Servicio Militar: esa imposición sombría que para muchos fue una historia positiva
Servicio Militar: esa imposición sombría que para muchos fue una historia positiva
El presidente de Perú anunció su instauración
como una política de Estado para los jóvenes e inevitablemente acá cobran vida
de nuevo las experiencias de aquellos jóvenes y ésta es la del soldado 296, Héctor Gallegos.
El presidente de Perú anunció su instauración
como una política de Estado para los jóvenes e inevitablemente acá cobran vida
de nuevo las experiencias de aquellos jóvenes y ésta es la del soldado 296, Héctor Gallegos.
-
Aquel joven ahora ya es un policía retirado que vive en Bialet Massé.
Por
Ivana Acosta | LVSJ
Esta
semana en el discurso de asunción de Pedro Castillo como presidente de Perú uno
de las medidas que cobró trascendencia una decisión de su gobierno para que
exista obligatoriedad de realizar el servicio militar para aquellos jóvenes que
no cursan estudios ni tampoco tienen trabajo. Esa medida se articuló con otras
que responden a un plan de acción para reducir la criminalidad en el país ya
que la seguridad es una gran prioridad para sus ciudadanos.
Con
diferentes salvedades Corea del Sur también estipula una formación militar
obligatoria para jóvenes de 18 a 28 años y los ejemplos podrían seguir. En el
caso de Argentina ya pasaron 27 años del paso a la voluntariedad para las personas,
pero la sombra de lo sucedido con Omar Carrasco persiste ya que su trágica
muerte y resonancia tuvo el poder de torcer la historia y romper con esa
imposición.
Más
allá de las implicancias del caso hay una historia particular por cada joven
que pasó por el Servicio Militar Obligatorio (SMO), algunas fatales, otras
crueles, están las dolorosas y para un puñado de gente les ayudó mucho en su
vida. La colimba (acrónimo de correr, bailar, limpiar) encierra un mundo de
individualidades que hasta hace 27 años (y desde su instauración en 1901) solo
nacieron por la imposición, por la decisión de un tercero.
Pese
a que existiera - como en este caso - un buen trato no es suficiente argumento
para suplantar la voluntad o torcer el destino de alguien, es por eso, que
preguntarse si debe o no volver esta modalidad no es suficiente. Eso invisibiliza lo positivo y también lo
lamentable. Imponer o creer que eso es la solución definitiva a determinadas
situaciones es el error que más se comete al pensar en el SMO porque hay un
mundo muy ancho tejido entre estas experiencias y esta es la de Héctor Gallegos.
-¿En
qué año nació y como fue el llamado al SMO?
Nací
el 11 de agosto de 1958 y fui sorteado en el año '76 cuando la edad para
ingresar había cambiado a los 18 años, antes era a los 20. En el año '77 a
fines de enero fuimos llamados para incorporarnos, mi número era 296. Cuando
nos convocaron nos iban a decir nuestro destino, aunque en la revisación médica
nosotros habíamos pedido ser voluntarios como soldados esquiadores.

Héctor a los 20 años en la práctica con esquíes.
-¿Cómo
era su vida antes del SMO?
Había
dejado de estudiar el secundario en segundo año, concurría al Colegio Sagrado
Corazón de los Hermanos Maristas, trabajaba con mis padres que tenían un
negocio de bar en San Francisco. En 1976 me fui a vivir a Formosa a trabajar
con unos familiares míos y retorné en la previa del SMO. De un extremo a otro
fui.
-¿Qué
le llamó la atención para ser soldado esquiador?
Nos
llegó la cédula de notificación donde teníamos que presentarnos al Batallón de
Comunicaciones N° 141 en la ciudad de Córdoba y de ahí nos destinaban, nosotros
antes habíamos pedido ser soldados esquiadores, pero no sabíamos si el lugar
iba a ser Neuquén o Mendoza que es donde fui. Conmigo hubo otra persona de San
Francisco con el que fuimos. Abordamos un tren de Córdoba a Mendoza, en tren y
viajamos durante 23 horas, hasta que llegamos a la capital y fuimos al Comando
de Infantería de Montaña.
-¿Una
vez que salieron de la capital hacia donde los enviaron?
Nos
destinaron de Mendoza a Puente del Inca que hay 170 kilómetros en un colectivo
para 9 porteños y otro para 10 cordobeses. Llegamos a Puente del Inca a 4.000
metros de altura a fines de enero y había ya soldados de diferentes partes
(Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, San Juan, Santa Fe), algunos de civil otros
con pelo largo y la clase anterior que esperaban que llegáramos para obtener su
baja, encontramos al hijo de un diplomático en Francia que hizo el SMO más
tarde porque tenía prórroga por estudiar.
-¿Recuerda
en qué consistía el entrenamiento de los soldados esquiadores?
En
ese momento la estructura del Ejército tenía en Mendoza la 8° Brigada de
Infantería de Montaña y de ahí dependen unidades que están en toda la
provincia, la única compañía de esquiadores es la de Puente del Inca donde los
soldados se preparaban tácticamente para desempeñar tareas en ese ámbito. Había
nociones básicas de escalamiento, de esquí de combate, la instrucción primaria
igual fue la de todos los soldados, quienes nos adiestraban eran expertos.
-¿Los
oficiales y suboficiales qué tipo de trato mantenían con ustedes?
No
fue marcado por el mal trato, situaciones que atentaban contra nuestra
integridad. Éramos 90 soldados cómodamente alojados en la cuadra con camas
cuchetas, calefacción en invierno donde llegamos a tener dos metros de nieve
con una temperatura de 28° bajo cero y también estábamos bien provistos de ropa
para esa zona. No había nada que nos hiciera sentir que estábamos en una
situación de descuido. Cuando terminamos la instrucción básica como el lugar se
autoabastece había una usina, cocina, taller mecánico, panadería, sastrería que
era para los soldados. Yo elegí la cocina que era algo que me gustaba.
-Después
del SMO, ¿en qué forma cambió su vida?
Regresé
a San Francisco y en 1979 en enero entré a la Policía de la Provincia de
Córdoba para hacer el curso de agente y presté servicio desde julio de ese año
hasta 2001 que me retiré. Para mí fue muy bueno haber cumplido con el SMO,
significó un orgullo y satisfacción, nunca lo consideré pérdida de tiempo
porque conocí otro lugar y otro grupo humano de personas de lugares distintos.
Todo lo que aprendimos fue útil, más allá de los movimientos vivos, por lo que
yo vi y viví, es decir desde mi persona, nunca sufrí o sufrimos malos tratos.
En mi caso y en el 95 % del personal que estuvo conmigo fue así tanto que
algunos nos juntamos siempre ese día que para nosotros es histórico en Mendoza
para compartir un día.
-¿Influyó
el SMO para que decidiera ser policía?
Yo siempre
tuve una orientación para ser militar o policía, antes del SMO tuve la
oportunidad de ir a la Fuerza Aérea pero una cuestión física me lo impidió,
entonces decidí ser policía porque ya tenía relación con muchos policías y
familiares también. Sentía que podía ayudar al hacerlo.
Por
Ivana Acosta | LVSJ
Esta
semana en el discurso de asunción de Pedro Castillo como presidente de Perú uno
de las medidas que cobró trascendencia una decisión de su gobierno para que
exista obligatoriedad de realizar el servicio militar para aquellos jóvenes que
no cursan estudios ni tampoco tienen trabajo. Esa medida se articuló con otras
que responden a un plan de acción para reducir la criminalidad en el país ya
que la seguridad es una gran prioridad para sus ciudadanos.
Con
diferentes salvedades Corea del Sur también estipula una formación militar
obligatoria para jóvenes de 18 a 28 años y los ejemplos podrían seguir. En el
caso de Argentina ya pasaron 27 años del paso a la voluntariedad para las personas,
pero la sombra de lo sucedido con Omar Carrasco persiste ya que su trágica
muerte y resonancia tuvo el poder de torcer la historia y romper con esa
imposición.
Más
allá de las implicancias del caso hay una historia particular por cada joven
que pasó por el Servicio Militar Obligatorio (SMO), algunas fatales, otras
crueles, están las dolorosas y para un puñado de gente les ayudó mucho en su
vida. La colimba (acrónimo de correr, bailar, limpiar) encierra un mundo de
individualidades que hasta hace 27 años (y desde su instauración en 1901) solo
nacieron por la imposición, por la decisión de un tercero.
Pese
a que existiera - como en este caso - un buen trato no es suficiente argumento
para suplantar la voluntad o torcer el destino de alguien, es por eso, que
preguntarse si debe o no volver esta modalidad no es suficiente. Eso invisibiliza lo positivo y también lo
lamentable. Imponer o creer que eso es la solución definitiva a determinadas
situaciones es el error que más se comete al pensar en el SMO porque hay un
mundo muy ancho tejido entre estas experiencias y esta es la de Héctor Gallegos.
-¿En
qué año nació y como fue el llamado al SMO?
Nací
el 11 de agosto de 1958 y fui sorteado en el año '76 cuando la edad para
ingresar había cambiado a los 18 años, antes era a los 20. En el año '77 a
fines de enero fuimos llamados para incorporarnos, mi número era 296. Cuando
nos convocaron nos iban a decir nuestro destino, aunque en la revisación médica
nosotros habíamos pedido ser voluntarios como soldados esquiadores.

Héctor a los 20 años en la práctica con esquíes.
-¿Cómo
era su vida antes del SMO?
Había
dejado de estudiar el secundario en segundo año, concurría al Colegio Sagrado
Corazón de los Hermanos Maristas, trabajaba con mis padres que tenían un
negocio de bar en San Francisco. En 1976 me fui a vivir a Formosa a trabajar
con unos familiares míos y retorné en la previa del SMO. De un extremo a otro
fui.
-¿Qué
le llamó la atención para ser soldado esquiador?
Nos
llegó la cédula de notificación donde teníamos que presentarnos al Batallón de
Comunicaciones N° 141 en la ciudad de Córdoba y de ahí nos destinaban, nosotros
antes habíamos pedido ser soldados esquiadores, pero no sabíamos si el lugar
iba a ser Neuquén o Mendoza que es donde fui. Conmigo hubo otra persona de San
Francisco con el que fuimos. Abordamos un tren de Córdoba a Mendoza, en tren y
viajamos durante 23 horas, hasta que llegamos a la capital y fuimos al Comando
de Infantería de Montaña.
-¿Una
vez que salieron de la capital hacia donde los enviaron?
Nos
destinaron de Mendoza a Puente del Inca que hay 170 kilómetros en un colectivo
para 9 porteños y otro para 10 cordobeses. Llegamos a Puente del Inca a 4.000
metros de altura a fines de enero y había ya soldados de diferentes partes
(Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, San Juan, Santa Fe), algunos de civil otros
con pelo largo y la clase anterior que esperaban que llegáramos para obtener su
baja, encontramos al hijo de un diplomático en Francia que hizo el SMO más
tarde porque tenía prórroga por estudiar.
-¿Recuerda
en qué consistía el entrenamiento de los soldados esquiadores?
En
ese momento la estructura del Ejército tenía en Mendoza la 8° Brigada de
Infantería de Montaña y de ahí dependen unidades que están en toda la
provincia, la única compañía de esquiadores es la de Puente del Inca donde los
soldados se preparaban tácticamente para desempeñar tareas en ese ámbito. Había
nociones básicas de escalamiento, de esquí de combate, la instrucción primaria
igual fue la de todos los soldados, quienes nos adiestraban eran expertos.
-¿Los
oficiales y suboficiales qué tipo de trato mantenían con ustedes?
No
fue marcado por el mal trato, situaciones que atentaban contra nuestra
integridad. Éramos 90 soldados cómodamente alojados en la cuadra con camas
cuchetas, calefacción en invierno donde llegamos a tener dos metros de nieve
con una temperatura de 28° bajo cero y también estábamos bien provistos de ropa
para esa zona. No había nada que nos hiciera sentir que estábamos en una
situación de descuido. Cuando terminamos la instrucción básica como el lugar se
autoabastece había una usina, cocina, taller mecánico, panadería, sastrería que
era para los soldados. Yo elegí la cocina que era algo que me gustaba.
-Después
del SMO, ¿en qué forma cambió su vida?
Regresé
a San Francisco y en 1979 en enero entré a la Policía de la Provincia de
Córdoba para hacer el curso de agente y presté servicio desde julio de ese año
hasta 2001 que me retiré. Para mí fue muy bueno haber cumplido con el SMO,
significó un orgullo y satisfacción, nunca lo consideré pérdida de tiempo
porque conocí otro lugar y otro grupo humano de personas de lugares distintos.
Todo lo que aprendimos fue útil, más allá de los movimientos vivos, por lo que
yo vi y viví, es decir desde mi persona, nunca sufrí o sufrimos malos tratos.
En mi caso y en el 95 % del personal que estuvo conmigo fue así tanto que
algunos nos juntamos siempre ese día que para nosotros es histórico en Mendoza
para compartir un día.
-¿Influyó
el SMO para que decidiera ser policía?
Yo siempre
tuve una orientación para ser militar o policía, antes del SMO tuve la
oportunidad de ir a la Fuerza Aérea pero una cuestión física me lo impidió,
entonces decidí ser policía porque ya tenía relación con muchos policías y
familiares también. Sentía que podía ayudar al hacerlo.