TRADICIÓN Y MEMORIA
TRADICIÓN Y MEMORIA
En esta fecha tan
especial sería interesante aguzar la reflexión sobre el modo cómo abordamos la
evocación de nuestras tradiciones, que son mucho más que una danza bailada una
vez al año. Por lo pronto, esto no es solo tarea de la escuela.
En esta fecha tan
especial sería interesante aguzar la reflexión sobre el modo cómo abordamos la
evocación de nuestras tradiciones, que son mucho más que una danza bailada una
vez al año. Por lo pronto, esto no es solo tarea de la escuela.
El concepto de tradición
refiere a un conjunto de
costumbres, valores y creencias compartidas por una sociedad forjadas a lo
largo de una historia en común. Es la tradición, transmitida de generación a
generación lo que crea la identidad de una comunidad. El Día de la Tradición es
el reconocimiento de nuestra identidad como país, de
nuestra propia particularidad en el contexto de las naciones del mundo. Y, por
qué no, también hace referencia a la singularidad de una provincia, de una
ciudad, de una pequeña localidad.
Celebrar la
tradición exige un esfuerzo para recobrar la memoria colectiva. Conocer de dónde
se viene permite adentrarse en lo que se es y en la evolución de un pueblo. El
10 de noviembre es una jornada especial que merecería más espacio en nuestras
vidas. Por fortuna, a pocos días de que una tradición anglosajona (Halloween)
es celebrada por aquí imitando las costumbres provenientes del hemisferio
norte, tenemos la ocasión de que nuestras tradiciones sean recreadas para
fortalecer una identidad que no debe perderse en la maraña globalizadora.
En este
marco, para que tenga éxito la transmisión de nuestros valores perennes y las
manifestaciones que revelan la identidad propia, es necesario apelar a la
memoria. Es la piedra angular del proceso por el cual las nuevas generaciones
conocen las raíces, las asumen, las reformulan o recrean. Sin embargo, en la
actualidad la trasferencia de la memoria histórica de una generación a otra
choca con un par de obstáculos.
Primero, el
acercamiento a las tradiciones se dificulta ante la imagen de que todo lo
antiguo es obsoleto e inservible y de que conocer la historia no es un
requisito necesario. Ello impide a los jóvenes acercarse con criterio al pasado
propio, a la herencia simbólica, a los fundamentos de la propia cultura.
Segundo, el concepto de memoria ha sido manipulado intencionalmente, tiene un
evidente sesgo ideológico que traba una mirada más abarcadora referida a los
valores, la idiosincrasia y la cultura.
El
periodista y escritor Jorge Fernández Díaz graficó con elocuencia el panorama:
"Cuando miramos
nuestras ciudades vemos, aquí y allá, el desapego por el patrimonio histórico,
así como el olvido al que, muchas veces, son condenados los hombres y mujeres
que colocaron los cimientos de la Argentina. Recordamos (no siempre con
justicia) a los grandes próceres, pero olvidamos con indolencia a pujantes
hacedores, a brillantes intelectuales y científicos, a pioneros admirables, que
estuvieron -si se quiere- en la segunda o tercera fila de la historia, pero que
fueron fundamentales para construir lo que tenemos. Nos parece natural tirar
nuestro patrimonio y nuestro pasado por la ventana; hemos dilapidado buena
parte de la herencia cultural que recibimos. Nos cuesta cuidar el legado".
Sin memoria no hay legado. Tampoco
tradiciones para celebrar. Tanto en el ámbito nacional como en el pago chico.
¿Saben las nuevas generaciones la razón por la cual su pueblo se llama de esa
manera? ¿Apelamos a la memoria para transmitir los ejemplos de dirigentes,
industriales, artistas, científicos y hasta deportistas que sobresalieron en
nuestra ciudad? ¿Ahondamos en las particularidades propias de nuestra comunidad
y las relacionamos con las tradiciones nacionales? Yendo a algo concreto: ¿nos
detuvimos alguna vez frente al monumento de 9 de Julio y Libertador Sur para
tomar nota de quién fue el doctor Carrá?
En esta fecha tan especial sería interesante
aguzar la reflexión sobre el modo cómo abordamos la evocación de nuestras
tradiciones, que son mucho más que una danza bailada una vez al año. Por lo
pronto, esto no es solo tarea de la escuela. Requiere de acciones de conjunto
que tengan la intención de rescatar el pasado ejerciendo una memoria
permanente, amplia y plural, en la que se visualice el capital intangible de
los valores y las raíces de nuestra herencia cultural.
El concepto de tradición
refiere a un conjunto de
costumbres, valores y creencias compartidas por una sociedad forjadas a lo
largo de una historia en común. Es la tradición, transmitida de generación a
generación lo que crea la identidad de una comunidad. El Día de la Tradición es
el reconocimiento de nuestra identidad como país, de
nuestra propia particularidad en el contexto de las naciones del mundo. Y, por
qué no, también hace referencia a la singularidad de una provincia, de una
ciudad, de una pequeña localidad.
Celebrar la
tradición exige un esfuerzo para recobrar la memoria colectiva. Conocer de dónde
se viene permite adentrarse en lo que se es y en la evolución de un pueblo. El
10 de noviembre es una jornada especial que merecería más espacio en nuestras
vidas. Por fortuna, a pocos días de que una tradición anglosajona (Halloween)
es celebrada por aquí imitando las costumbres provenientes del hemisferio
norte, tenemos la ocasión de que nuestras tradiciones sean recreadas para
fortalecer una identidad que no debe perderse en la maraña globalizadora.
En este
marco, para que tenga éxito la transmisión de nuestros valores perennes y las
manifestaciones que revelan la identidad propia, es necesario apelar a la
memoria. Es la piedra angular del proceso por el cual las nuevas generaciones
conocen las raíces, las asumen, las reformulan o recrean. Sin embargo, en la
actualidad la trasferencia de la memoria histórica de una generación a otra
choca con un par de obstáculos.
Primero, el
acercamiento a las tradiciones se dificulta ante la imagen de que todo lo
antiguo es obsoleto e inservible y de que conocer la historia no es un
requisito necesario. Ello impide a los jóvenes acercarse con criterio al pasado
propio, a la herencia simbólica, a los fundamentos de la propia cultura.
Segundo, el concepto de memoria ha sido manipulado intencionalmente, tiene un
evidente sesgo ideológico que traba una mirada más abarcadora referida a los
valores, la idiosincrasia y la cultura.
El
periodista y escritor Jorge Fernández Díaz graficó con elocuencia el panorama:
"Cuando miramos
nuestras ciudades vemos, aquí y allá, el desapego por el patrimonio histórico,
así como el olvido al que, muchas veces, son condenados los hombres y mujeres
que colocaron los cimientos de la Argentina. Recordamos (no siempre con
justicia) a los grandes próceres, pero olvidamos con indolencia a pujantes
hacedores, a brillantes intelectuales y científicos, a pioneros admirables, que
estuvieron -si se quiere- en la segunda o tercera fila de la historia, pero que
fueron fundamentales para construir lo que tenemos. Nos parece natural tirar
nuestro patrimonio y nuestro pasado por la ventana; hemos dilapidado buena
parte de la herencia cultural que recibimos. Nos cuesta cuidar el legado".
Sin memoria no hay legado. Tampoco
tradiciones para celebrar. Tanto en el ámbito nacional como en el pago chico.
¿Saben las nuevas generaciones la razón por la cual su pueblo se llama de esa
manera? ¿Apelamos a la memoria para transmitir los ejemplos de dirigentes,
industriales, artistas, científicos y hasta deportistas que sobresalieron en
nuestra ciudad? ¿Ahondamos en las particularidades propias de nuestra comunidad
y las relacionamos con las tradiciones nacionales? Yendo a algo concreto: ¿nos
detuvimos alguna vez frente al monumento de 9 de Julio y Libertador Sur para
tomar nota de quién fue el doctor Carrá?
En esta fecha tan especial sería interesante
aguzar la reflexión sobre el modo cómo abordamos la evocación de nuestras
tradiciones, que son mucho más que una danza bailada una vez al año. Por lo
pronto, esto no es solo tarea de la escuela. Requiere de acciones de conjunto
que tengan la intención de rescatar el pasado ejerciendo una memoria
permanente, amplia y plural, en la que se visualice el capital intangible de
los valores y las raíces de nuestra herencia cultural.