Coronavirus, redes sociales y grieta política
Por Julio C. Perotti (Especial)
Casi nada de nuestras vidas puede escapar hoy a las redes sociales. Estamos dentro de ellas y, cada vez con más frecuencia, nos vemos sin posibilidad de escapatoria.
Son tan poderosas, que influyen sobre nuestro modo de pensar y de actuar.
Este aspecto encendió luces de alarma durante los procesos electorales. En efecto, se producía lo que los expertos definieron como "burbuja de filtro": los algoritmos nos muestran cada vez más información (no importa si buena o mala) que se acerca a las preferencias que hemos ido marcando en las redes.
Cada vez que dimos un Me gusta o compartimos determinado posteo en Facebook, se fue armando una huella de nuestras "preferencias", al que esos misteriosos algoritmos acercan en adelante más y más información similar.
Entonces, visto desde la política, la red es capaz de encerrarnos en un círculo en el que no vemos otra cosa que aquello con lo que tenemoso afinidad. Y esto afecta nuestra capacidad autocrítica para observar la realidad más allá de nuestra lente.
Ajora, frente a un flujo imparable de información sobre el coronavirus, la situación se torna muchísimo más grave aún: no poder distinguir entre información de calidad e historias que son falsas puede derivar en la toma de decisiones equivocadas respecto de nuestra propia vida.
Para comparar: un gobierno mal elegido puede ser reemplazado en cuatro años: una determinación de salud mal adoptada puede conducirnos a la muerte. Sencilla la diferencia.
Lo cierto es que la circulación constante de noticias, consejos, memes, chicanas, etc, sobre el coronavirus nos deja indefensos. Del tsunami es imposible escapar.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y redes sociales como Facebook, Twitter y Tik Tok, están haciendo esfuerzos por controlar la información falsa. Pero la pelea es titánica y desigual.
Los especialistas consideran que ver tantas noticias sólo genera más ansiedad. Los miedos aumentan mucho más que los casos del virus.
Esto explica, también, la desesperación de la sociedad por ir corriendo a los supermercados y llenar carros y carros, en muchos casos con productos innecesarios, por miedo al desabastecimiento. Esto no es patrimonio de la Argentina: las noticias que llegan de Europa van en la misma línea.
La infodemia
Sólo recordemos que todo comenzó en China a mediados de enero pasado. Pese a la cerrazón política y comunicacional del régimen chino, que ejerce un fuerte control sobre Internet, la OMS se vio obligada el 2 de febrero, apenas 15 días después, a definir al nuevo coronavirus como una "infodemia" masiva.
¿Qué significa "infodemia"? Que la gente está afectada por una sobrecarga de información (no importa si buena o mala) que le dificulta detectar cuáles son las fuentes fidedignas y los consejos apropiados.
La OMS reconoció que eso hace distinta, y más compleja, la situación respecto de otros brotes virales anteriores, como Sars, Mers y Zika, que también provocaron una alterna mundial.
Sumado a esta incertidumbre y ansiedad, muchos mensajes contienen un tono de carácter racista preocupante. Memes racistas y difamaciones proliferan en TikTok, una red con fuerte acento juvenil, Twitter y Facebook.
Si estos son los problemas en redes visibles, lo que ocurre dentro de los grupos de WhatsApp, que están fuera de control de las plataformas, es más inquietante aun.
En las últimas horas, por ejemplo, el reconocido neurólogo Facundo Manes debió desmentir que sea de su autoría un audio en que hablaba del coronavirus, aun cuando la vez era muy parecida a la suya.
Justo cuando WhatsApp se convierte en una herramienta fundamental para estar conectados en medio de aislamiento, la red distribuye información sucia, pero supuestamente validada. Es que cualquier mensaje que circula en WhatsApp proviene de alguien que forma parte de un grupo al que los receptores conocen y, por ende, legitiman el contenido.
El abismo
En Argentina, el coronavirus y sus derivaciones en las redes siguen alimentando la grieta política.
De un lado, los anuncios oficiales, en particular los que hacen el presidente Alberto Fernández y el ministro de Salud, Ginés González García, son militados por el sector de sus seguidores, pero denostados o desconfiados por el otro.
Y por otra parte, se aplaudió y se atacó un mensaje como el que emitió el expresidente Mauricio Macri, con el que llamó a tener "solidaridad, compromiso y paciencia de parte de los ciudadanos" e "invitar a todos a ser responsables y mantener la calma, así como a acompañar las medidas que tomó el gobierno".
En efecto, ese alineamiento respecto de las acciones que tome el Gobierno fue despreciado por sectores del kirchnerismo, que lo acusaron de haber abierto las puertas al coronavirus por haber en su momento modificado el status del Ministerio de Salud.
Macri "da consejos luego de haber degradado el Ministerio de Salud a Secretaría", publicó el diario oficialista Página/12. Le atribuye haberlo dejado "con un presupuesto ajustado para cumplir con las exigencias del FMI, y en acefalía por la renuncia de Alberto Rubinstein".
Mensajes como estos poco contribuyen a bajar las tensiones políticas para enfocar la atención en la verdadera problemática, que es la sanitaria.
Pero todo tiene un lado bueno. Algunos expertos plantean que las redes se vive un "duelo colectivo", un apoyo mutuo para pasar el mal momento. El ejemplo de los italianos cantando a viva voz "Bella ciao", un himno de resistencia antifascita volvió a poner de moda la serie española "La Casa de Papel".
¿Catarsis para evitar que en el aislamiento el pánico gane la batalla? Con seguridad, un rayo esperanzador frente a la desazón colectiva.
En su novela "La peste", publicada en 1947, Albert Camus cuenta la vida de médicos que lucha contra una plaga en la ciudad de Orán, en Argelia.
Su conclusión es maravillosa: Aun en el peor de los momentos, en los seres humanos hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.
En tiempo de redes, una lección más valiosa que nunca.