Ya nació devaluado

Mientras algunos prometen la dolarización y otros lanzan promesas de terminar con la inflación, en el medio, el billete de dos mil ya nació devaluado.
A nadie escapa que la inflación es un flagelo dramático en la vida argentina. Desde hace décadas, los malabarismos que la gente hace para que la plata alcance se ponen de manifiesto en cada circunstancia. Se asemejan a montañas, las cantidades de billetes con varios ceros, pero casi sin valor que pueblan las billeteras. El de más valor nominal ni siquiera hoy alcanza para una compra pequeña. Y su cantidad es tal que, para almacenarlos, algunos bancos ya han comenzado a alquilar espacios por fuera de sus sucursales.
Mientras tanto, por imperio no se sabe de qué razonamiento "táctico" de las brillantes mentes que pueblan los distintos estamentos gubernamentales, la posibilidad de emitir papeles de mayor denominación estaba prácticamente prohibida. La determinación estaba cimentada en que la salida al mercado de billetes más altos iba a poner de manifiesto a la inflación que existe. Para estos lúcidos estrategas, "acumular" papeles de escaso valor en el bolsillo no genera la percepción de que los precios aumentan a diario.
Frente a la escalada vertiginosa de la inflación de los últimos meses, el gobierno no tuvo otra alternativa que anunciar la salida del billete de dos mil pesos. Pero la vorágine en la que estamos inmersos ha determinado que, antes de su aparición, ya haya perdido gran parte de su poder de compra. Cabe recordar que este billete, en principio, allá por mediados de 2020, iba a ser de cinco mil pesos. Pero el capricho de negar la realidad postergó la decisión. Y cuando fue imposible tapar el sol con las manos, solo se "autorizó" el billete que saldría en pocas semanas.
No se comprende la demora. Tampoco la tozudez en este tema. En 2020, dos mil pesos equivalían a 17 dólares aproximadamente. Hoy, esa cifra solo alcanza para adquirir apenas poco más de 4 dólares. Una simple cuenta matemática da forma a la estrepitosa destrucción de la moneda nacional. Y derrumba sin miramientos ese pensamiento mágico que pretende esconder la realidad y, por ello, insiste en no emitir billetes de mayor denominación, ya que eso evidencia que la inflación existe y se come el valor de la moneda.
En este contexto, la aparición del billete de dos mil pesos no resuelve ningún problema. Ni siquiera el de evitar billeteras "gordas" pero sin poder de compra. Entonces, el debate toma para otro lado y se centra en las figuras que deberían aparecer en esos papeles, afianzando el mágico realismo en el que navega el país. Por más que se las considere como personalidades de la historia de la salud pública nacional, los dos médicos que figurarán en el nuevo billete no gozarán de la atención de sus poseedores. Porque "volarán" rápidamente debido al valor casi testimonial que adquirirán apenas estén en la calle.
Mientras tanto, algunos prometen la dolarización y otros lanzan promesas de terminar con la inflación, pero no brindan demasiados detalles de cómo se conseguirá que el país vuelva a tener moneda. En medio de este berenjenal, el billete de dos mil ya nació devaluado.