Responsabilidades en el tránsito urbano

Para que los problemas y las tragedias no se repitan, se impone un cambio en las actitudes que demuestren la conciencia social respecto de la responsabilidad que significa conducir un vehículo en las calles.
Suele afirmarse que el comportamiento en el tránsito urbano es una radiografía de lo que caracteriza a una sociedad. Puede admitirse que no siempre esta premisa se comprueba, pero las conductas de automovilistas, ciclistas, motociclistas y peatones son patrones que bien podrían mostrarnos como somos.
Por momentos, sobre todo en determinados horarios, el tránsito en la ciudad adquiere características difíciles para los conductores. La existencia de algunas obras en las calles genera aglomeraciones de vehículos, cuyos ocupantes no siempre tienen la paciencia necesaria para sortear estos obstáculos haciendo los rodeos que se estipularon. Al mismo tiempo, muchos exhiben su malhumor frente a la posibilidad de que los semáforos en una avenida no tengan la coordinación exigida para que la circulación fluya. También, es frecuente observar cómo se ignoran las disposiciones que prohíben girar a la izquierda en algunas avenidas, como por ejemplo Rosario de Santa Fe, Urquiza y Cervantes. Asimismo, el uso del teléfono celular cuando se maneja no solo se habitual, sino que ya se ha transformado en una costumbre, muy riesgosa por cierto.
Además, las hordas de motos conducidas por jóvenes que no reparan en ninguna medida de seguridad son un paisaje habitual durante los fines de semana. El peligro que generan con sus ruidosas apariciones pone en alerta a los vecinos que se cruzan con estas caravanas. A todo esto, se suman las inconductas de peatones que cruzan las calles en cualquier sitio y la de algunos ciclistas que no tienen reparos en circular a contramano y soslayar la existencia de las bicisendas en algunas arterias.
Quizás se pueda pensar que la mayoría de las incorrecciones descriptas en los párrafos anteriores tienen un peso menor, respecto de otras infracciones mucho más graves: cruzar semáforos en rojo y conducir bajo los efectos del alcohol, por caso. En verdad, estas últimas conductas han provocado luctuosos sucesos en la ciudad, incluso en los últimos días. Su incidencia es importante a la hora del análisis y no pueden ser ignoradas.
En este contexto, queda claro que los citados comportamientos son manifestación de una educación vial deficiente y también de la anomia existente en un país poco apegado a la observancia de las normas. Tanto es así que puede evidenciarse también el malestar cuando el municipio o las fuerzas de seguridad efectúan controles en la vía pública, deteniendo a los vehículos y solicitando la documentación que corresponde. Cuando se concretan operativos de este tipo, las redes sociales se inundan de comentarios similares que atribuyen los procedimientos a la supuesta intención recaudatoria del municipio y no a verdaderas razones de seguridad para las personas y los bienes en la ciudad.
En este punto, se impone señalar que los controles de tránsito son, por lo menos, insuficientes. En algunos casos, incluso, no terminan de completar su verdadera función, puesto que se ha observado cómo algunos vehículos pasan sin ser detenidos, pese a que circulan con notorias infracciones a las normas vigentes. Los avances que puedan haberse conseguido en el ordenamiento del tránsito sanfrancisqueño se paralizan frente a las situaciones descriptas. Entonces, para que los problemas y las tragedias no se repitan, se impone un cambio en las actitudes que demuestren la conciencia social respecto de la responsabilidad que significa conducir un vehículo en las calles de la ciudad.