Prócer en su tiempo y en todos los tiempos
Vencer el determinismo de un presente agobiador es una enseñanza del general San Martín. Superar los arrebatos temporales y la mirada miope que impide ver más allá, quizás permita desbrozar la maleza y encontrar el rumbo marcado por el Padre de la Patria.
Se conmemora un nuevo aniversario de la muerte del general José de San Martín. La efeméride encuentra a la Nación sumida en una crisis profunda en lo económico que tiene sus orígenes en circunstancias políticas y en errores continuos en el manejo de la cosa pública, situaciones que se repiten desde hace décadas.
Una vez más, los argentinos viven la zozobra que la imprevisibilidad hace explotar y la incertidumbre que angustia no ya por los que han vivido varias de estas crisis, sino fundamentalmente por el legado que se le deja a las nuevas generaciones en todos los ámbitos: educativo, cultural, político y económico fundamentalmente. En medio de este fango, la conmemoración de la muerte de nuestro máximo prócer asoma tímida, casi inadvertida ante lo abrumador de la realidad.
Y mientras continuamos enfrascados en una maraña de egos personales, desvaríos políticos, mofas electorales y puños apretados frente a la triste realidad, se hace complicado resaltar la enorme figura sanmartiniana. Porque se ha dicho todo sobre su ejemplo, su patriotismo y su valentía para afrontar las más penosas circunstancias, tanto en el campo de batalla como en la vida pública posterior. Pero los elogios y las menciones honoríficas hacia su figura quedan solo en la declamación, el tiempo es vertiginoso y no se asume que, quizás, su pensamiento y acción pueden ser la clave para reencontrar el rumbo.
El pensamiento de un hombre público se puede circunscribir a la época en la que vivió. Pero también en esas reflexiones es preciso abrevar para encontrar alguna senda en medio de la espesura crítica de una realidad opresora. En el libro Ideario de San Martín, José Luis Barcia también alude a los condicionamientos temporales del prócer. Afirma: "Abundan en sus escritos testimonios de esta conciencia del tiempo, que huye irreparablemente, como dice el latino. De allí que repita, como latiguillo, una frase conclusiva: "El tiempo por testigo". Y anota: "El tiempo pasa y este ejército se disuelve" o "El tiempo es costoso".
Nuestro tiempo, el de hoy, es testigo de la debacle de uno de los pocos países ricos que se ha empobrecido con los años. Es ese tiempo que pasa y disuelve no ejércitos, pero sí esperanzas. Y que, por ello, adquiere un costo incalculable frente a la mediocridad, el sectarismo, la impotencia y la negligencia que baja como ejemplo de una dirigencia social y política que hoy se llenará la boca con el recuerdo del prócer, pero que al poco tiempo -siempre determinante este concepto- dejará arrumbados esos conceptos hasta el próximo 17 de agosto.
San Martín enseña el camino. Pero no lo encontramos, salvo en contadísimas ocasiones. Y nos reafirma que "ala idea del bien común todo debesacrificarse", porque "debemos miraral porvenir, no nosensoberbezcamos con lasglorias, y aprovechemosla ocasión de fijar la suertedel país de un modosólido y tranquilo", siempre pensando en la defensa de las instituciones porque las palabras sanmartinianas son contundentes al respecto: "Por inclinación y principios amo el gobiernorepublicano y nadie, nadie lo es más que yo".
Este tiempo no se va. Aprieta. Duele. Un hombre de otro tiempo, angustiado por considerarlo un bien escaso, hizo germinar, sin embargo, la semilla de una Nación pensando no solo en su época. Vencer el determinismo de un presente agobiador es una enseñanza del Padre de la Patria. Superar los arrebatos temporales y la mirada miope que impide ver más allá, quizás permita desbrozar la maleza y encontrar el rumbo marcado por el prócer.