Salvajismo puro
Ante la pasiva mirada de cientos o miles de personas, un grupo de salvajes arrojó al vacío a un joven desde lo alto de la tribuna en el estadio Mario Kempes de Córdoba.
El video corrió como reguero de pólvora por todos los teléfonos celulares y otras pantallas. Allí se mostraban todos los pasos de un hecho salvaje, que debería agobiar las conciencias de cualquier ser humano, pero que ocurrió -otra vez- en un estadio de fútbol. Ante la pasiva mirada de cientos o miles de personas, un grupo de salvajes arrojó al vacío a un joven desde lo alto de la tribuna en el estadio Mario Kempes de Córdoba.
El hecho cobró más dramatismo cuando se conoció la historia previa, vinculada al encuentro en las gradas de una persona acusada de matar a un niño corriendo una picada años atrás y el hermano de aquella víctima que, según los informes médicos, puede correr la misma suerte.
El reflejo de una sociedad violenta, intolerante e indiferente está en cada una de las imágenes que se han viralizado en el país. Nadie se sorprende ni mucho menos se espanta por estas escenas de salvajismo en estado puro. Aunque ahora, con los hechos consumados, haya algunos que se rasgan las vestiduras.
Las tribunas de los estadios de fútbol han sido escenario de episodios tan graves como el acontecido en Córdoba. Pero en este caso, la existencia de registros fílmicos permite observar con claridad las actitudes de cada uno de los presentes allí. Están los irracionales que golpean con saña, los que ayudan a "bajar" a la víctima hasta el borde del abismo y los que evidencian una pasividad exasperante, como alentando y aceptando la inevitabilidad de la agresión por la agresión misma. Sólo la expresión del rostro de una joven mujer parece mostrar estupor ante la inminencia del crimen que se iba a cometer.
Allí está el presente de la sociedad en toda su dimensión. Es el "nosotros" el que debiera interpelarse frente a las imágenes referidas. Porque las actitudes de naturalización de la violencia se aúnan con la costumbre de no involucrarse y la aceptación cada vez más extendida de la justicia por mano propia.
Podrá argumentarse que las cosas serían distintas si la Justicia hubiese actuado como corresponde en el caso de la picada que mató al hermano del joven arrojado desde la tribuna. La causa iniciada por este hecho ocurrido varios años atrás recién ahora llega a juicio. Pero no es menos cierto que las falencias en los tribunales son otra manifestación palpable del deterioro de una sociedad que, con creciente avasallamiento a la dignidad humana, le da la razón a los "hobbesianos" que afirman que el hombre es el lobo del propio hombre.
Reclamar justicia para que los responsables rindan cuentas de este bárbaro suceso y exigir una reflexión de todos acerca de lo que significó el episodio es lo menos que se puede hacer, aunque prevalezca el pesimismo sobre lo que sobrevendrá.