Derechos de la infancia: una utopía

"Con los chicos no" se transforma en un eslogan simpático. Pero con significante vacío. Porque la situación socioeconómica afecta gravemente a los chicos. Seis de cada diez son pobres.
En la previa del último acampe que el Polo Obrero hizo en la Plaza de Mayo, la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, solicitó "con carácter urgente" la intervención de la Defensoría de Niñas, Niños y Adolescentes por la posibilidad de que menores de edad duerman en las calles en medio de la protesta, como ya ocurrió en otras oportunidades. "Con los chicos en el acampe, no", sostuvo Tolosa Paz, que hizo esta solicitud de intervención a través de una carta, ante la inminente posibilidad de nuevas manifestaciones en la vía pública, y más allá de las acciones legales que puedan corresponderles a los responsables, tal como informaron desde su cartera.
Por supuesto, este tardío reclamo fue absolutamente ignorado. No solo por los organizadores de estas movilizaciones en las que se pretende mostrar la capacidad de "ganar la calle" que tienen algunas agrupaciones de izquierda, que es inversamente proporcional al poder que manifiestan en "llenar urnas". También por quienes están al frente de organismos del Estado encargados, supuestamente, de velar por el cumplimiento de los derechos de la infancia. Incluso también por la propia ministra reclamante, quien está a cargo de una cartera que viene, desde hace tiempo, favoreciendo a los que lucran con la desesperación que la pobreza extrema genera en millones de argentinos.
"Con los chicos no" se transforma, de este modo, en un eslogan simpático. Pero con significante vacío. Porque la situación socioeconómica afecta gravemente a los chicos. Seis de cada diez son pobres. Y la mitad de ellos sufren privaciones tan severas que se convierten en un obstáculo casi insalvable para su desarrollo como personas.
El último informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina, señala que, a fines del año pasado, el 61,6% de los niños y adolescentes se encontraban entonces por debajo de la línea de pobreza y que experimentaban al menos la efectiva ausencia del cumplimiento de los derechos de la infancia. Derechos que están contemplados en la legislación nacional e internacional, contemplados en normas bien conocidas por quienes discuten esta problemática: la Convención de los Derechos del Niño (ONU, 1989), la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Ley 26.061), y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS-ONU, 2015), entre otras disposiciones internacionales que luego se expresan en la legislación tanto de la Nación como de las distintas provincias.
Sin embargo, a fines de 2022 y siempre según el informe referido, un tercio de la población de niños y adolescentes sufría hambre: 1.600.000 chicos atravesaban privaciones alimentarias severas y más de 4.000.000 experimentaban inseguridad alimentaria. Seis de cada diez recibían algún tipo de alimentación gratuita. Y el dramático fenómeno ya alcanzaba a sectores de la clase media, aquejadas por la pérdida del valor de sus ingresos. La inflación descontrolada de los primeros meses de este año no ha hecho más que agravar esta tendencia.
Al mismo tiempo en el que las cámaras de televisión mostraban cómo los chicos participaban también del acampe en el centro porteño, funcionarios y dirigentes seguían entreverados en su lucha verbal. Nadie de ellos es capaz -lo acontecido en los últimos tiempos demuestra que nunca lo ha sido- de generar las condiciones para que los derechos de la infancia comiencen a cumplirse. Aquello de que los niños son los únicos privilegiados, consigna que el peronismo y la izquierda repiten desde hace décadas como un dogma, en realidad es una utopía.