Siguen girando
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Ni la tecnología, la pandemia y el paso del
tiempo lograron detener a las bolitas, un tradicional juego que sigue rodando.LA VOZ DE SAN JUSTO recorrió la única
fábrica de Sudamérica instalada en San Jorge, donde se producen 8 millones de
bolitas al mes, demostrando que siguen "más vigentes que nunca".
Ni la tecnología, la pandemia y el paso del
tiempo lograron detener a las bolitas, un tradicional juego que sigue rodando.LA VOZ DE SAN JUSTO recorrió la única
fábrica de Sudamérica instalada en San Jorge, donde se producen 8 millones de
bolitas al mes, demostrando que siguen "más vigentes que nunca".
Por Vanina Panero | LVSJ
Seguramente jugaste
o alguien te contó de cuando jugaba a las bolitas. Esas que tuvimos en nuestras
manos cuando fuimos chicos y que hoy siguen entreteniendo a las nuevas
generaciones, salen de Tinka, la única fábrica de Sudamérica emplazada en la
ciudad santafesina de San Jorge, en el departamento San Martín.
En el marco del
ciclo Rutas Regionales, visitamos esta entrañable fábrica con 69 años de
historia, que sigue más vigente que nunca en manos de las hijas de sus
fundadores: Silvina, Mariana y Rosana Chiarlo.
Allí se producen
2 millones de bolitas por semana, para lo cual se necesitan unos 10.000 kilos
del requecho de cristales y vidrio reciclado.
"En medio de la
era tecnológica, las bolitas siguen despertando el interés no sólo de los
chicos, , sino que resulta fascinante para los adultos que muchas veces usan de
excusa a sus hijos o nietos para venir a conocer la fábrica", señala Mariana
Chiarlo.
"Todavía nos
sorprende el efecto que produce en la gente. Cada vez que meten las manos en
los tachos de bolitas se vuelven locos. Hemos escuchado cosas como ´esto es
Disney´, ´esto es el paraíso´... y no... esto es bolitas", expresó.
"Provoca algo muy
lindo en todas las generaciones y eso nos llena de orgullo", agregó.
Las hermanas
Chiarlo aseguran que "para nosotros es algo común, porque es parte de nuestra
historia, nos criamos acá, forma parte de nuestro ADN, pero quienes vienen de
afuera quedan exhaustos".

La histórica fábrica santafesina de bolitas Tinka sigue firme. (Fotos: Manuel Ruiz | LVSJ)
Un "tinkazo"
Todo empezó
cuando Víctor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, empleados en aquel entonces de la
cristalería Saica (Sociedad Anónima Industria Cristal Artístico) de San Jorge
pidieron licencia por un mes y, con lo que ya habían aprendido sobre el
cristal, empezaron a fabricar bolitas.
Cuando arrancaron
con la fábrica, en 1953, hacían todo artesanal. La primera máquina que sacaba 5
ó 6 por vez y como tuvieron buenos resultados no volvieron a la cristalería y
se ponen a fabricar bolitas. Su primera producción fue vendida a la firma
rosarina Manavella y Cía. S. R. L.
En 1956, Vrech se
fue de la sociedad y entró Ricardo Reinero. Y en 1960 se sumó Ángel Albino
Chiarlo, hermano menor de Víctor. En 1993 murió Reinero y tomó la posta su
hijo, Juan Miguel.
En 1995, los
dueños de Tinka le compraron al taiwanés Cheen Fu Cheen, una máquina de ese
país oriental que le permitió aumentar su producción y es la que hoy les
permite producir al máximo de su capacidad: 2 millones de bolitas al mes.
Tinka se llama
así porque en uno de sus viajes al norte, uno de sus fundadores, mientras
esperaba a que abrieran los negocios para vender su producto, escuchó que un
grupo de chicos estaba jugando a las bolitas y cuando se chocaban una con la
otra decían: ¡te pegué un tinkaso! Y la bautizaron con k, en vez de con c, para
que parezca más chino.

Mujeres al mando
Las hermanas
Silvina, Mariana y Rosana Chiarlo (hijas de Ángel y sobrinas de Víctor) tomaron
el mando de Tinka en abril de 2021. "Mi tío tiene 91 años y mi papá 82. Se les
llenaron los ojos de lágrimas cuando le dijimos que íbamos a continuar con la
fábrica. Nunca imaginaron que sus tres hijas mujeres podrían hacerlo".
Mariana es
psicóloga, Rosana, decoradora de interiores y exteriores y Silvina se dedicaba
al turismo, pero se alejaron un poco de sus profesiones para hacerse cargo del
negocio.
"Es una fábrica
que siempre estuvo en manos de hombres y en la que trabajan todos hombres, por
lo cual al principio nos daba un poco temor, pero realmente su forma de
trabajar con nosotros es excelente y nos han incluido a la familia de Tinka",
manifestaron Mariana y Rosana.
En este sentido
rescataron que como mujeres "le imprimen su modo maternal, de estar pendiente
en lo que hace falta; el orden y la organización".

"La fábrica forma
parte de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestro ADN, porque nacimos y ya
estaba", aseguran las hermanas Chiarlo.
"Las tres tenemos hijos y pensamos que ellos
deben continuar con todo esto. No entraba en nuestra cabeza que otras personas
se queden con parte de nuestra historia", expresaron.

Negocio redondo
Tinka cumplirá el
año que viene 70 años. A lo largo de la historia pasó por momentos muy
complicados y hasta estuvo a punto de cerrar, pero siempre la comunidad se
pronunció a favor y la defendió como propia.
En este sentido,
las hermanas Chiarlo recordaron un episodio de la historia cuando el gas
aumentó en sobremanera y la fábrica estaba por cerrar sus puertas. "A través de
una convocatoria de todo San Jorge no dejaron que esto sucediera. El municipio,
empresas, escuela y la prensa se unió e hicieron una petición para que nos
subsidien parte del gas y poder continuar", contaron.
Para San Jorge,
Tinka es "la niña bonita", así lo asegura una de las hermanas Chiarlo y lo
sustenta en que "ante cualquier dificultad, los comercios y las empresas de la
ciudad se ponen a disposición para solucionarlo, todo el barrio, la sociedad
toda. Nos sentimos acompañados, y bastante mimados".
"Es contante
recibir a los chicos que pasan a pedir bolitas, o que juntan los requechos que
quedan en la calle", aseguran las dueñas de Tinka.

Sube la demanda
La pandemia
generó un efecto positivo para la fábrica. "Pese a que al principio no podíamos
producir, el encierro trajo un efecto rebote en la demanda de bolitas, siendo
que los chicos tenían que quedarse en su casa y es un juego que se presta a
cualquier superficie", contaron las Chiarlo.
"Desde hace dos
años tenemos una muy alta demanda. En noviembre, normalmente baja pero
actualmente estamos con una producción máxima durante las cuatro semanas",
destacaron.
El mercado es
nacional, no se exporta, porque no alcanzan a cubrir la demanda del país; pero
es una posibilidad a futuro, cuando puedan cambiar el único horno del cual
disponen que les permitirá duplicar la producción.

Ubicada en
Lisandro de la Torre 2152, la firma Chiarlo S.R.L, tiene 10 empleados, un
terreno de 1.800 metros cuadrados y un tinglado que ocupa la mitad de esa
superficie: allí funciona el horno que hace las bolitas, en otra parte se
enfrían, y en el resto de los sectores está la administración, el comedor y
donde se embolsa el producto. Pero su proyecto a futuro es trasladarse al
Parque Industrial de San Jorge donde buscarán además diversificar la
producción.

"Estamos
trabajando en otros modelos de bolitas, pero también en otros productos a partir
del vidrio, lo cual nos permitirá sobrevivir en tiempos complicados cuando se
abre la importación, y entra la bolita china, con la cual es muy difícil
competir", anticiparon.

Reciclado: una técnica que lleva casi 70 años en Tinka
Si bien el
reciclado es una técnica ancestral, luego de la pandemia ha tomado auge en la
comunidades. Para Tinka, ya es algo común desde hace casi 70 años porque no
fabrican el vidrio sino que lo reciclan.

Rosana explicó
que en una semana de producción se necesitan unos 10.000 kilos de cristales y
vidrios rotos, es decir, unos 40.000 por mes. El requecho proviene de las
cristalerías San Carlos, de Cañada de Gómez y de una cooperativa de San Jorge,
mientras que el vidrio, de botellas que recolectan en las mencionadas ciudades
santafesinas y la localidad cordobesa de Alicia, las cuales vuelven a sus
comunidades en forma de bolitas. "Un incentivo para que la sociedad siga
separando las botellas", aseguran.
Además comentaron
que el aluminio que se saca de los picos de las botellas, también se vende para
derretir y volver a utilizar.

No es soplar y hacer bolita
La fábrica
produce cuatro modelos de bolitas: la Vergel (transparente con color por
fuera), la Onix (color negra), la Pétalos (como el ojo de gato) y la industrial
(que son las que tienen adentro los aerosoles de pinturas) todas son de 16
milímetros. También hay dos bolones de 25 milímetros: la Vergel y la Onix.
1.
El
cristal y vidrio que rompen a mano es la base.
2.
La
transparencia del cristal se la da el cuarzo que se usa en polvo y se
cristaliza en el horno.
3.
Un
horno a 1.200 grados funde el vidrio, el cual cae en forma de hilo o miel por
una canilla.
4.
A la entrada del mismo, "La urna o cajones",
actúan de moldes por donde se desplazan los polvos de vidrio o mineral que les
dan color a la bolitas. Esos cajones
tienen perforaciones, dependiendo de la ubicación de las mismas sale el
color. Si la perforación está abajo, la
bolita que sale es la pétalo u ojo de gato, más conocida como "japonesa"; si
está al costado, la vergel y la ónix; la industrial no lleva color.
5.
Una
tijera de acero va cortando ese chorro con color cortando en tamaños iguales y
ahí cae con unas cucharas en unos sinfines que le van dando la forma de esfera.
6.
La
bolita cae por una canaleta hasta el barril que la contiene hasta su venta. El
enfriado de las bolitas misma demanda de al menos un día.
Por Vanina Panero | LVSJ
Seguramente jugaste
o alguien te contó de cuando jugaba a las bolitas. Esas que tuvimos en nuestras
manos cuando fuimos chicos y que hoy siguen entreteniendo a las nuevas
generaciones, salen de Tinka, la única fábrica de Sudamérica emplazada en la
ciudad santafesina de San Jorge, en el departamento San Martín.
En el marco del
ciclo Rutas Regionales, visitamos esta entrañable fábrica con 69 años de
historia, que sigue más vigente que nunca en manos de las hijas de sus
fundadores: Silvina, Mariana y Rosana Chiarlo.
Allí se producen
2 millones de bolitas por semana, para lo cual se necesitan unos 10.000 kilos
del requecho de cristales y vidrio reciclado.
"En medio de la
era tecnológica, las bolitas siguen despertando el interés no sólo de los
chicos, , sino que resulta fascinante para los adultos que muchas veces usan de
excusa a sus hijos o nietos para venir a conocer la fábrica", señala Mariana
Chiarlo.
"Todavía nos
sorprende el efecto que produce en la gente. Cada vez que meten las manos en
los tachos de bolitas se vuelven locos. Hemos escuchado cosas como ´esto es
Disney´, ´esto es el paraíso´... y no... esto es bolitas", expresó.
"Provoca algo muy
lindo en todas las generaciones y eso nos llena de orgullo", agregó.
Las hermanas
Chiarlo aseguran que "para nosotros es algo común, porque es parte de nuestra
historia, nos criamos acá, forma parte de nuestro ADN, pero quienes vienen de
afuera quedan exhaustos".

La histórica fábrica santafesina de bolitas Tinka sigue firme. (Fotos: Manuel Ruiz | LVSJ)
Un "tinkazo"
Todo empezó
cuando Víctor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, empleados en aquel entonces de la
cristalería Saica (Sociedad Anónima Industria Cristal Artístico) de San Jorge
pidieron licencia por un mes y, con lo que ya habían aprendido sobre el
cristal, empezaron a fabricar bolitas.
Cuando arrancaron
con la fábrica, en 1953, hacían todo artesanal. La primera máquina que sacaba 5
ó 6 por vez y como tuvieron buenos resultados no volvieron a la cristalería y
se ponen a fabricar bolitas. Su primera producción fue vendida a la firma
rosarina Manavella y Cía. S. R. L.
En 1956, Vrech se
fue de la sociedad y entró Ricardo Reinero. Y en 1960 se sumó Ángel Albino
Chiarlo, hermano menor de Víctor. En 1993 murió Reinero y tomó la posta su
hijo, Juan Miguel.
En 1995, los
dueños de Tinka le compraron al taiwanés Cheen Fu Cheen, una máquina de ese
país oriental que le permitió aumentar su producción y es la que hoy les
permite producir al máximo de su capacidad: 2 millones de bolitas al mes.
Tinka se llama
así porque en uno de sus viajes al norte, uno de sus fundadores, mientras
esperaba a que abrieran los negocios para vender su producto, escuchó que un
grupo de chicos estaba jugando a las bolitas y cuando se chocaban una con la
otra decían: ¡te pegué un tinkaso! Y la bautizaron con k, en vez de con c, para
que parezca más chino.

Mujeres al mando
Las hermanas
Silvina, Mariana y Rosana Chiarlo (hijas de Ángel y sobrinas de Víctor) tomaron
el mando de Tinka en abril de 2021. "Mi tío tiene 91 años y mi papá 82. Se les
llenaron los ojos de lágrimas cuando le dijimos que íbamos a continuar con la
fábrica. Nunca imaginaron que sus tres hijas mujeres podrían hacerlo".
Mariana es
psicóloga, Rosana, decoradora de interiores y exteriores y Silvina se dedicaba
al turismo, pero se alejaron un poco de sus profesiones para hacerse cargo del
negocio.
"Es una fábrica
que siempre estuvo en manos de hombres y en la que trabajan todos hombres, por
lo cual al principio nos daba un poco temor, pero realmente su forma de
trabajar con nosotros es excelente y nos han incluido a la familia de Tinka",
manifestaron Mariana y Rosana.
En este sentido
rescataron que como mujeres "le imprimen su modo maternal, de estar pendiente
en lo que hace falta; el orden y la organización".

"La fábrica forma
parte de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestro ADN, porque nacimos y ya
estaba", aseguran las hermanas Chiarlo.
"Las tres tenemos hijos y pensamos que ellos
deben continuar con todo esto. No entraba en nuestra cabeza que otras personas
se queden con parte de nuestra historia", expresaron.

Negocio redondo
Tinka cumplirá el
año que viene 70 años. A lo largo de la historia pasó por momentos muy
complicados y hasta estuvo a punto de cerrar, pero siempre la comunidad se
pronunció a favor y la defendió como propia.
En este sentido,
las hermanas Chiarlo recordaron un episodio de la historia cuando el gas
aumentó en sobremanera y la fábrica estaba por cerrar sus puertas. "A través de
una convocatoria de todo San Jorge no dejaron que esto sucediera. El municipio,
empresas, escuela y la prensa se unió e hicieron una petición para que nos
subsidien parte del gas y poder continuar", contaron.
Para San Jorge,
Tinka es "la niña bonita", así lo asegura una de las hermanas Chiarlo y lo
sustenta en que "ante cualquier dificultad, los comercios y las empresas de la
ciudad se ponen a disposición para solucionarlo, todo el barrio, la sociedad
toda. Nos sentimos acompañados, y bastante mimados".
"Es contante
recibir a los chicos que pasan a pedir bolitas, o que juntan los requechos que
quedan en la calle", aseguran las dueñas de Tinka.

Sube la demanda
La pandemia
generó un efecto positivo para la fábrica. "Pese a que al principio no podíamos
producir, el encierro trajo un efecto rebote en la demanda de bolitas, siendo
que los chicos tenían que quedarse en su casa y es un juego que se presta a
cualquier superficie", contaron las Chiarlo.
"Desde hace dos
años tenemos una muy alta demanda. En noviembre, normalmente baja pero
actualmente estamos con una producción máxima durante las cuatro semanas",
destacaron.
El mercado es
nacional, no se exporta, porque no alcanzan a cubrir la demanda del país; pero
es una posibilidad a futuro, cuando puedan cambiar el único horno del cual
disponen que les permitirá duplicar la producción.

Ubicada en
Lisandro de la Torre 2152, la firma Chiarlo S.R.L, tiene 10 empleados, un
terreno de 1.800 metros cuadrados y un tinglado que ocupa la mitad de esa
superficie: allí funciona el horno que hace las bolitas, en otra parte se
enfrían, y en el resto de los sectores está la administración, el comedor y
donde se embolsa el producto. Pero su proyecto a futuro es trasladarse al
Parque Industrial de San Jorge donde buscarán además diversificar la
producción.

"Estamos
trabajando en otros modelos de bolitas, pero también en otros productos a partir
del vidrio, lo cual nos permitirá sobrevivir en tiempos complicados cuando se
abre la importación, y entra la bolita china, con la cual es muy difícil
competir", anticiparon.

Reciclado: una técnica que lleva casi 70 años en Tinka
Si bien el
reciclado es una técnica ancestral, luego de la pandemia ha tomado auge en la
comunidades. Para Tinka, ya es algo común desde hace casi 70 años porque no
fabrican el vidrio sino que lo reciclan.

Rosana explicó
que en una semana de producción se necesitan unos 10.000 kilos de cristales y
vidrios rotos, es decir, unos 40.000 por mes. El requecho proviene de las
cristalerías San Carlos, de Cañada de Gómez y de una cooperativa de San Jorge,
mientras que el vidrio, de botellas que recolectan en las mencionadas ciudades
santafesinas y la localidad cordobesa de Alicia, las cuales vuelven a sus
comunidades en forma de bolitas. "Un incentivo para que la sociedad siga
separando las botellas", aseguran.
Además comentaron
que el aluminio que se saca de los picos de las botellas, también se vende para
derretir y volver a utilizar.

No es soplar y hacer bolita
La fábrica
produce cuatro modelos de bolitas: la Vergel (transparente con color por
fuera), la Onix (color negra), la Pétalos (como el ojo de gato) y la industrial
(que son las que tienen adentro los aerosoles de pinturas) todas son de 16
milímetros. También hay dos bolones de 25 milímetros: la Vergel y la Onix.
1.
El
cristal y vidrio que rompen a mano es la base.
2.
La
transparencia del cristal se la da el cuarzo que se usa en polvo y se
cristaliza en el horno.
3.
Un
horno a 1.200 grados funde el vidrio, el cual cae en forma de hilo o miel por
una canilla.
4.
A la entrada del mismo, "La urna o cajones",
actúan de moldes por donde se desplazan los polvos de vidrio o mineral que les
dan color a la bolitas. Esos cajones
tienen perforaciones, dependiendo de la ubicación de las mismas sale el
color. Si la perforación está abajo, la
bolita que sale es la pétalo u ojo de gato, más conocida como "japonesa"; si
está al costado, la vergel y la ónix; la industrial no lleva color.
5.
Una
tijera de acero va cortando ese chorro con color cortando en tamaños iguales y
ahí cae con unas cucharas en unos sinfines que le van dando la forma de esfera.
6.
La
bolita cae por una canaleta hasta el barril que la contiene hasta su venta. El
enfriado de las bolitas misma demanda de al menos un día.