Urge aprender las lecciones del pasado
Se requiere de madurez política. En un país de conductas políticas adolescentes, será hora de que gobierno y oposición encuentren al fin consensos básicos y dejen de trabajar solo en base a especulaciones electorales.
La grave situación de vulnerabilidad financiera que hoy vive el
país tiene causas variadas que se remontan en el tiempo algunas, mientras que
otras son consecuencia de las decisiones actuales. En ambos casos, los
desaciertos son el denominador común de otra crisis -otra más, sí- que agobia y
sume en la incertidumbre a los argentinos.
En reciente nota editorial en este diario se señaló que la falta de confianza en la marcha de la economía y en la estrategia política determina la explosión de las variables financieras que se está verificando en las últimas semanas. Y que para remendar al menos en parte esta coyuntura se requiere de urgentes señas políticas tanto del gobierno como de la oposición.
En un discurso plagado de gestos verbales y no verbales, el presidente de la Nación reconoció que la situación es difícil. Pero no fue contundente su autocrítica. Apeló al sentimiento, a despertar emociones y a señalar que también él está padeciendo las consecuencias: "Son los peores cinco meses de mi vida, después de mi secuestro", dijo.
Sin embargo, ni este intento, ni el retorno de impuestos "malísimos" -según la calificación presidencial-, ni las misiones a Washington, ni la reacomodación del gabinete de ministros, ni los apoyos internacionales han despejado la incertidumbre. Para peor, una parte de la dirigencia opositora tendría la intención de encender más hornallas para incendiar de nuevo el país, como si las lecciones dolorosas y dramáticas del pasado no bastaran.
No puede ser una crisis más, dijo el primer mandatario en su discurso que tiene pocas horas pero que parece que fue difundido hace una eternidad. Ciertamente parece no serlo. En lo interno, es obvio que -pese al agitar de fantasmas de algunos sectores radicalizados- el panorama lejos está de ser el del 2001. Pero el optimismo no es una condición visible en este momento.
Por todo esto, se requiere de madurez política. Un mínimo acuerdo para aprobar el presupuesto 2019 sería un signo de ello. En un país de conductas políticas adolescentes, será hora de que gobierno y oposición encuentren al fin consensos básicos y dejen de trabajar solo en base a especulaciones electorales.
En 70 años se han vivido en el país una decena de situaciones de emergencia como la que hoy se experimenta otra vez. Difícilmente algún sector de la dirigencia política esté, por ello, en condiciones de arrojar la primera piedra. Al menos podrían intentar acuerdos para que el impacto no siga sumergiendo en la pobreza a millones de argentinos.
Es un escándalo que el país tenga el 35% de su población con necesidades insatisfechas, siendo que produce un volumen productivo que permite en un año alimentar a más de 400 millones de personas. La hora impone ponerse el sayo para asumir el compromiso de no volver a las andadas, no fomentar la violencia ni utilizar las penurias económicas para traer agua al molino propio. Alguna vez tendremos que aprender las lecciones de nuestro convulsionado pasado.