Los músicos que vivían de la pesca
Un par de músicos geniales van sin un mango detrás del sueño de algo grande. Se instalan en Brasil. Tocan, componen, viajan con LSD, se inventan un idioma y sobreviven comiendo erizos de mar.
Por Manuel Montali | LVSJ
Carlitos y David estaban en Buzios. Eran argentinos, pero ese país de las maravillas, en 1978, estaba dominado por un trío de reyes bastante afectos a los degüellos (o a las torturas y desapariciones, para ser más precisos).
Buzios, asentamiento de pescadores brasileños, conocido por sus muchas playas y por haber recibido a Brigitte Bardot en los sesenta, no estaba aún copada por compatriotas argentinos, sobre todo cordobeses bebedores de un licor italiano al que se mezcla con otra conocida gaseosa.
Estos buenos muchachos, ambos músicos de primer nivel con un poco de historia grande y algunos hits en la espalda, no tenían un mango. Carlitos venía muy metido con una bailarina brasileña, y David con la onda gurú. Antes de partir habían armado un "Festival del Amor" para juntar fondos, y eso les permitió alquilar por unos tres meses una casa a todo lujo, pero no les sobraba para la comida. Y subsistían con poco. Buceaban, buscaban erizos de mar, los partían con piedras y los comían con limón.
Mientras tanto, tocaban y componían. Carlitos la rompía en el teclado y David, en la guitarra. Y cantaban de maravillas.
Tenían una idea en la cabeza. Pero los dos solos no bastaban. Carlitos se hizo una escapada a la Argentina. Necesitaba cerrar un contrato para que les adelantaran dinero. De paso, había escuchado de un tal Pedrito, un bajista que la rompía toda pese a ser apenas mayor de edad. Lo fue a oír y no dudó en llevárselo a Brasil. Estos tres multi-instrumentistas y cantantes completaron el cuarteto con Oscar, un baterista conocido en el ambiente, que ya había tocado con Carlitos en el "Festival del Amor" y en un grupo anterior, y de cuyos parches habían salido algunos de los primeros ritmos de rock nacional.
Pasaron cosas en Brasil. Estos cuatro músicos se armaron una pequeña comunidad con sus parejas y familias. Siguieron tocando, componiendo y mechando ese trip con algo de ácido. Se inventaron hasta un idioma para contar por fonética, del que surgiría el nombre de la banda.
Carlitos y los muchachos siguieron moviéndose detrás de algo grande. Grabaron el primer disco en San Pablo, le pusieron la orquesta en Estados Unidos... Los bautizarían como "Los Beatles" argentinos, pero tal vez estaban mucho más cerca de Queen, de la ópera con la sátira y lo popular. De hecho, algún que otro crítico los tildaría de "homosexuales" por sus juegos de voces.
El debut del súper grupo ante el público porteño fue en julio de 1978, en un festival que la "Fundación de la Genética Humana", en la que trabajaba la mujer del comandante en jefe de esa dictadura, organizaba en el Luna Park. La gente llevó grabadores para piratear el vivo, pero el sonido fue tan malo que terminaron lanzándoles las pilas.
Un mal arranque le puede pasar a los mejores. Tuvieron un segundo show en noviembre, el estreno oficial, en Obras Sanitarias. Ahí desembarcaron un Titanic con orquesta de cuerdas, pantallas con videos a color... Pero la cosa no fue mejor. Una parodia de música disco y un par de chistes con mal timing les pusieron al público en contra. A Carlitos le empezaron a reclamar que tocara temas de un grupo que había tenido antes, Sui Generis. Él se negó, la gente le coreó que la estaban cagando, y Carlitos tiró una bicicleta clásica: "Ustedes se cagan solos".
Un conocido crítico dijo que los verdaderos músicos se habían quedado en Brasil, y que los que se presentaron eran sus dobles. Venir del paraíso y chocarse con esa grasada de la capital podría haber sido el fin. Pero fue el principio. Las críticas les dieron letra. Complejidad, experimentación, virtuosismo, acidez, altura, escenario, potencia... Ni el golpe de las nuevas olas ni encontrarse con el diablo los iba a frenar. Le regalaron a la música nacional un par de años mágicos, quizá los mejores. Se separaron en el '82, cuando empezaba a extinguirse la dictadura. Sobre las ruinas del pasado, mostraron el futuro.
Volverían una década más tarde, por un tiempito, para los jóvenes de ayer. Pero los tiempos eran otros. Ellos eran otros. No eran sus dobles, pero otros. Y los críticos también eran otros y ya no los miraban de reojo. Fue un suceso. No fue lo mismo.