Historias
Un debate singular: ¿Gatos o veneno para combatir las ratas?

La historia menuda de San Francisco incluye temas que sorprenden. Algunos fueron interesantes en su momento; uno fue éste y ocurrió en 1961.
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
Los casos de peste bubónica en San Francisco venían desde fines del siglo XIX. En 1901, apenas llegado el Dr. Enrique Carrá, tuvo que luchar mucho para explicar que la “bubónica pestosa” causaba la muerte de vecinos y que era necesario vacunarse. En ese combate también actuó el Dr. Tomás Areta, quien escribió sobre el asunto.
Entre las razones del retiro de la estación ferroviaria del centro de la ciudad, no estaba solamente la cuestión del tránsito siempre cortado, sino también la presencia numerosa de ratas que se alimentaban de cereales acopiados en sus galpones y enfermaban a trabajadores.
En julio de 1940, se estimó que en su entorno podían existir de 20 a 30 mil roedores, luego que un comerciante frente a la estación diera muerte en un nidal a 30 ratas y ratones y quinientos en una sola propiedad, estimando que en esa manzana habría unos 2.000 roedores. Paralelamente se había iniciado una campaña para matar a éstos por ser portadores de peste bubónica. Enseguida se creó un impuesto de un centavo por metro de superficie de toda propiedad urbana y destinarlo a un fondo de desratización para tomar medidas “drásticas que pongan a cubierto la salud de la población”.
En 1950 LA VOZ DE SAN JUSTO denunció que San Francisco “se encuentra invadido por las ratas (…) Los depósitos de comestibles, acopios de cereales, almacenes, dependencias públicas, viviendas y hasta los baldíos, están poblados de ratas” y reclamó “dar cuenta del peligroso enemigo de la salud colectiva”. Lo mismo se reiteró en 1959 y 1960.
El 16 de junio de 1961, cuando ya hacía diez años que la estación ferroviaria había sido erradicada del centro, el Dr. Andrés Bottiglieri Vicinanza, aconsejaba, a través de este diario y para desratizar la ciudad, la crianza de gatos en casas de familia, fábricas, comercios, depósitos, etc., “para que este enemigo biológico de la rata, haga la destrucción beneficiosa que necesitamos”. Puso como ejemplo Nueva York, “donde -en la Estación Central- el problema de las ratas llegó a ser muy serio y la solución se logró mediante esa forma de destrucción biológica”. Al día siguiente, en un espacio igual, el cerealista Francisco Quaglia, expuso su “experiencia de 35 años de lucha continuada contra las ratas”. Desaconsejaba el uso de gatos “porque cuando comen solo ratas, mueren por enfermedad, por lo que se los debe alimentar (…) y no les interesa la caza de ratas, sino por diversión, y no atacan a las grandes porque éstas se defienden bravíamente; tampoco son efectivos los perros, hurones o trampas”. Sugirió como veneno el “warfarin” un anticoagulante que provocaba la muerte varios días después de consumirlo. Bottiglieri, no se rindió e insistió en defender al gato como cazador y proponía como “campeón de la cacería” al “gato de albañil” y no los de raza. Concluía que, sin la presencia de gatos, “las ratas serían nuestras comensales hasta en la mesa”.
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Un año luego, en julio de 1962, al parecer nadie optó por la recomendación de uno ni del otro, por lo que LA VOZ DE SAN JUSTO trató el problema de la falta de una desratización: “En nuestra ciudad las ratas forman legión. Está todavía en pie la demanda de una campaña general, inteligente, positiva contra ellas, coordinada con métodos y elementos actuales entre la Municipalidad y los vecinos para garantía de la salud pública y defensa de la economía”.
La solución tampoco llegó allí, por lo que se puede concluir que el debate, breve e infructuoso, quedó sólo como anécdota curiosa de la historia local.