Mascotas, la forma que los abuelos tienen para “gambetear” la soledad
Estar solos no es una opción para muchos abuelos, y en el caso de Sara Díaz y Silvino Buraschi, además de sus actividades diarias, tienen a dos compañeros de cuatro patas por los que se desviven y a los que consideran "un hijo más".
Dicen que hay que saber llevar la soledad cuando ésta se vuelve parte de la vida. A veces los abuelos se quedan solos ya que los chicos se hicieron grandes y tienen su hogar o porque esa situación no se dio. Pero ahí, cuando más pesa el silencio en la casa, una pata les hace cariño y les recuerda que alguien los acompaña.
Así les pasa a Silvino Buraschi y Sara Díaz, dos abuelos de nuestra ciudad que más que una mascota adoptaron un "hijo" por quienes se desviven y conviven.
Para ellos no hay soledad, y tampoco silencio. Solo la alegría de saber que cuando llegan a casa después de hacer sus cosas en la calle, una cola se mueve, un amigo los espera.
"Carlitos y María Inés me trajeron al Bolita", dijo Silvino mientras removía la taza de café con leche temprano en la mañana, y su perro daba vueltas esperando desayunar también.
Los dos "chicos" mencionados son sus hijos que no viven en la ciudad pero que están siempre presentes. Después de un robo, ellos creyeron que una mascota podría hacerles bien a Silvino y Flérida - su esposa fallecida hace algunos años -, y vaya que tuvieron razón.
En otra casa, en barrio 9 de Septiembre Sarita comentó a LA VOZ DE SAN JUSTO que tiene a su perra Uma, "porque su hija Débora se la trajo y terminó adoptándola".
Al principio, ninguno de estos dos abuelos quería un animal pero fue a fuerza de cariño que estos dos perros se hicieron un lugar en las casas donde ahora son líderes. Ambos vinieron de un refugio de animales, y tuvieron una oportunidad de formar una familia con sus dueños que se desviven y sonríen siempre por su intermedio.
Bolita y Silvino son dos conocidos en
el centro por sus paseos diarios. Siempre los saludan por la calle y entran a
los comercios
Llegaron como un regalo
"Flérida - la esposa de Silvino - decía que el día que llevaran un perro a casa ella se iba a ir. Después de un tiempo los chicos hablaron y lo trajeron a Bolita de un refugio de Morteros", explicó Buraschi sobre su mascota que tiene unos 14 años y vive hace 8 con él en un departamento céntrico.
La historia de Uma es similar según contó Sara. Fue Débora su hija quien la llevó a la casa con 27 días y de aquel tiempo pasaron 4 años: "Yo no quería saber nada. Se terminó criando abajo del calefactor y en una caja de zapatos. En abril festejamos su cumpleaños y ahora duerme encima de una sábana viejita conmigo en la cama".
Bolita, en cambio, tiene una alfombra en el comedor y otra en el dormitorio de su papá. Ahí vigila su sueño todos los días y si se duerme pide enseguida que lo saquen a pasear "porque nunca ensució adentro".
Para Silvino, Bolita fue un aliciente cuando Flérida su mamá "se había ido" y le tuvo que contar que quedaban solos en la casa. No considera que haya llegado porque sí el perro a su vida: "Le puse le mismo nombre que a una mascota que tenía cuando era chico. Solo que a él un día lo sacrificaron para saber si tenía rabia después que un hombre le pegó y denunció que lo mordió".
Mañas y paseos
Silvino sale todos los días a pasear con Bolita. Son habitué en el centro de San Francisco donde los conocen todos porque salvo que una lluvia torrencial impida caminar dan su paseo.
Bolita es un perro de mediana estatura, pelo brilloso, ojos oscuros y "un poco cascarrabias". Pero tiene un buen corazón y su mirada cambia cuando le hablan de su papá. Se queda horas esperándolo cuando Silvino hace alguno de sus viajes y queda con Marta, la empleada que también "le da vicios" cada vez que va a limpiar.
"En la casa anterior él dormía en los sillones de la galería, cuando le abría la puerta iba directo a hacerle cariño a Flérida, después como todos los vecinos salíamos a dar vueltas por el barrio", recordó sobre una práctica que ahora trasladó al centro y la hacen sobre la Plaza Cívica y algún que otro negocio donde lo reciben al saludo de "¡Bolita!".
El caso de Uma no es diferente. No le gusta estar sola y siempre permanece cerca de su mamá. "Yo no quiero más perritos, ella me absorbe los minutos de mi vida. Vamos a pasear, a la plaza donde va a correr y yo llevo algo para entretenerme. Ella sale contenta cuando le digo que vayamos y mueve la cola", detalló siempre animada y mirando a su mascota.
Pero no es lo único que esta perrita hace, porque también va a trabajar. Según expresó Sara sale "feliz" a "ganarse el pan de cada día". "Como yo hago cobranzas si no hace mucho calor me acompaña. Cuando me bajo ella queda mirando para todos lados. Creo que ella me lleva a mí, tanto que no sale a hacer pis si no la acompaño y no le gusta pasar tiempo sola", agregó sonriendo.
Sarita y Uma salen juntas a todos lados, incluso a trabajar para "ganarse el pan"
Vicios
Silvino trata de mantener una dieta balanceada para Bolita. "A la mañana come pan cortado en cuadraditos y come cinco veces al día como yo. Pero Marta le da muchos vicios y le da más de comer", aclaró entre risas mientras el perro "disimulaba".
Sara tiene entre sus hobbies el amor por la cocina. Cuando quedó sola no tenía para quien hacerlo todos los días pero ahora lo hace para Uma: "El veterinario la puso a dieta tiene que bajar 10 kilos y solo comer el balanceado especial que le dieron ya que tiene colesterol".
Por distintas causas Sara y Silvino quedaron solos, pero Uma y Bolita los "salvaron" en cierta forma y hacen que la soledad no exista. Tienen su vida aparte de las mascotas pero disfrutan que al llegar a casa y cuando cierran la puerta exista alguien que los espera. No importa sino habla y solo ladra, ambos coinciden en que estos amigos de cuatro patas que son sus "hijos más pequeños" los alegran con grandes cuotas de cariño.