Amanda y Chichi, dos ejemplos de vitalidad en la tercera edad
Se sienten jóvenes para trabajar. María Luisa "Chichi" Torres, con 88 años sigue atendiendo su peluquería. Por su lado, Amanda Troxler, de 75, no se baja de la bicicleta para ir poner inyecciones a domicilio a sus clientes de toda la vida. Estas dos devotenses tienen una fuerte vocación por sus trabajos a los que consideran "su vida" y son muy queridas y apreciadas por los grandes y los chicos del pueblo. Las dos mujeres contaron sus experiencias y cómo sus vocaciones les permiten sentirse plenas y activas en la tercera edad.
Por Isabel Fernández|LVSJ
Son adultas mayores, pero prefieren llamarse "jóvenes" y cumplen una tarea clave en su pueblo, Devoto, llevando alivio, compañía, belleza y bienestar. Eso mismo que ellas sienten en su salud física y mental, manteniéndose activas.
Se trata de Amanda Troxler, de 75 años, la enfermera de casi todos en el pueblo y de María Luisa "Chichi" Torres, que con 88 años sigue atendiendo su peluquería. Ambas tienen una fuerte vocación por sus trabajos a los que consideran "su vida" y son muy queridas por grandes y chicos.
En diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO, estas dos devotenses contaron sus experiencias y cómo sus vocaciones les permiten sentirse plenas y activas en la tercera edad.
La salud en bicicleta
"¡Chau Amanda, cuánto te queremos!", suelen gritarle cuando va por la calle algunos pacientes que atendía cuando eran chicos y ahora son profesionales. Desde hace 46 años trabaja como enfermera, en su bicicleta llega a cada domicilio donde no solo administra los sueros o toma la presión, sino que también entrega su acompañamiento, cariño y consuelo ante el dolor.
También recibe a los pacientes en su consultorio ubicado en su domicilio en Bv. 25 de Mayo 653, donde atesora en un armario, muñequitos, tazas, mates, dibujos y otros regalitos que las personas le dejan en agradecimiento por la atención recibida.
"Esto lo hago gracias a toda la comunidad de Devoto que me brinda toda la confianza, me abrieron sus casas, antes me recibían con un mate o un vaso de jugo, ahora ya no por la pandemia, pero las puertas abiertas las sigo teniendo gracias a Dios. Les debo todo a ellos y a un gran grupo que tengo conmigo que es mi familia, porque puedo hacer todo lo que hago gracias a ellos que siempre me acompañaron", aseguró.
Amanda sigue atendiendo en su casa y en los domicilios y su día comienza bien temprano, a las 6, para aplicar insulinas que deben realizarse en ayunas con análisis, luego continúa con inyectables en los domicilios, control de la presión arterial y también cuida a algún adulto mayor o lo ayuda a higienizarse.
Asegura que prefiere visitar los domicilios en bicicleta y no en moto o en auto. "Cuando voy en la bici puedo ver el pueblo, saludo a todos y me siento cómoda".
"Ser enfermera para mí es toda mi vida, si pudiera volver a nacer, haría lo mismo. No siempre todo es color de rosa, muchas veces me sentí mal cuando llegaba a mi casa después de que alguna persona fallecía. Pero trabajar a esta edad para mí es una gran felicidad", remarcó.
La tarea en el campo
Actualmente el trabajo muy distinto al que hacía en la época de sus comienzos cuando no había celulares y las comunicaciones eran más limitadas. "Tenía que ir al campo y muchas veces a cualquier hora, no como ahora que se acomodan los horarios. Nunca tuve problemas, mis hijos, mi marido se levantaban y me llevaban. Nosotros teníamos auto y la gente que me necesitaba tenía sulky", contó.
"Ahora tenemos la suerte que hay empresas de emergencias, hospitales, clínicas, casi todos tienen una mutual, cuando comencé no todos tenían mutual -recordó la enfermera-. Entonces la internación era mucho en los domicilios, el médico de cabecera indicaba suero y esa noche me la pasaba viajando porque era mi responsabilidad, cuando era en el campo me quedaba en la casa y al otro día me iban a buscar".
Añadió que en esa época "no había muchas enfermeras, pero había gente que sabía inyectar, no colocar un suero, muchas veces en una familia había una mujer que era enfermera de todos".
La enfermera
Amanda en su consultorio al lado de la camilla que fuera de quien considera "un
héroe", el doctor Díaz
La camilla de su héroe
Una camilla antigua es el centro de su consultorio que ella usa y mantiene con orgullo ya que perteneció a quien ella considera "un héroe de Devoto", el doctor Díaz.
"Él fue un héroe de Devoto, trabajó con el pueblo, tenía una vocación tremenda, nunca le interesó el dinero, siempre estuvo para todos, no únicamente como médico sino como persona, atendió a mis padres, mis abuelos y así a todos", afirmó.
Para Amanda la camilla que usó el médico "es un tesoro para porque conocí a su dueño y sé cómo era, una persona con gran humildad. Cuando me enteré que la camilla se había puesto en venta, con otra chica con la que teníamos la enfermería, fuimos y la compramos urgente y ahora me quedé con ella".
Cuidar en pandemia
La pandemia fue un golpe mundial, nadie esperaba no poder estar más cerca de las personas, no tener contacto físico, trabajar con la protección. Para Amanda, como para muchos, esa situación es "chocante y rara" a la hora de cuidar a sus pacientes.
"Actualmente extraño el contacto, el abrazo, el beso, ahora hay que hablar y no tocarse solo mirarse, tratar de estar porque mucha gente está sola -dijo-. No es fácil pero sigo atendiendo con todos los cuidados, gracias a Dios estoy vacunada contra el coronavirus, no es la solución pero se trabaja más tranquilo".
Recordó que no hay que bajar la guardia ante el coronavirus. "No debemos relajarnos ni confiarnos, siempre hay que tener precaución y no miedo, sino respeto, porque el miedo paraliza, el respeto te cuida".
Amanda también se refirió a los enfermeros y enfermeras, médicos y personal de salud que están al frente en este momento. "Todas las noches le pido a Dios que los proteja -afirmó-. Ellos enfrentan el sufrimiento de ver llegar al familiar que se despide del enfermo y no lo ve más, es tremendo, no estábamos preparados para esto".
"Les pido a los colegas jóvenes que no aflojen, que tengan fuerzas, les agradezco todo lo que hacen, Dios les va a bendecir sus vidas y los va a proteger, porque están para la salud de todos", finalizó.
Peluquera de corazón
María Luisa Torres o "Chichi" como la conocen todos en el pueblo tiene 88 años y todavía hace maravillas con su tijera en la peluquería que tiene en su casa, frente a la plaza central de Devoto y a metros del municipio.
"Nunca pensé en llegar a esta edad y poder seguir trabajando, amo la peluquería, hace 56 años que soy peluquera. Me hace bien estar activa y actualizada, busco cortes en Facebook, me gusta cortar el pelo y hacer cosas originales", contó Chichi en su espacio de trabajo.
Su vida es ser peluquera, una profesión que no pudo abrazar de muy joven porque su familia se resistía debido a una secuela en una pierna, que le quedó más corta, después de sufrir una caída cuando tenía dos años. "Por esa situación trabajé ocho años en una estafeta de correo, pero siempre pensaba en la peluquería -afirmó-, después de unos años me pude capacitar y logré hacer lo que me gusta. Viajé mucho para participar en campeonatos en donde aprendí mucho".
"Nunca pensé en
llegar a esta edad y poder seguir trabajando, amo la peluquería", dijo Chichi
"Trabajo bien, ahora mis clientas son todas grandes como yo, pero prefiero decir que somos adultas jóvenes, son las clientas que adopté después de quedarme sola, las aprecio mucho, me cuido y las cuido con todos los protocolos por el coronavirus", contó.
A pesar de los años, Chichi sigue teniendo su fiel clientela que no la abandona y eso le permite mantenerse actualizada con las nuevas tendencias. También, es conocida en el pueblo por atender a varias generaciones de una misma familia y los más jóvenes siguen acudiendo a su peluquería como lo hicieron sus abuelos.