La primera poetisa afroamericana
Fue secuestrada y enviada a Estados Unidos en un barco. La compró una familia que apostó a su educación. Fue la primera afroamericana en publicar un libro. La liberaron, pero la servidumbre y la pobreza igual la esperaban al lado del camino.
Manuel Montali | LVSJ
Vio la luz, en Estados Unidos, a los siete u
ocho años. Podría ser un plagio "leslutheriano", pero es la historia de una
esclava, que había nacido en África, probablemente en Senegal, en 1753. Fue
secuestrada y llevada al Nuevo Mundo, en donde terminó siendo adquirida por un
sastre de buena fortuna en Boston, llamado John Wheatley. Después de varios años
de relación con Susana, su mujer, ya sin saber con qué regalo agasajarla, a
este buen hombre le pareció que la niña sería una linda sorpresa. Rompiendo un poco el molde de látigo y tareas
brutales, esta familia le dio a la joven una educación privilegiada. Mary y
Nathaniel, los hijos del matrimonio, le enseñaron a leer y escribir, con tanto
esmero, que a los 12 ya le hacía frente a los griegos (traduciendo a Ovidio),
latinos y a la Biblia. Dos años más tarde, le daba forma a sus primeros poemas:
"Sobre los señores Hussey y Coffin" y "A la Universidad de Cambridge, en Nueva
Inglaterra". Los Wheatley vieron que tenían bajo su techo a un talento
singular, y dejaron las tareas domésticas en manos de sus otros esclavos. Así,
la joven pudo enfocarse en su veta literaria. Sus poemas discurrieron sobre pasajes
religiosos y odas divinas. Uno de los más famosos, "Sobre haber sido
traída de África a Estados Unidos", habla de su tierra como un lugar
pagano del que fue sacada por "misericordia", aunque deja lugar a una pequeña
admonición contra la gente de tez blanca al recordarles que los negros, como
Caín, también pueden unirse al trencito angelical. Demasiado osado para la
época. Por lo demás, el grueso de sus textos eran
homenajes a personalidades ilustres (George Washington, que se reunió con ella,
y los padres de la patria naciente) y otros dedicados a allegados y distintas
personas en momentos especiales (a la mujer que perdió el marido, ante la
muerte de un niño, etc.). Por citar un fragmento a modo de ejemplo, bien vale
esta introducción: "Mecenas, tú, bajo la sombra del mirto. Lee lo que cantaban
los poetas y tocaban los pastores. ¿Qué sintieron esos poetas, que tú sientes
lo mismo? ¿Tu alma no posee la llama sagrada? Tu genio comparte sus nobles
cepas. En lenguaje más suave, y aires más divinos". Esa pieza, "Mecenas", fue la apertura del
libro "Poemas sobre varios temas, religiosos y morales", publicado por gestión
de Nathaniel en Londres, en 1773, adonde había introducido a la autora. Bajo el
título aparecía la aclaración de que ella era una negra al servicio de John
Wheatley. Y entre muchas poesías que se imprimían por primera vez, hay algunas
joyas como la épica sobre "Goliath de Gath", reinterpretando el texto bíblico
para cambiar por un momento el foco y depositarlo no en la cabeza del héroe,
David, sino como una piedra en la testa del gigantón. Mirar a los antihéroes y
reescribir los textos sacros, dos corrientes luego explotadísimas, como Jorge
L. Borges hablando sobre Asterión o José Saramago haciendo lo propio sobre
Caín. Algunos historiadores incluso atribuyen la
acuñación del término "Columbia", en su oda a Washington, como la que terminó
siendo empleada por el prócer Francisco de Miranda, y luego escogida como
nombre del país caribeño. Haciendo historia en las letras, de todas
maneras, no pudo escapar a un destino trágico tan común para los esclavos, aun
para los que habían sido liberados por su familia, como ella, que recibió ese
obsequio con la publicación de su ópera prima. Apenas editada, perdió a sus
padres adoptivos. En 1778 se casó con otro afroamericano emancipado, que luego
la abandonó. La poetisa terminó cayendo en la servidumbre que los Wheatley
habían querido evitarle. Y como si su estirpe estuviera maldita, a lo Buendía,
murió en la pobreza y joven, en 1784, con 31 años. Ya había perdido dos hijos.
El último, el tercero, dejó de existir poco después que ella. Algunos de sus poemas inéditos fueron reunidos
en obras póstumas, y su legado fue bandera para los abolicionistas, quienes la
invocaban como un ejemplo paradigmático del potencial intelectual de su raza en
igualdad de condiciones. Vio la luz, en Estados Unidos, a los siete u
ocho años. Cuando llegó, le pusieron por nombre el del barco en el que la
habían traído, y por apellido el del mercader que la compró. "Nadie nos prometió un jardín de rosas.
Hablamos del peligro de estar vivo", cantó Fito Páez. Phillis Wheatley, la
primera poetisa afroamericana, no llegó a verla detrás de la tragedia de la
esclavitud. Pero la inmortalidad también la esperaba al lado del camino.