LA CORDURA, ARRINCONADA
LA CORDURA, ARRINCONADA
Toma fuerza la idea de que
"todos son iguales". Que, en el mismo lodo, todos están manoseados. El
descrédito y el descreimiento terminan arrinconando el deseo de que la cordura
prime en este bendito país.
Toma fuerza la idea de que
"todos son iguales". Que, en el mismo lodo, todos están manoseados. El
descrédito y el descreimiento terminan arrinconando el deseo de que la cordura
prime en este bendito país.
La Argentina vive una realidad tan difícil
como inefable. Difícil porque los problemas se acumulan, los pesares se
acrecientan al mismo ritmo que los precios, la pobreza acucia y la
incertidumbre arrecia. Mientras, el Mundial de Fútbol brinda alguna oportunidad
para que asome una suerte de "derecho a la alegría" que hace mucho tiempo
parece vedado para innumerables sectores de la población.
Sin embargo, la disputa político -
judicial muestra con elocuencia los problemas que surgen para encontrar
explicaciones que hagan más digerible el momento. Es inmensa la distancia entre
los verdaderos intereses de la cúpula dirigencial y de algunos sectores de
poder con las vivencias de la gente. Los últimos acontecimientos agregan
condimentos espesos a la trama laberíntica de la vida institucional argentina,
incrementando la sensación de que la inviabilidad es más que una frase de
ocasión pronunciada por alguien molesto con las circunstancias que se viven.
La sentencia condenatoria contra la
vicepresidenta de la Nación por hechos de corrupción es histórica. En
principio, esta valoración remite a que la historia recordará este
acontecimiento como uno de los sucesos más resonantes de la vida argentina de
principios de este siglo. Las demás atribuciones al adjetivo tienen sesgos tan
evidentes como antagónicos. Que, por cierto, no pueden eludirse a la hora del
análisis. Se trata de un fallo judicial cuyas repercusiones políticas e
institucionales todavía asoman inciertas y podrían agregar más leña al fuego
intenso de las disputas por el poder. Y la reacción de la principal condenada
mantuvo las mismas acusaciones de siempre, sin aportar mayores datos que
permitiesen demostrar su inocencia.
Entre esas acusaciones, hizo mucho ruido
la difusión de chats privados entre jueces, funcionarios opositores y
empresarios que tenía como supuesto objetivo difundir una versión falsa con la
que contrarrestar la denuncia por dádivas vinculada a un viaje pagado que
realizaron a la Patagonia en octubre. Prima facie, a nadie escapa que haberlo hecho
público tenía como meta "embarrar" la cancha días antes de que se conociera la
sentencia en el juicio por corrupción en la causa "vialidad".
No obstante, la primera sensación es que
hasta la máxima autoridad del país se embarcó en el reconocimiento de que la
ilegalidad de algunas acciones de inteligencia llega a los límites sospechados:
las conversaciones privadas en este tiempo ya no tienen ese carácter frente a
la impunidad con la que se muevan quienes circulan por los bajos fondos de la
política y la Justicia, amparados en el anonimato y en el manejo ilegal de la
tecnología.
La segunda impresión es que los
funcionarios, magistrados y empresarios involucrados deberían salir de
inmediato a explicar los motivos de ese viaje y cómo se ha financiado, además
de dilucidar cuáles eran los motivos por los cuales se pretendió ocultarlo.
Aquello de serlo, pero también parecerlo exige aclaraciones contundentes.
Quienes intentaron hacerlo se transformaron en equilibristas del lenguaje que
terminaron cayendo en la red de las sospechas. Y nada dilucidaron.
Toma cuerpo, de este modo, la idea de que
"todos son iguales". Que, en el mismo lodo, todos están manoseados. El
descrédito y el descreimiento terminan arrinconando el deseo de que la cordura
prime en este bendito país.
La Argentina vive una realidad tan difícil
como inefable. Difícil porque los problemas se acumulan, los pesares se
acrecientan al mismo ritmo que los precios, la pobreza acucia y la
incertidumbre arrecia. Mientras, el Mundial de Fútbol brinda alguna oportunidad
para que asome una suerte de "derecho a la alegría" que hace mucho tiempo
parece vedado para innumerables sectores de la población.
Sin embargo, la disputa político -
judicial muestra con elocuencia los problemas que surgen para encontrar
explicaciones que hagan más digerible el momento. Es inmensa la distancia entre
los verdaderos intereses de la cúpula dirigencial y de algunos sectores de
poder con las vivencias de la gente. Los últimos acontecimientos agregan
condimentos espesos a la trama laberíntica de la vida institucional argentina,
incrementando la sensación de que la inviabilidad es más que una frase de
ocasión pronunciada por alguien molesto con las circunstancias que se viven.
La sentencia condenatoria contra la
vicepresidenta de la Nación por hechos de corrupción es histórica. En
principio, esta valoración remite a que la historia recordará este
acontecimiento como uno de los sucesos más resonantes de la vida argentina de
principios de este siglo. Las demás atribuciones al adjetivo tienen sesgos tan
evidentes como antagónicos. Que, por cierto, no pueden eludirse a la hora del
análisis. Se trata de un fallo judicial cuyas repercusiones políticas e
institucionales todavía asoman inciertas y podrían agregar más leña al fuego
intenso de las disputas por el poder. Y la reacción de la principal condenada
mantuvo las mismas acusaciones de siempre, sin aportar mayores datos que
permitiesen demostrar su inocencia.
Entre esas acusaciones, hizo mucho ruido
la difusión de chats privados entre jueces, funcionarios opositores y
empresarios que tenía como supuesto objetivo difundir una versión falsa con la
que contrarrestar la denuncia por dádivas vinculada a un viaje pagado que
realizaron a la Patagonia en octubre. Prima facie, a nadie escapa que haberlo hecho
público tenía como meta "embarrar" la cancha días antes de que se conociera la
sentencia en el juicio por corrupción en la causa "vialidad".
No obstante, la primera sensación es que
hasta la máxima autoridad del país se embarcó en el reconocimiento de que la
ilegalidad de algunas acciones de inteligencia llega a los límites sospechados:
las conversaciones privadas en este tiempo ya no tienen ese carácter frente a
la impunidad con la que se muevan quienes circulan por los bajos fondos de la
política y la Justicia, amparados en el anonimato y en el manejo ilegal de la
tecnología.
La segunda impresión es que los
funcionarios, magistrados y empresarios involucrados deberían salir de
inmediato a explicar los motivos de ese viaje y cómo se ha financiado, además
de dilucidar cuáles eran los motivos por los cuales se pretendió ocultarlo.
Aquello de serlo, pero también parecerlo exige aclaraciones contundentes.
Quienes intentaron hacerlo se transformaron en equilibristas del lenguaje que
terminaron cayendo en la red de las sospechas. Y nada dilucidaron.
Toma cuerpo, de este modo, la idea de que
"todos son iguales". Que, en el mismo lodo, todos están manoseados. El
descrédito y el descreimiento terminan arrinconando el deseo de que la cordura
prime en este bendito país.