PARA PREVENIR DOLOROSAS SITUACIONES
PARA PREVENIR DOLOROSAS SITUACIONES
El fallecimiento
de un bebé de poco más de un año ahogado en una pileta en Frontera advierte sobre
los extremos cuidados que deben ejercerse para evitar una tragedia como la que
hoy sacude a la vecina ciudad y enluta a toda la comunidad.
El fallecimiento
de un bebé de poco más de un año ahogado en una pileta en Frontera advierte sobre
los extremos cuidados que deben ejercerse para evitar una tragedia como la que
hoy sacude a la vecina ciudad y enluta a toda la comunidad.
Ha generado
conmoción y dolor el fallecimiento de un bebé de poco más de un año ahogado en
una pileta en Frontera. La noticia, dura y cruel, da cuenta que el pequeño fue
ingresado al Hospital J. B. Iturraspe y luego derivado a un nosocomio de la
ciudad de Córdoba, donde finalmente se constató su deceso.
El triste
episodio se coloca, lamentablemente, en la lista de sucesos en los que niños de
corta edad pierden la vida por ahogamiento. Es que, cualquier distracción de
los adultos, por menor que fuere, puede derivar en una emergencia que se
transforma en desesperación. Por ello, más allá de esta dolorosa circunstancia,
es preciso advertir sobre los extremos cuidados que deben ejercerse para evitar
una tragedia como la que hoy sacude a la vecina ciudad y enluta a toda la
comunidad.
El verano
pasado fallecieron en la Argentina 64 niños menores de 5 años por ahogamientos,
tanto en natatorios familiares como en los de clubes o municipios. Constituyen
casi el 20 por ciento de las muertes por esa causa ocurridas en aquella época.
Por ello, la Sociedad Argentina de Pediatría emitió una serie de
recomendaciones que van en consonancia con lo que establece la Organización
Mundial de la Salud.
Por ejemplo,
se aconseja instalar barreras para restringir el acceso a las piscinas. Es
decir, cercarlas de modo que los niños no puedan sortear ese obstáculo. Además,
la presencia de los más pequeños en ese lugar siempre debe estar vigilada por
un adulto. Al mismo tiempo, se impone la necesidad de que aprendan a nadar
desde edad temprana y también que las personas a cargo de los niños conozcan
las técnicas de resucitación cardiopulmonar, entre otras medidas. También se
recordó la importancia de utilizar elementos de protección como chalecos
salvavidas validados por las autoridades competentes, "desconfiando de aquellos
recreativos que se venden en jugueterías, pero que no tienen por finalidad el
cuidado del niño ante situaciones de emergencia acuática".
Claro que
todas estas decisiones también dependerán de la edad de los menores. Los más
vulnerables son los niños menores de un año que pueden ahogarse muy rápido,
afirma la entidad que agrupa a los pediatras argentinos, en baldes, tachos,
zanjas o acequias. Mientras tanto, los menores de 5 años sufren este tipo de
situaciones en las piletas u otros espacios de agua. Los niños mayores y los
adolescentes pueden sufrir ahogamientos en ríos o lagos, mayormente por la
subestimación de situaciones peligrosas o por exceso de confianza en sus
conocimientos de nado.
En
definitiva, el dolor mayúsculo que significa la pérdida de una joven vida
impone la necesidad de acentuar las prevenciones por parte de las personas a
cargo de los menores de edad. También el control de estas medidas en los
natatorios públicos por parte de las autoridades municipales competentes. Son
éstas las actitudes adecuadas que deben adoptarse para que la tragedia no se
haga presente otra vez.
Ha generado
conmoción y dolor el fallecimiento de un bebé de poco más de un año ahogado en
una pileta en Frontera. La noticia, dura y cruel, da cuenta que el pequeño fue
ingresado al Hospital J. B. Iturraspe y luego derivado a un nosocomio de la
ciudad de Córdoba, donde finalmente se constató su deceso.
El triste
episodio se coloca, lamentablemente, en la lista de sucesos en los que niños de
corta edad pierden la vida por ahogamiento. Es que, cualquier distracción de
los adultos, por menor que fuere, puede derivar en una emergencia que se
transforma en desesperación. Por ello, más allá de esta dolorosa circunstancia,
es preciso advertir sobre los extremos cuidados que deben ejercerse para evitar
una tragedia como la que hoy sacude a la vecina ciudad y enluta a toda la
comunidad.
El verano
pasado fallecieron en la Argentina 64 niños menores de 5 años por ahogamientos,
tanto en natatorios familiares como en los de clubes o municipios. Constituyen
casi el 20 por ciento de las muertes por esa causa ocurridas en aquella época.
Por ello, la Sociedad Argentina de Pediatría emitió una serie de
recomendaciones que van en consonancia con lo que establece la Organización
Mundial de la Salud.
Por ejemplo,
se aconseja instalar barreras para restringir el acceso a las piscinas. Es
decir, cercarlas de modo que los niños no puedan sortear ese obstáculo. Además,
la presencia de los más pequeños en ese lugar siempre debe estar vigilada por
un adulto. Al mismo tiempo, se impone la necesidad de que aprendan a nadar
desde edad temprana y también que las personas a cargo de los niños conozcan
las técnicas de resucitación cardiopulmonar, entre otras medidas. También se
recordó la importancia de utilizar elementos de protección como chalecos
salvavidas validados por las autoridades competentes, "desconfiando de aquellos
recreativos que se venden en jugueterías, pero que no tienen por finalidad el
cuidado del niño ante situaciones de emergencia acuática".
Claro que
todas estas decisiones también dependerán de la edad de los menores. Los más
vulnerables son los niños menores de un año que pueden ahogarse muy rápido,
afirma la entidad que agrupa a los pediatras argentinos, en baldes, tachos,
zanjas o acequias. Mientras tanto, los menores de 5 años sufren este tipo de
situaciones en las piletas u otros espacios de agua. Los niños mayores y los
adolescentes pueden sufrir ahogamientos en ríos o lagos, mayormente por la
subestimación de situaciones peligrosas o por exceso de confianza en sus
conocimientos de nado.
En
definitiva, el dolor mayúsculo que significa la pérdida de una joven vida
impone la necesidad de acentuar las prevenciones por parte de las personas a
cargo de los menores de edad. También el control de estas medidas en los
natatorios públicos por parte de las autoridades municipales competentes. Son
éstas las actitudes adecuadas que deben adoptarse para que la tragedia no se
haga presente otra vez.