Un cuarto de siglo de impunidad
Un cuarto de siglo de impunidad
La
demanda de que se castigue a los culpables de este acto atroz se mantiene incólume.
El fanatismo de algunos y la impericia de otros impidieron hasta el momento
encontrar aquellas respuestas que todo el pueblo argentino espera.
La
demanda de que se castigue a los culpables de este acto atroz se mantiene incólume.
El fanatismo de algunos y la impericia de otros impidieron hasta el momento
encontrar aquellas respuestas que todo el pueblo argentino espera.
Han transcurrido 25 años del más cruento atentado terrorista que
padeció el país, cuando casi 100 personas encontraron la muerte inexplicable en
la voladura del edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia).
Durante todo este período el reclamo de Justicia no tuvo respuestas. Es más,
todos los intentos de hallar a los responsables fueron fagocitados por
discusiones judiciales y políticas que llegaron a un punto culmen con el
escandaloso intento de encubrir a los autores que propició el pacto que firmó
con Irán el anterior gobierno.
La demanda de que se castigue a los culpables de este acto atroz se
mantiene incólume. El fanatismo de algunos y la impericia de otros impidieron
hasta el momento encontrar aquellas respuestas que todo el pueblo argentino
espera. Porque no se trata solo de las familias de las víctimas. Ni siquiera de
la colectividad judía. Es el país en su conjunto el que debe clamar por la
llegada de la Justicia.
En este punto, es verdad que anunciaron en estos días algunas medidas
al respecto. Que debieron haberse adoptado hace mucho tiempo y no tendrían que haber
sido "manchadas" por la cercanía de las contiendas electorales que definirán el
próximo gobierno nacional. De todos modos, merece remarcarse la apertura de un
registro de personas vinculadas con las actividades terroristas, la condena a
las acciones de algunos grupos islamistas y la declaración de día de duelo para
cada 18 de julio.
Pero sigue sin haber justicia. Aquel refrán que afirma que ésta "llega
tarde, pero llega", en este caso es un embuste. Cuando se cumplió una década
del atentado a la mutual judía, se hizo referencia en esta columna a ese mismo
aforismo. Y se lo calificó de "falacia", porque "quienes murieron no han podido
ver crecer a sus hijos, porque quienes los amaron no han podido tenerlos a su
lado y porque todos los argentinos nos hemos visto privados de la sensación de
vivir en un país en el que la Justicia impera".
En 25 años de vida, la piel se agrieta y los gestos se vuelven mustios
ante la inoperancia de un Estado que no supo, no pudo y, en ocasiones, no quiso
avanzar sobre estos actores del terrorismo internacional. Las palabras también
se ajan de tanto ser utilizadas para el mismo reclamo que solo consigue algunas
muecas por parte de un Estado que no ha sabido encontrar el rumbo para brindar
consuelo a las víctimas y que hasta se involucró en acciones sospechadas de
connivencia con los fanáticos ideólogos de la barbarie.
Yuval Noah Harari, en su libro 21 lecciones para el Siglo XXI afirma
que "los terroristas se parecen a una mosca que intenta destruir una cristalería.
La mosca es tan débil que ni siquiera es capaz de mover una simple taza de té.
Así pues, ¿cómo destruye una cristalería? Encuentra un toro, se introduce en su
oreja y empieza a zumbar. El toro enloquece de miedo e ira, y destruye la
cristalería". Luego, sostiene, "medran entre los escombros". En el caso de la
Amia, triste resulta comprobar que uno de los toros con malas pulgas habita en
la impericia e incompetencia del Estado argentino y que varios se revolvieron
entre las ruinas buscando su propio beneficio. Un cuarto de siglo de impunidad
lo certifica.
Han transcurrido 25 años del más cruento atentado terrorista que
padeció el país, cuando casi 100 personas encontraron la muerte inexplicable en
la voladura del edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia).
Durante todo este período el reclamo de Justicia no tuvo respuestas. Es más,
todos los intentos de hallar a los responsables fueron fagocitados por
discusiones judiciales y políticas que llegaron a un punto culmen con el
escandaloso intento de encubrir a los autores que propició el pacto que firmó
con Irán el anterior gobierno.
La demanda de que se castigue a los culpables de este acto atroz se
mantiene incólume. El fanatismo de algunos y la impericia de otros impidieron
hasta el momento encontrar aquellas respuestas que todo el pueblo argentino
espera. Porque no se trata solo de las familias de las víctimas. Ni siquiera de
la colectividad judía. Es el país en su conjunto el que debe clamar por la
llegada de la Justicia.
En este punto, es verdad que anunciaron en estos días algunas medidas
al respecto. Que debieron haberse adoptado hace mucho tiempo y no tendrían que haber
sido "manchadas" por la cercanía de las contiendas electorales que definirán el
próximo gobierno nacional. De todos modos, merece remarcarse la apertura de un
registro de personas vinculadas con las actividades terroristas, la condena a
las acciones de algunos grupos islamistas y la declaración de día de duelo para
cada 18 de julio.
Pero sigue sin haber justicia. Aquel refrán que afirma que ésta "llega
tarde, pero llega", en este caso es un embuste. Cuando se cumplió una década
del atentado a la mutual judía, se hizo referencia en esta columna a ese mismo
aforismo. Y se lo calificó de "falacia", porque "quienes murieron no han podido
ver crecer a sus hijos, porque quienes los amaron no han podido tenerlos a su
lado y porque todos los argentinos nos hemos visto privados de la sensación de
vivir en un país en el que la Justicia impera".
En 25 años de vida, la piel se agrieta y los gestos se vuelven mustios
ante la inoperancia de un Estado que no supo, no pudo y, en ocasiones, no quiso
avanzar sobre estos actores del terrorismo internacional. Las palabras también
se ajan de tanto ser utilizadas para el mismo reclamo que solo consigue algunas
muecas por parte de un Estado que no ha sabido encontrar el rumbo para brindar
consuelo a las víctimas y que hasta se involucró en acciones sospechadas de
connivencia con los fanáticos ideólogos de la barbarie.
Yuval Noah Harari, en su libro 21 lecciones para el Siglo XXI afirma
que "los terroristas se parecen a una mosca que intenta destruir una cristalería.
La mosca es tan débil que ni siquiera es capaz de mover una simple taza de té.
Así pues, ¿cómo destruye una cristalería? Encuentra un toro, se introduce en su
oreja y empieza a zumbar. El toro enloquece de miedo e ira, y destruye la
cristalería". Luego, sostiene, "medran entre los escombros". En el caso de la
Amia, triste resulta comprobar que uno de los toros con malas pulgas habita en
la impericia e incompetencia del Estado argentino y que varios se revolvieron
entre las ruinas buscando su propio beneficio. Un cuarto de siglo de impunidad
lo certifica.