LA OPORTUNIDAD DEL MUNDIAL DE FÚTBOL
LA OPORTUNIDAD DEL MUNDIAL DE FÚTBOL
Llegó por fin el día en que arranca el Mundial de Qatar, tras cuatro
años y medio de larga espera.No
solo se trata de millonarios pateando una pelota, esa pelota puede cambiar al
mundo.
Llegó por fin el día en que arranca el Mundial de Qatar, tras cuatro
años y medio de larga espera.No
solo se trata de millonarios pateando una pelota, esa pelota puede cambiar al
mundo.
"Una pelota puede cambiar el mundo". La frase es propiedad de
Pelé, uno de los más exquisitos futbolistas de la historia. Resume la esperanza
que se deposita en el deporte para modificar la realidad de millones de seres
humanos que viven en condiciones misérrimas. Pero también engloba el espíritu
de paz que debería rondar en cada potrero, en cada estadio, en cada ocasión en
que ese balón ruede.
A partir de hoy estarán de parabienes los "mendigos del buen
fútbol", esos que Eduardo Galeano describe como los que van por el mundo
suplicando "una linda jugadita por amor de Dios" y agradecen "el milagro" sin
que les "importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece". Pero
también estarán aquellos cuestionadores que no comprenden cómo se puede prestar
tanta atención a 22 millonarios que patean aquella pelota destinada a cambiar
el mundo y los que señalan que el Mundial servirá para esconder realidades y
destapar pasiones que descerrajan actos inhumanos y corruptos.
Es verdad que muchos gobiernos, el argentino en particular, están
aguardando la disputa del Mundial de Fútbol para apaciguar las tensiones
sociales. Tanto es así que la ministra de Trabajo de la Nación prefiere que la
Argentina gane la competencia antes que vencer en la batalla contra la inflación,
en la que su gobierno viene sufriendo derrotas estrepitosas. También es cierto
que el fútbol argentino está plagadode suspicacias, mala organización y violencia y que una conquista en el
certamen de Qatar nada cambiará. Los antecedentes en la materia así lo
corroboran. Ignorar estas realidades supone habilitar la puerta para el
aprovechamiento de la pasión que el fútbol genera con miras a la concreción de
objetivos inconfesables de manera pública.
Sin embargo, cuando la pelota pasea por el
césped siempre existe una oportunidad. La convocante fiesta del fútbol tiene
este año ingredientes especiales. Porque esta competencia no es solo un hecho
deportivo. Una cultura lejana y algo extraña albergará los partidos. Las
implicancias sociales, políticas y económicas son fáciles de comprender si se
presta un poco de atención a todas las señales. Imposible, por lo mismo,
resulta desentenderse de la realidad que se vive en el mundo de hoy, con una
guerra inexplicable, con desequilibrios económicos que fracturan a la humanidad
y con la reinstalación de ideologías extremas que, hace pocas décadas,
impidieron incluso que esta competición se lleve adelante.
Puede parecer ingenuo, pero es preciso expresar
el anhelo de que desde Qatar se exprese un mensaje de entendimiento, concordia,
diálogo y búsqueda de la paz entre los pueblos. El deporte siempre es un nexo
que facilita el intercambio y el acercamiento entre culturas. No distingue
entre razas, religiosos o modos de encarar la vida. Por eso puede ser una gran
oportunidad. No solo se trata de millonarios pateando una pelota. Porque,
volviendo a Pelé y aunque se pueda calificar como cándida a esa frase, esa
pelota puede cambiar al mundo.
"Una pelota puede cambiar el mundo". La frase es propiedad de
Pelé, uno de los más exquisitos futbolistas de la historia. Resume la esperanza
que se deposita en el deporte para modificar la realidad de millones de seres
humanos que viven en condiciones misérrimas. Pero también engloba el espíritu
de paz que debería rondar en cada potrero, en cada estadio, en cada ocasión en
que ese balón ruede.
A partir de hoy estarán de parabienes los "mendigos del buen
fútbol", esos que Eduardo Galeano describe como los que van por el mundo
suplicando "una linda jugadita por amor de Dios" y agradecen "el milagro" sin
que les "importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece". Pero
también estarán aquellos cuestionadores que no comprenden cómo se puede prestar
tanta atención a 22 millonarios que patean aquella pelota destinada a cambiar
el mundo y los que señalan que el Mundial servirá para esconder realidades y
destapar pasiones que descerrajan actos inhumanos y corruptos.
Es verdad que muchos gobiernos, el argentino en particular, están
aguardando la disputa del Mundial de Fútbol para apaciguar las tensiones
sociales. Tanto es así que la ministra de Trabajo de la Nación prefiere que la
Argentina gane la competencia antes que vencer en la batalla contra la inflación,
en la que su gobierno viene sufriendo derrotas estrepitosas. También es cierto
que el fútbol argentino está plagadode suspicacias, mala organización y violencia y que una conquista en el
certamen de Qatar nada cambiará. Los antecedentes en la materia así lo
corroboran. Ignorar estas realidades supone habilitar la puerta para el
aprovechamiento de la pasión que el fútbol genera con miras a la concreción de
objetivos inconfesables de manera pública.
Sin embargo, cuando la pelota pasea por el
césped siempre existe una oportunidad. La convocante fiesta del fútbol tiene
este año ingredientes especiales. Porque esta competencia no es solo un hecho
deportivo. Una cultura lejana y algo extraña albergará los partidos. Las
implicancias sociales, políticas y económicas son fáciles de comprender si se
presta un poco de atención a todas las señales. Imposible, por lo mismo,
resulta desentenderse de la realidad que se vive en el mundo de hoy, con una
guerra inexplicable, con desequilibrios económicos que fracturan a la humanidad
y con la reinstalación de ideologías extremas que, hace pocas décadas,
impidieron incluso que esta competición se lleve adelante.
Puede parecer ingenuo, pero es preciso expresar
el anhelo de que desde Qatar se exprese un mensaje de entendimiento, concordia,
diálogo y búsqueda de la paz entre los pueblos. El deporte siempre es un nexo
que facilita el intercambio y el acercamiento entre culturas. No distingue
entre razas, religiosos o modos de encarar la vida. Por eso puede ser una gran
oportunidad. No solo se trata de millonarios pateando una pelota. Porque,
volviendo a Pelé y aunque se pueda calificar como cándida a esa frase, esa
pelota puede cambiar al mundo.