La obesidad no es una elección
La obesidad es una enfermedad y no debe ser motivo de burla. Todo lo contrario: debe ser un alerta para analizar por qué hay cada vez más personas enfermas y determinar las medidas necesarias para cambiar esta situación.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, la tasa de obesidad en la Argentina alcanza el 27% y es la más alta de América Latina, mientras que más del 60% de los habitantes de nuestro país padece de sobrepeso.
Si bien siempre se ha visto a la obesidad como una elección, hoy sabemos que es una enfermedad, cuyas causas son complejas y específicas de cada quien que la sufre. Por lo tanto, no debe ser motivo de burla.
Todo lo contrario: debe ser un alerta para analizar por qué hay cada vez más personas enfermas y determinar las medidas necesarias para cambiar esta situación. Hoy día la obesidad se presenta como la patología metabólico-nutricional más frecuente, y no solo en la edad adulta, sino también en la infancia.
Las consecuencias que ocasiona son muchas; entre ellas, diabetes tipo 2, hipertensión, problemas cardiovasculares, y hasta algunos tipos de cáncer. Por lo general, la obesidad oculta una «adicción alimentaria», entre comillas porque aún existen debates sobre el concepto.
Antes se llamaba "adicción" a aquello que activaba las vías mesolímbicas de la recompensa que se encuentran en el cerebro. Sin embargo, como algunas de estas vías se activan mediante factores placenteros, ahora, con tal término, también se incluye a la reacción, es decir, los comportamientos que provocan una dependencia.
Lo cierto es que el consumo excesivo de alimentos es una adicción como cualquier otra, incluso, aún cuando quien la padece no ve afectada su salud o su relación con el entorno. Y como adicción, es una enfermedad psiquiátrica. Esto queda claramente demostrado por los síntomas y la dependencia que genera, al igual que cualquier otra adicción.
Además, no bien se interrumpe ese consumo excesivo, aparece el síndrome de abstinencia, que se manifiesta con distrés y disforia (que es lo opuesto a "euforia", y por ende, se caracteriza por un sentimiento desagradable y molesto).
Los alimentos más adictivos son los más apetitosos, es decir, los que tienen gran cantidad de azúcar o sal o un alto contenido graso. El problema está en que, a diferencia de las drogas, su consumo no es ilegal y son económicamente accesibles a todos.
No obstante, no todas las personas que consumen estupefacientes se vuelven adictas ni todas las personas que consumen alimentos ricos en azúcar, sal o grasa adoptan un comportamiento adictivo. Se ha descubierto que las conductas adictivas derivan de una predisposición genética y de la adaptación del cerebro frente a un consumo excesivo que se prolonga en el tiempo.
Además, incide la personalidad de quienes padecen una adicción. Los obesos son personas muy vulnerables, impulsivas y sensibles a la recompensa y el castigo. Dado que los alimentos más sabrosos disminuyen el dolor y causan placer, la comida pasa a ser una especie de medicina para paliar estados emocionales negativos, como el aburrimiento, la soledad, el enojo, el aislamiento, la depresión.
Por lo tanto, se debe reconocer que la obesidad es una enfermedad, no una elección. Y que es necesario un enfoque multidisciplinario para ayudar a quienes la sufren, a fin de que sean capaces de enfrentar ese entorno que les resulta hostil o en el que encuentran rechazo.
Asimismo, no nos debemos olvidar de la obesidad infantil. Se requiere que cuidemos más la alimentación de los nuestros hijos dentro y fuera del hogar. Debemos motivarlos a que hagan ejercicio, que beban agua y no gaseosas, y coman frutas y verduras y no comida rápida o dulces.
No se trata de prohibir, sino de educarlos a que comen "de todo" con "moderación". En definitiva, aprender a comer es aprender a tener una vida más saludable. Por eso, debemos enseñarles a los más chicos conductas alimentarias que les garanticen buena salud en el futuro. En definitiva, de ellos depende nuestro mañana.