Rebrote de otra epidemia
Rebrote de otra epidemia
No se trata
estrictamente de ningún virus, sino del flagelo que significa la pérdida de
vidas en accidentes de tránsito.
No se trata
estrictamente de ningún virus, sino del flagelo que significa la pérdida de
vidas en accidentes de tránsito.
En medio de
la pandemia que asuela al mundo entero, el título de esta columna parece
alertar sobre alguna otra cuestión relacionada con la sanidad que se habría
"despertado" provocando más zozobra y preocupación. Si bien estas dos últimas
sensaciones se hacen presentes con fuerza, no se trata estrictamente de ningún
virus, sino del flagelo que significa la pérdida de vidas en accidentes de
tránsito.
En un solo
fin de semana de enero, fallecieron 5 personas en luctuosos sucesos ocurridos
en las rutas de la región. El año había finalizado con la tragedia sucedida en
cercanías de Suardi, cuando 4 adolescentes perdieron la vida luego de que el
automóvil en el que viajaban dio varios tumbos. La estadística se seguirá
engrosando seguramente, en especial en estos meses de verano cuando los
dispositivos de control se destinan a otros menesteres más relacionados, por
ejemplo, con el turismo. Y también cuando parecen haberse retomado viejas malas
costumbres que no contemplan la revisión y utilización de los principios de
seguridad vial fundamentales para garantizar que se llegue a destino. O que, en
caso de sufrir un accidente, las consecuencias sean menores.
En casi la
totalidad de los hechos fatales que se producen en las rutas de la región, el
error humano está presente. Desde la conducción en estado de ebriedad hasta la más mínima distracción, pasando por
la no utilización de los cinturones de seguridad o bien subiendo a un vehículo
más pasajeros que los que corresponden. Las estadísticas son claras: más del
95% de los accidentes tienen este tipo de causas. La Argentina, y nuestra
región en particular, no son la excepción, especialmente si se considera que
tenemos el triste privilegio de estar a la cabeza en las estadísticas globales
sobre cantidad de muertes en las calles y rutas. Una pequeña porción de los
choques graves se produce debido a errores técnicos, como falta de mantenimiento
de los vehículos o algún dispositivo que en el momento no funcionó
adecuadamente.
En este
contexto, merece ser reconocida la actitud de los padres de las adolescentes
morterenses fallecidas en el accidente de Suardi. En medio del profundo dolor
que significa la pérdida de un hijo, no se paralizaron. Todo lo contrario.
Salieron a la calle, no para exigir Justicia o reclamar ante las autoridades,
sino para concientizar a los jóvenes sobre la necesidad de que tomen las
precauciones del caso y respeten todas las normas viales para que la conducción
irresponsable no se lleve más vidas.
Quedó
demostrado que el dolor es una sensación que también puede motivar a acciones
que permitan evitar tragedias y a mejorar la vida de una comunidad. Es de
esperar que esta actitud plausible, cristalizada en la marcha que se desarrolló
en Morteros, se constituya en un antídoto efectivo para que se tome conciencia
acerca de que prevenir y acatar las normas ayuda y mucho a combatir este
rebrote de la epidemia de los accidentes de tránsito y sus consecuencias
fatales.
En medio de
la pandemia que asuela al mundo entero, el título de esta columna parece
alertar sobre alguna otra cuestión relacionada con la sanidad que se habría
"despertado" provocando más zozobra y preocupación. Si bien estas dos últimas
sensaciones se hacen presentes con fuerza, no se trata estrictamente de ningún
virus, sino del flagelo que significa la pérdida de vidas en accidentes de
tránsito.
En un solo
fin de semana de enero, fallecieron 5 personas en luctuosos sucesos ocurridos
en las rutas de la región. El año había finalizado con la tragedia sucedida en
cercanías de Suardi, cuando 4 adolescentes perdieron la vida luego de que el
automóvil en el que viajaban dio varios tumbos. La estadística se seguirá
engrosando seguramente, en especial en estos meses de verano cuando los
dispositivos de control se destinan a otros menesteres más relacionados, por
ejemplo, con el turismo. Y también cuando parecen haberse retomado viejas malas
costumbres que no contemplan la revisión y utilización de los principios de
seguridad vial fundamentales para garantizar que se llegue a destino. O que, en
caso de sufrir un accidente, las consecuencias sean menores.
En casi la
totalidad de los hechos fatales que se producen en las rutas de la región, el
error humano está presente. Desde la conducción en estado de ebriedad hasta la más mínima distracción, pasando por
la no utilización de los cinturones de seguridad o bien subiendo a un vehículo
más pasajeros que los que corresponden. Las estadísticas son claras: más del
95% de los accidentes tienen este tipo de causas. La Argentina, y nuestra
región en particular, no son la excepción, especialmente si se considera que
tenemos el triste privilegio de estar a la cabeza en las estadísticas globales
sobre cantidad de muertes en las calles y rutas. Una pequeña porción de los
choques graves se produce debido a errores técnicos, como falta de mantenimiento
de los vehículos o algún dispositivo que en el momento no funcionó
adecuadamente.
En este
contexto, merece ser reconocida la actitud de los padres de las adolescentes
morterenses fallecidas en el accidente de Suardi. En medio del profundo dolor
que significa la pérdida de un hijo, no se paralizaron. Todo lo contrario.
Salieron a la calle, no para exigir Justicia o reclamar ante las autoridades,
sino para concientizar a los jóvenes sobre la necesidad de que tomen las
precauciones del caso y respeten todas las normas viales para que la conducción
irresponsable no se lleve más vidas.
Quedó
demostrado que el dolor es una sensación que también puede motivar a acciones
que permitan evitar tragedias y a mejorar la vida de una comunidad. Es de
esperar que esta actitud plausible, cristalizada en la marcha que se desarrolló
en Morteros, se constituya en un antídoto efectivo para que se tome conciencia
acerca de que prevenir y acatar las normas ayuda y mucho a combatir este
rebrote de la epidemia de los accidentes de tránsito y sus consecuencias
fatales.