GONZALO Y LUCIANA, ALMA DE CIRCO… CALLEJERO
GONZALO Y LUCIANA, ALMA DE CIRCO… CALLEJERO
El 6 de octubre se
celebró el Día del Circo Argentino y charlamos con "Cuete Pelota" y "Petunia"
sobre la magia circense que también se da afuera de la carpa y más cerca de la
gente.
El 6 de octubre se
celebró el Día del Circo Argentino y charlamos con "Cuete Pelota" y "Petunia"
sobre la magia circense que también se da afuera de la carpa y más cerca de la
gente.
El circo en la
Argentina tiene una historia particular, porque desde sus inicios estuvo
estrechamente vinculado al teatro gauchezco y a distintas disciplinas
artísticas que se conjugaban en un espectáculo criollo.
El devenir de los años
trajo los circos de grandes producciones, limitados al espacio de la carpa y con
un público meramente espectador.
Pero en las últimas
décadas hubo un resurgir de la tradición circense en su expresión más pura: la
callejera. El pasado 6 de octubre se celebró el Día del Circo Argentino en
homenaje, precisamente, a Pepe Podestá, considerado el padre del circo criollo.
Para charlar sobre la
historia y la actualidad de esta expresión artística, charlamos con dos
referentes sanfrancisqueños como son Gonzalo Borgogno y Luciana Balangione,
hacedores de La Parlota Circo.
Ya con casi 20 años de
experiencia en las artes circenses, quienes encarnan los personales de Cuete
Pelota y Petunia, afirman que el público hoy elige y reconoce en igual medida
al circo de carpa y al callejero.
- ¿De qué
hablamos cuando hablamos de circo en Argentina?
De cualquier
disciplina que esté vinculada con el circo. Ya no se entiende más al concepto
de circo como un espacio escénico. Ya trascendió a la carpa y las nuevas
generaciones ya entienden al circo como algo más amplio. Esto es debido a que
las disciplinas circenses empezaron a ocupar otros escenarios como salas, la
televisión, la calle, el teatro, espectáculos musicales. Ya no es necesario ir
a un circo para ver a un artista de circo. Si bien hay gente más adulta como mi
abuela por ejemplo que sigue vinculando al circo con la carpa, con ese grupo de
personas itinerante que viajaba por los pueblos haciendo espectáculos.
- ¿En
nuestra sucede lo mismo?
En nuestra región, por
los festivales que venimos haciendo y por iniciativas culturales de los
gobiernos, hay un mayor acercamiento a la nueva tendencia del circo
protagonizada por generaciones que no venimos de familias de artistas. Hay otra
visión en San Francisco y la zona, cuando nos ven -y si bien no hacemos todas
las disciplinas del circo conocidas- haciendo un poco de acrobacias, malabares
y humor, ya lo sienten como un espectáculo de circo. La gente se va contenta
habiendo visto a un payaso haciendo malabares.
- ¿Cómo fue
el primer contacto de ustedes con este estilo de circo?
En nuestro caso fue a
través de un amigo viajero que aprendió a hacer malabares y nos enseñó. Nos
interesó, nos gustó la idea y quisimos saber más. En San Francisco no había
lugares para formarse, prácticamente no había internet y por eso en 2003
empezamos a salir de la ciudad, buscando dónde aprender. Nos dimos cuenta de
que había una red de viajeros que hacía lo mismo que el punto de reunión eran
los encuentros y las convenciones. Había artistas que rompían un poco la
tradición cerrada de que el circo solo se transmitía de generación en
generación dentro de las familias. Esos artistas empezaron a salir de la carpa
y a compartir y así tuvimos acceso a esa información.
Quienes iniciaron esa
bifurcación fueron los hermanos Videla, quienes fundaron la Escuela de Circo
Criollo en Buenos Aires en los inicios de los 80s. Ahí asistieron muchos
jóvenes y allí se forjaron los primeros artistas del nuevo circo. Y ellos
empezaron a viajar y transmitir sus destrezas y así se fue contagiando. El
circo contagia, llega a cualquier lugar y al ser tan abierto lo puede hacer
cualquier persona. En nuestro caso, cuando empezamos, ya existía el circo
criollo pero no había muchos espacios de encuentro y todo sucedía en esas
convenciones. Para nosotros fue tan grande el impacto del aprendizaje que
logramos que en 2015 empezamos a generar nosotros convenciones y terminamos
organizando la Convención Argentina de Malabares, para difundir el malabarismo
desde muchos aspectos como el pedagógico, el social y el didáctico.

- ¿En qué se
diferencia el circo callejero del de carpa?
Tiene versatilidad
desde lo técnico, porque no se necesitan demasiadas cosas ni mucha
infraestructura. En un espacio pequeño, de 4x4, con un pequeño sistema de
sonido y una valija ya puede suceder algo, de 30, 40 o 50 minutos. También
cuenta con una red comunitaria inmensa, con apoyo entre todas las partes y eso
hace que los artistas puedan viajar con más facilidad y tener más puntos para
trabajar. Después, desde el contenido, el circo callejero está más vinculado al
teatro. También la tiene el circo de carpa, pero con otra infraestructura.
Otra gran diferencia
del circo callejero es la gorra, el pago a voluntad. El artista callejero tiene
que irrumpir en el escenario cotidiano y hacer que la persona que está
caminando por la calle se interese en acercarse a ver un espectáculo que tiene
una propuesta interactiva. El público está participando todo el tiempo, a
diferencia de una carpa donde por ahí vas, te sentás y ves de forma pasiva el
espectáculo. La gorra representa la libertad de elegir, desde pararte a ver un
espectáculo hasta darle un valor. A la hora de encararlo como un trabajo, nos
pareció muy interesante y lindo, porque termina siendo un espectáculo de
calidad como el de una carpa, pero accesible para todo el mundo, para el que
puede pagar y para el que no.

- ¿Las
nuevas generaciones sienten empatía con el circo callejero?
En este cambio de
formato del circo, que está en la calle, que forma parte de las propuestas
culturales de los municipios, que tiene espacios de formación profesionales, el
público vuelve a disfrutarlo. Por varias razones. Los adultos que han ido al
circo tradicional es volver a entrar en contacto con ese niño que se sorprendía
y admiraba a los trapecistas y se reía con los payasos. A la vez, los hijos
vuelven a disfrutar de esa tradición pero ya con otro formato. Pero básicamente
el alma del circo sigue siendo la misma: emocionar, entretener, sorprender, el
factor del riesgo y la risa son muy importante. El circo, esté donde esté, sea
en una carpa, en un teatro o en la calle sigue teniendo el mismo objetivo.
El circo en la
Argentina tiene una historia particular, porque desde sus inicios estuvo
estrechamente vinculado al teatro gauchezco y a distintas disciplinas
artísticas que se conjugaban en un espectáculo criollo.
El devenir de los años
trajo los circos de grandes producciones, limitados al espacio de la carpa y con
un público meramente espectador.
Pero en las últimas
décadas hubo un resurgir de la tradición circense en su expresión más pura: la
callejera. El pasado 6 de octubre se celebró el Día del Circo Argentino en
homenaje, precisamente, a Pepe Podestá, considerado el padre del circo criollo.
Para charlar sobre la
historia y la actualidad de esta expresión artística, charlamos con dos
referentes sanfrancisqueños como son Gonzalo Borgogno y Luciana Balangione,
hacedores de La Parlota Circo.
Ya con casi 20 años de
experiencia en las artes circenses, quienes encarnan los personales de Cuete
Pelota y Petunia, afirman que el público hoy elige y reconoce en igual medida
al circo de carpa y al callejero.
- ¿De qué
hablamos cuando hablamos de circo en Argentina?
De cualquier
disciplina que esté vinculada con el circo. Ya no se entiende más al concepto
de circo como un espacio escénico. Ya trascendió a la carpa y las nuevas
generaciones ya entienden al circo como algo más amplio. Esto es debido a que
las disciplinas circenses empezaron a ocupar otros escenarios como salas, la
televisión, la calle, el teatro, espectáculos musicales. Ya no es necesario ir
a un circo para ver a un artista de circo. Si bien hay gente más adulta como mi
abuela por ejemplo que sigue vinculando al circo con la carpa, con ese grupo de
personas itinerante que viajaba por los pueblos haciendo espectáculos.
- ¿En
nuestra sucede lo mismo?
En nuestra región, por
los festivales que venimos haciendo y por iniciativas culturales de los
gobiernos, hay un mayor acercamiento a la nueva tendencia del circo
protagonizada por generaciones que no venimos de familias de artistas. Hay otra
visión en San Francisco y la zona, cuando nos ven -y si bien no hacemos todas
las disciplinas del circo conocidas- haciendo un poco de acrobacias, malabares
y humor, ya lo sienten como un espectáculo de circo. La gente se va contenta
habiendo visto a un payaso haciendo malabares.
- ¿Cómo fue
el primer contacto de ustedes con este estilo de circo?
En nuestro caso fue a
través de un amigo viajero que aprendió a hacer malabares y nos enseñó. Nos
interesó, nos gustó la idea y quisimos saber más. En San Francisco no había
lugares para formarse, prácticamente no había internet y por eso en 2003
empezamos a salir de la ciudad, buscando dónde aprender. Nos dimos cuenta de
que había una red de viajeros que hacía lo mismo que el punto de reunión eran
los encuentros y las convenciones. Había artistas que rompían un poco la
tradición cerrada de que el circo solo se transmitía de generación en
generación dentro de las familias. Esos artistas empezaron a salir de la carpa
y a compartir y así tuvimos acceso a esa información.
Quienes iniciaron esa
bifurcación fueron los hermanos Videla, quienes fundaron la Escuela de Circo
Criollo en Buenos Aires en los inicios de los 80s. Ahí asistieron muchos
jóvenes y allí se forjaron los primeros artistas del nuevo circo. Y ellos
empezaron a viajar y transmitir sus destrezas y así se fue contagiando. El
circo contagia, llega a cualquier lugar y al ser tan abierto lo puede hacer
cualquier persona. En nuestro caso, cuando empezamos, ya existía el circo
criollo pero no había muchos espacios de encuentro y todo sucedía en esas
convenciones. Para nosotros fue tan grande el impacto del aprendizaje que
logramos que en 2015 empezamos a generar nosotros convenciones y terminamos
organizando la Convención Argentina de Malabares, para difundir el malabarismo
desde muchos aspectos como el pedagógico, el social y el didáctico.

- ¿En qué se
diferencia el circo callejero del de carpa?
Tiene versatilidad
desde lo técnico, porque no se necesitan demasiadas cosas ni mucha
infraestructura. En un espacio pequeño, de 4x4, con un pequeño sistema de
sonido y una valija ya puede suceder algo, de 30, 40 o 50 minutos. También
cuenta con una red comunitaria inmensa, con apoyo entre todas las partes y eso
hace que los artistas puedan viajar con más facilidad y tener más puntos para
trabajar. Después, desde el contenido, el circo callejero está más vinculado al
teatro. También la tiene el circo de carpa, pero con otra infraestructura.
Otra gran diferencia
del circo callejero es la gorra, el pago a voluntad. El artista callejero tiene
que irrumpir en el escenario cotidiano y hacer que la persona que está
caminando por la calle se interese en acercarse a ver un espectáculo que tiene
una propuesta interactiva. El público está participando todo el tiempo, a
diferencia de una carpa donde por ahí vas, te sentás y ves de forma pasiva el
espectáculo. La gorra representa la libertad de elegir, desde pararte a ver un
espectáculo hasta darle un valor. A la hora de encararlo como un trabajo, nos
pareció muy interesante y lindo, porque termina siendo un espectáculo de
calidad como el de una carpa, pero accesible para todo el mundo, para el que
puede pagar y para el que no.

- ¿Las
nuevas generaciones sienten empatía con el circo callejero?
En este cambio de
formato del circo, que está en la calle, que forma parte de las propuestas
culturales de los municipios, que tiene espacios de formación profesionales, el
público vuelve a disfrutarlo. Por varias razones. Los adultos que han ido al
circo tradicional es volver a entrar en contacto con ese niño que se sorprendía
y admiraba a los trapecistas y se reía con los payasos. A la vez, los hijos
vuelven a disfrutar de esa tradición pero ya con otro formato. Pero básicamente
el alma del circo sigue siendo la misma: emocionar, entretener, sorprender, el
factor del riesgo y la risa son muy importante. El circo, esté donde esté, sea
en una carpa, en un teatro o en la calle sigue teniendo el mismo objetivo.