Un regalo para los más chicos
En el mes del Niño, un relato infantil con la idea que las mamás y los papás puedan leérselos a sus hijos para inculcarles la importancia de una buena alimentación y cómo ésta implica salud, energía y vitalidad. Este es mi regalo a los más pequeños de la familia. Espero que la disfruten. Gracias Lis!. A Irina, Ana, Luz María, Lara, Guillermina y Guadalupe.
La isla sin nombre
Hace mucho, mucho, muchísimo tiempo, existía una isla sin nombre y tan pequeña como un botón. Pero lo más increíble era que había ido perdiendo poco a poco las tonalidades, los aromas y los sabores. Pertenecía al reino de la Honorable Reina Rosa Mosqueta, que estaba muy preocupada con esta situación. Nadie sabía cómo había empezado todo, pero los niños ya no jugaban y los adultos no trabajaban, y el lugar era tan lúgubre y triste que ni siquiera el sol o la luna querían iluminarlo. Para colmo de males, el Sr. Frío Intenso y su ejército de pestes, gripes y resfríos avanzaban día a día. Y era necesario que toda la población bajo el mando de la reina estuviera sana y alerta para la estación más dura del año.
Entonces, a su Majestad se le ocurrió una idea brillante: convocó al detective Arturo Buenapista para develar por qué en esa isla todo era negro y gris y tan triste como un velorio. Buenapista no se hizo rogar demasiado. Llegó en un periquete y empezó a investigar.
El detective percibió que la gente se alimentaba muy mal y comía en cualquier momento del día. Por eso, estaba muy pesada para moverse y dormía siestas larguísimas. Al no haber risas y juegos, actividad y energía, la isla se fue apagando y perdió la alegría de los sentidos. Ya no había nada divertido para ver, para oler ni para gustar. Era indispensable hacer algo al respecto. Buenapista le planteó a la reina cuál era, según su experiencia, el problema que afectaba a la isla sin nombre. Rosa Mosqueta, que confiaba en la palabra y la inteligencia del detective, llamó a la Maestra Ciruela, al Sr. Nutrosano y al hada Miss Sabores.
La Maestra Ciruela sería la encargada de enseñarles a los habitantes de la isla cuáles eran las cuatro comidas principales del día; el Sr. Nutrosano les indicaría la importancia de alimentarse de forma sana y balanceada, y el hada Miss Sabores aportaría las distintas recetas de sus platillos más exitosos.
Los tres pusieron manos a la obra. No fue una tarea sencilla. Sin embargo, al cabo de unos meses, los isleños aprendieron que hay un desayuno, un almuerzo, una merienda y una cena. Que es necesario respetarlas y no comer a cada rato.
Que no siempre es posible comer dulces y papas fritas. Que es esencial incorporar frutas y verduras en la dieta cotidiana y beber muuuucha agua (y no tanta gaseosa). Cuando modificaron su dieta por una más nutritiva y equilibrada, se dieron cuenta de que la alimentación aporta energía y vitalidad.
Los niños empezaron a correr, saltar y jugar. Y los adultos, a trabajar, pasear y charlar. Todos se sentían mejor y su risa empezó a pintar la isla de colores otra vez. El mar de azul, los prados de verde, los techos de rojo, las montañas de marrón, las gaviotas de blanco. Y poco a poco volvieron también los aromas de las flores, los naranjos y la lluvia.
Y amplia variedad de sabores: el salado de la sal, el dulce del chocolate e incluso, el agrio de los limones. De esta manera, aunque el Sr. Frío Intenso ya estaba a las puertas del reino, ningún habitante estaba en peligro. Porque una buena alimentación es la mejor medicina contra cualquier enfermedad.
Y dado que la isla se había convertido en una fiesta, la reina Rosa Mosqueta creyó conveniente darle un nombre. Fue bautizada como el tatarabuelo materno de su majestad, Giacomo Benne. Y hubo una gran celebración que duró por días porque todos habían aprendido una lección: nuestro cuerpo es nuestro mejor hogar. Y como solo tenemos uno (y no hay repuesto), mejor lo cuidamos con una dieta nutritiva y saludable.
Lis Gariglio