Rossana Pampligione: dejarlo todo para ir detrás se un sueño
La cantante y profesora decidió dejar todo a los 59 años para cumplir sus sueños en la ciudad de Buenos Aires. Allí, fundó El Faro en el barrio de Recoleta y próximamente comenzará a dar clases en la Universidad de las Artes. Mujer empoderada, va en busca de más sin límites en su edad.
A los 59 años, Rossana Pampligione dio un giro de 180 grados en su vida. Tras 27 años de vivir en San Francisco, a fines del año pasado fue a reencontrarse con la gran ciudad que formó su talento: Buenos Aires.
Para eso, se despojó de todo lo material, vendió sus pertenencias y partió con una valija llena de emociones para refundar El Faro, pero esta vez en el barrio porteño de Recoleta. Además, en los próximos días comenzará como profesora en la Universidad de las Artes, institución donde adquirió las primeras herramientas de su carrera.
- ¿Cómo surgió la idea de dejar todo?
Este proceso se viene dando desde hace un par de años, como consecuencia de muchos viajes a la ciudad de Buenos Aires que me llevaron a fin del año pasado a decidir despojarme de cosas personales. Entre ellas, vendí algunos muebles, otros los regalé junto a cristalería y pintura. Sentí que en este momento de mi vida ya no los necesitaba y que para emprender este nuevo vuelo debía estar liviana. En ese momento comenzó a hacerse realidad el nuevo sueño. San Francisco es y será mi ciudad, solo que este año decidí abrir las puertas de El Faro en Buenos Aires.
- ¿Qué te motivó a hacerlo?
Apostar a crecer, ser puente de unión entre Buenos Aires y nuestra gente, probar que se puede, regresar para continuar con el camino que había iniciado hace más de 25 años.
- ¿Por qué a los 59 años?
Porque sentí arriesgarme a nuevos intentos, a vivir cada etapa con su belleza y que aún tengo mucho para dar. Me gusta regresar cada quince días a dar clases a mis alumnos de San Francisco y esperar con ganas esos encuentros únicos con ellos. El Faro es hoy el fruto de tantos años de trabajo, se entendió cuál es el objetivo y por eso es inmensamente placentero dar clase, compartir música y proyectos artísticos con mis alumnos. Me encanta escucharlos decir "llegó la topadora!", así me apodaron por mi empuje.
Rossana empezó a escribir un nuevo capítulo en su vida desde Buenos Aires, la ciudad que formó su talento para el canto
- ¿Qué significa esta etapa en la vida de una mujer?
Esta etapa es grandiosa, la gran tarea ya ha sido realizada y se siente esa suave brisa que invita a descubrir nuevos mundos y nuevas sensaciones, te sentís plena para dar lo mejor de vos.
- ¿Te sentís una mujer empoderada?
Me siento una mujer fuerte que busca ser feliz, aunque debo confesar que muchas veces me sentí como el salmón, nadando contra corriente con un esfuerzo sobrehumano y otras en vuelo de pájaro a favor del viento. Gracias a Dios vengo de familia de mujeres valientes y las siento cerca cada vez que doy un paso adelante. Hoy puedo decir que me siento plena haciendo lo que siento.
- En tu juventud viviste en Buenos Aires ¿Cómo te recibió ahora?
Viví en Buenos Aires desde mis 20 años hasta los 32 en mi época de estudio de canto y carrera artística hasta que volví a San Francisco, donde decidí dedicarme a mi familia y a la docencia. Pasaron 27 años y ahora la gran ciudad me recibió con los brazos abiertos, me reencontré con amigos y compañeros de estudio y del Teatro Colón, y sentí que el tiempo no había pasado. Fue emocionante volver a vernos después de toda una vida. Así comenzaron las invitaciones a proyectos nuevos y a propuestas de trabajo sin que yo lo hubiera imaginado, ya que mi meta era solamente, abrir las puertas de nuestro Faro en Buenos Aires.
- ¿Qué sentimientos afloran en vos?
Buenos Aires para mí es toda una aventura. Tomar el subte cada día para ir a mí trabajo, bajar en estación Tribunales, saludar al Teatro Colón y caminar la plaza hasta El Faro ya es todo un universo de alegría que en general lo hago cantando y riéndome sola. Tiene sus grises también como toda gran ciudad, pero debo decir que caminar de la mano de la música contagia esperanza.
"Sentí arriesgarme a nuevos intentos, a vivir cada etapa con su belleza y que aún tengo mucho para dar", asegura la cantante
- ¿Cuál es tu actividad allá?
Hoy estoy dedicada a dar clases de canto junto a mi hija Bárbara en El Faro Buenos Aires en Recoleta y en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), lugar al que vuelvo ya que estudié mi carrera de canto allí, cuando funcionaba el Conservatorio Nacional de Música. También estoy dedicada a desarrollar proyectos artísticos y otros solidarios con el fin de darle voz a los que no son escuchados. Junto a Antonella, mi otra hija, sigo dando clase en El Faro San Francisco (en el salón del Jockey Club) cada quince días.
- ¿Cómo funciona El Faro en Recoleta?
Abrimos las puertas en abril pasado logrando matricular alumnos porteños y también articular talleres y cursos para alumnos de San Francisco que vienen a esta ciudad. A la vez, Bárbara junto a Virginia Kaufmann crearon y coordinan el taller "Voz Viva".
- ¿Y la Universidad Nacional de las Artes?
Lo comprobaremos en los próximos días. El Taller de Canto Popular para Adultos comenzó con buena estrella ya que se agotó el cupo hace un par de semanas. Es un honor para mí haber recibido esta propuesta, me entusiasma y espero poder dar lo mejor de mí, y será una hermosa experiencia además trabajar junto a mi hija Bárbara.
- ¿Hay límites para hacer todo eso casi pisando los 60?
Si el deseo es tan fuerte, todo lo que dependa de nuestra voluntad y de nuestra meta, se puede hacer realidad. Hay miles de caminos, opciones y elecciones, creo que la vida ha sido y es, una constante toma de decisiones.
- ¿Tus hijas que opinan Antonella y Bárbara de este cambio rotundo en tu vida?
En casa siempre se respetó la libertad y gran parte del nuevo camino tiene que ver con eso. Me da felicidad regalarles la certeza de que todo es posible si lo emprendemos con amor y dedicación.
Nombre: Rossana Ada Pampiglione
Edad: 59 años
¿Qué te da miedo?: soy de las que respiro y confío.
¿Qué te hace feliz?: que el otro sea feliz
¿Un TOC?: la autoexigencia.