Granero del mundo, pero importador

Mientras el Banco Central se pregunta a diario dónde hay un dólar, las autoridades de Economía deciden usar las escasas divisas en alimentos foráneos. Ni siquiera reparan en que, desde hace meses, faltan productos esenciales que no se fabrican en el país para mantener la actividad y las fuentes de trabajo.
Luego de conocerse el escandaloso índice de inflación del mes de abril (8,4%), en el Ministerio de Economía de la Nación se dispusieron varias medidas para intentar atenuar el alza de los precios. Casi todas significan más de lo mismo. Es decir, disposiciones que no han dado resultado en ocasiones anteriores y que ahora se repiten con el solo interés de "llegar" con menos ruido inflacionario al comienzo del proceso electoral que se avecina.
No obstante, una sobresale de entre las últimas intrincadas medidas que se lanzaron. El gobierno decidió que el Mercado Central de Buenos Aires reduzca el precio efectivo de venta al público de productos frescos (frutas, verduras, hortalizas, carnes) y productos secos no perecederos (alimentos de primera necesidad) al habilitarlo a importar alimentos con arancel cero.
"Ante la detección de distorsiones en los precios de los alimentos por parte de la Secretaría de Comercio, por el abuso de empresas con posición dominante de mercado, el Mercado Central podrá importar en forma directa dichos productos, creando mayor oferta de sin costos de intermediación", dijeron desde Economía y agregaron que dichos productos serán ofrecidos al público y a comercios minoristas de cercanía de manera directa.
En este sentido, ante la supuesta negativa de los mayoristas y las grandes empresas, se podría abastecer a los supermercados chinos y almacenes barriales con una canasta de productos definidos por la Secretaría de Comercio, importados por el Mercado Central "para romper con el abuso de precios que realizan esas empresas a la hora de abastecer estos puntos de venta de cercanía".
Si. La Argentina tomó la decisión de importar alimentos. El granero del mundo, el país que -en teoría- tiene la capacidad para alimentar a cientos de millones de personas cada año, se ve forzado a que lleguen productos desde otras naciones tan solo porque sus autoridades son incapaces de frenar el incremento de los precios. Su inoperancia y errores de diagnóstico económico termina por establecer una realidad que bien puede ser considerada el mundo del revés.
Nos hemos convertido, entonces, en un granero importador de alimentos. La frase es un oxímoron que no sorprende, agotada como está la capacidad de asombro en la actualidad. Pero la medida vuelve a actuar sobre los efectos y no resuelve ni por asomo las causas de la inflación. Además, el problema no se remite a una serie de productos alimenticios, sino que deviene del caos macroeconómico generado por la política.
En el mismo sentido, mientras el Banco Central se pregunta a diario dónde hay un dólar, las autoridades de Economía deciden usar las escasas divisas en alimentos foráneos. Ni siquiera reparan en que, desde hace meses, faltan en el país productos esenciales que no se fabrican en el país para mantener la actividad y las fuentes de trabajo y que traerlos supone el cumplimiento de engorrosos trámites no exentos de polémicas y sospechas de negocios bajo la mesa.
Por último, nuevamente el gobierno presidido -hoy virtualmente- por quien se autocalificó como el "porteño más federal", pretende resolver un problema que aqueja a todos los argentinos con una disposición que, de llevarse a la práctica, solo abarcaría al Área Metropolitana de Buenos Aires. El gobierno del granero del mundo que decidió importar alimentos muestra una vez más que el adjetivo de nacional no se ajusta a la realidad.