Carne: tropezar con la misma piedra
La previsibilidad no es un valor apreciado por quienes gobiernan. Así, los productores no invierten, los frigoríficos se paralizan y los trabajadores pierden su fuente laboral. Es lo que ha comenzado a ocurrir en las últimas semanas.
Los ministerios de Desarrollo Productivo y de Agricultura prorrogaron hasta el 31 de octubre próximo las restricciones de las exportaciones de carne vacuna hasta un 50% del promedio despachado el año pasado. La resolución indicó que "el impacto de las medidas que limitaron la venta al exterior de manera temporal ha comenzado a mostrar resultados positivos", y destacó que "tras dos meses de vigencia, los precios se estabilizaron e incluso mostraron cierta retracción en distintos eslabones de la cadena".
Según los autores del cepo ganadero, los "resultados exitosos" pueden observar en que se habría cumplido "el objetivo de reducir la dinámica de precios", aunque no brindaron ningún elemento conceptual que permita comprobar si en realidad sucede la caída del valor de la carne en la venta minorista. Al mismo tiempo, intentando anticiparse a las críticas por la polémica medida, ambos ministerios admiten que "la solución estructural a la tensión entre mercado externo e interno se vincula con medidas que permitan aumentar la producción". Pese a este reconocimiento, no parecen tener intención de avanzar en la discusión de fondo.
Es que la restricción a la exportación va en el camino contrario al crecimiento de la producción. Ya se probó esta receta y su fracaso fue estrepitoso. Basta recordar que una disposición similar rigió durante varios años durante la anterior administración kirchnerista con efectos devastadores: despido de miles de trabajadores, suspensión de actividades en numerosos frigoríficos, caída de las ventas al exterior en un 75% con la consecuente pérdida de mercados, pérdida de más de 12 millones de cabezas de ganado, consumo interno desbarrancado y casi nula incidencia en los precios internos.
Se refleja en este tema una costumbre recurrente de la dirigencia política argentina: la de tropezar con la misma piedra y de volver a reflotar el pasado demostrando no haber aprendido nada de la experiencia anterior. En lugar de diseñar un verdadero plan ganadero que contenga incentivos para aumentar la producción y presente expectativas de inversión, se insiste en una medida coyuntural, electoralista, cuyos resultados han sido -siempre- negativos cuando se la aplicó.
La previsibilidad no es un valor apreciado por quienes gobiernan. Así, los productores no invierten, los frigoríficos se paralizan y los trabajadores pierden su fuente laboral. Es lo que ha comenzado a ocurrir en las últimas semanas. Y lo advierten dirigentes sindicales afines al gobierno incluso. Por ejemplo, el titular del Sindicato de la Carne de Santa Fe, Daniel Roa, advirtió que el cepo ya produjo 150 despidos y peligran 10 mil puestos de trabajo en esa provincia. Sentenció además que "la medida fracasó y hay que revisarla, ya que tenía como principal objetivo bajar el precio de la carne y que haya más oferta, algo que no sucedió". En este marco, las organizaciones del campo preanuncian nuevas protestas y el diálogo no parece ser prioridad.
Entonces, retomando la expresión del título, en el tema de las exportaciones de carne, el gobierno vuelve a tropezar. Al parecer, se ha enamorado de la misma piedra.