Retenciones, un pésimo impuesto
Estas desincentivan la producción, aun cuando la paridad de cambio puede ser beneficiosa. Es una exacción al sector más dinámico e importante de la economía nacional que compromete el futuro productivo de los campos.
Hace ya más de 12 años, en ocasión de
habilitar una exposición agropecuaria y comercial en la Sociedad Rural de Río
Cuarto, el extinto ex gobernador José Manuel de la Sota planteó que "es necesaria
una inmediata reducción de las retenciones a las exportaciones. Lo planteo
desde hace años. No pido parte para Córdoba de un impuesto nocivo, pido que
acabemos, aunque sea pausadamente, con un impuesto que castiga el trabajo, la
voluntad productiva exportadora".
Mucho tiempo ha pasado. Muchas vicisitudes ocurrieron, en especial aquel recordado conflicto de 2008, surgido por la tenaz oposición de los productores a que se les siga metiendo la mano en el bolsillo con un impuesto pésimo y regresivo que ha vuelto a aparecer como consecuencia de la crisis fenomenal de la economía argentina durante este año.
El agro, esta vez, tuvo una respuesta madura. Aportó a la reconstrucción de una macroeconomía devastada por los errores de los gobernantes, los anteriores y los actuales, entendiendo que su aporte es trascendente para la recuperación de todas las variables y del sector productivo nacional.
Es que son las provincias y sus habitantes quienes que sufren los perjuicios de este nuevo manotazo fiscal admitido como un retroceso incluso por el presidente de la Nación, en cuyo programa de gobierno figuraba la eliminación de las retenciones a las exportaciones. En Córdoba, según ha señalado el ministro de Agricultura, Sergio Busso, el costo será de unos 80 mil millones de pesos sólo pensando en granos, leche y carne. Semejante perjuicio se acentúa en sus números debido a que ya no existe el fondo sojero. "Significa una extracción de recursos importantes. Con los técnicos del Ieral -Fundación Mediterránea- determinamos días atrás que significan 70 mil millones de pesos que se van de Córdoba por granos vía retenciones y, si les sumamos leche y carne, hay que sumarles 10 mil millones de pesos más, que no quedan en Córdoba, se van a la Nación. Es un esfuerzo enorme", subrayó el ministro.
En sintonía con aquellas expresiones de De la Sota en 2006, el ministro Busso sostuvo: "Creemos e insistimos en que es un mal impuesto. Más allá de la decisión que tuvo que tomar el Gobierno por el contexto desfavorable, las retenciones no son buenas. Aunque se pueda entender que la devaluación puede compensar en parte a los productores".
Las retenciones desincentivan la producción, aun cuando la paridad de cambio puede ser beneficiosa. Es una exacción al sector más dinámico e importante de la economía nacional que compromete el futuro productivo de los campos. Es verdad que se trata de una situación excepcional. Así lo ha señalado el gobierno nacional. Pero conviene insistir en la prédica de que se trata de un impuesto pésimo, porque existen numerosos antecedentes de nuevas imposiciones fiscales que surgieron como temporarias y aún permanecen vigentes.