuesta: "Muchos se preguntan, ¿Cómo a alguien que vive en una ciudad como San Francisco, a 100 metros a nivel del mar, puede verse tentado por la alta montaña, a 800 kilómetros de su ciudad? Esto nace de uno mismo, del deseo de experimentar algo nuevo y diferente".
Para Cerutti, que parece haber conquistado todo, aún hay expediciones que quedarán pendientes. "Montañas hay muchas y pendientes también. A Llullaillaco lo daba por descartado y pensé que solo quedaría en unas imágenes que vi en 1985, pero cuando Adrián Gandino decidió ir para completar las 10 cumbres más altas de América Latina, lo tomé como una oportunidad, al menos estando en la base a 5.000 metros, colaborando con el equipo".
"Llullaillaco fue mi última expedición de alta montaña, pero no significa que no me vuelva a tentar para otra experiencia. Que te elijan los jóvenes es un orgullo significa que no soy una carga sino útil; que soy un dinosaurio de montaña para siempre", concluyó.