El año en el que se perdió la idea de futuro
Ha transcurrido un año de vivencias extraordinarias. Nunca se había vivido así, al menos en el último medio siglo. Generaciones enteras no conocían esta situación. Se suspendió el tiempo y se esfumaron los puntos de referencia que permitían orientarse en el presente y proyectarse al futuro.
Hace exactamente un año comenzaba el aislamiento social obligatorio a nivel nacional por la crisis del coronavirus. A través de un decreto se prohibió a toda la ciudadanía abandonar sus hogares con la excepción de salir a comprar alimentos o medicinas, hasta el 31 de marzo. La orden de cuarentena obligatoria entró en vigencia a partir de la medianoche del 20 de marzo y a partir de allí todo cambió, quizás para siempre.
Mascarilla, alcohol en gel, videollamadas familiares y laborales, deterioro económico en determinadas actividades que llegó a niveles catastróficos, menos deporte, el rubro gastronómico y el hotelero en crisis terminal, se terminaron los viajes, el teletrabajo se ha impuesto, la educación virtual también. Los etcéteras podrían continuar hasta una enumeración casi infinita de modificaciones en la vida de los argentinos. Que no son tan diferentes a las que sufrió el conjunto de la humanidad en esta pandemia, pero que en nuestro país adquirieron ribetes singulares.
Ha transcurrido un año de vivencias extraordinarias. Nunca se había vivido así, al menos en el último medio siglo. Generaciones enteras no conocían esta situación. Se suspendió el tiempo y se esfumaron los puntos de referencia que permitían orientarse en el presente y proyectarse al futuro. Sabemos, porque lo estamos recordando, cuándo empezó esta nueva manera de vivir. Pero no tenemos noción de lo que podrá ocurrir en el futuro, ni siquiera en el más cercano.
El historiador francés François Hartog, autor de varias obras en las que trata de relacionar el pasado con el presente, entre ellas, Chronos. Occidente lidiando con el tiempo, va más allá: "La idea de que el futuro es una amenaza se ha afianzado en las últimas décadas, por ejemplo, a través de la amenaza climática. Mientras que anteriormente, especialmente durante el siglo XX, se veía positivamente: era el futuro del progreso". Agrega que a esta percepción ya existente se ha sumado la pandemia para acrecentar la incertidumbre y el pesimismo sobre lo que sobrevendrá. En definitiva, hemos perdido la visión del futuro. No el lejano. El inmediato.
La percepción social en la Argentina contempla todas estas alternativas. Al principio, el aislamiento se aceptó de buena manera. Las formas en las que se presentó permitieron un grado de consenso importante. A poco de andar, el cambio de hábitos se hizo palpable. Pero, con el correr de los meses, el hartazgo y la sensación de que la cuarentena extensa era objeto de la disputa política determinaron la aparición de resquemores, rechazos y hasta conductas que ignoraron la crisis sanitaria.
Por cierto, muchos de los gobernantes no predicaron con el ejemplo. Aprovecharon la triste realidad que se vive para fortalecer su costado autoritario y avanzar en temáticas que no son prioridad para la ciudadanía. Mientras tanto, casi resignados a esperar la vacuna que llega, pero no llega, las incertezas se mantienen en este presente en el que, tal como lo describió el citado Hartog, las cosas pasan, pero no pasan.