¿El fin de los barbijos?
Desde hoy ya no tendremos que usarlos en lugares cerrados. Y la sensación es que nos estamos quitando el barbijo como si nos sacáramos un grillete que nos mantuvo encorsetados durante más de dos años. Quizás, con el tiempo, sean frecuentes en el paisaje cotidiano. Y no sería una mala noticia.
El Ministerio de Salud de Córdoba confirmó que el uso del barbijo dejará de ser obligatorio en lugares cerrados desde hoy. La medida incluye a las escuelas de toda la provincia y se decidió debido a la reducción de casos de enfermedades respiratorias en las últimas cinco semanas y un "descenso marcado de Covid-19 en los 15 días previos". No obstante, la cartera sanitaria mantiene la recomendación para que "personas mayores o con factores de riesgo continúen utilizando estos elementos de protección en lugares con insuficiente ventilación cruzada y en los que haya aglomeración".
De todos modos, como la pandemia no finaliza por decreto, el Ministerio de Salud insistió en la recomendación de no asistir a los lugares de trabajo, a reuniones sociales ni a guarderías o escuelas en caso de presentar síntomas compatibles con enfermedades respiratorias, tales como fiebre, dolor de garganta o tos. Además, recordó la importancia de que ante estos síntomas las personas no se automediquen y acudan a una consulta médica, en especial quienes presentan factores de riesgo. También alentaron a colocarse los refuerzos y completar esquemas de vacunación Covid-19 para mejorar la protección ante un eventual contagio de esta enfermedad.
La disposición oficial cierra una etapa prolongada de la vida de los cordobeses, signada por los efectos de la pandemia del Covid 19. Empero, como ha ocurrido en muchos otros sitios del planeta, abre una nueva instancia en la que las imágenes que lanzan al aire el barbijo como signo de que se terminó la obligatoriedad se enfrentan con algunas posturas que siguen defendiendo el uso de este adminículo sanitario.
Por cierto, significará alivio dejar de usar de modo permanente y forzoso el tapabocas. No obstante, la pregunta que asoma en la discusión pública es si las mascarillas desaparecerán por completo o bien serán resignificadas en su utilización. En otras palabras, ¿nos arrancaremos el barbijo porque la autoridad sanitaria así lo decidió o lo adoptaremos como un recurso protector permanente tal como se utiliza en otras culturas?
En algunos países de Oriente, se utiliza desde hace siglos y no solo con el fin de evitar los contagios. Se observan en las imágenes provenientes de algunas ciudades de China, donde el nivel de contaminación es tan alto que el smog domina el ambiente. También en las que llegan desde Japón, donde la empatía social es una pauta extendida. Allí, el uso del barbijo es un ritual autoprotector, pero también una práctica colectiva de respeto a los demás.
¿Adoptará el mundo occidental esta costumbre que las decisiones gubernamentales están desactivando? La respuesta todavía no aparece nítida. La sensación es que nos estamos quitando el barbijo como si nos sacáramos un grillete que nos mantuvo encorsetados durante más de dos años. Quizás, con el tiempo, las mascarillas sean, si no habituales, frecuentes en el paisaje cotidiano. Y no sería una mala noticia.