Jóvenes y fiestas clandestinas: la necesidad de reencontrarse con los suyos
Cada vez se conocen más de estos eventos prohibidos. La mente de los adolescentes a ocho meses de encierro y la necesidad de salir sin medir peligros. Acá, el rol de los padres es fundamental.
Durante la cuarentena, las fiestas clandestinas ocuparon la tapa de LA VOZ DE SAN JUSTO y la sección policiales del mismo diario. Era el comentario de la ciudad los domingos y los días siguientes hasta que volvían a ocurrir.
Lo más grave es que cuentan con la presencia de jóvenes y adolescentes, que como toda la población, no están ajenos al contagio de coronavirus.
Esta necesidad de salir, luego de ocho meses de encierro y confinamiento, en especial de los adolescentes, reflejó que son el grupo etario más afectado por la pandemia causándoles efectos adversos como depresión y ansiedad.
En esa represión por salir y estar con sus pares, las fiestas clandestinas se convierten en la vía de escape. Para la licenciada en Psicología María Victoria Mazzola (M.P:2743) , "a finales de marzo, la cuarentena era algo novedoso para todos nosotros, pensábamos en un plazo corto, pero esto no fue así".
"Los humanos tenemos la capacidad de habituarnos a las situaciones y así también al miedo. La cuarentena comenzó con mucho temor al Covid-19 pero, con el paso de los días, este miedo que hacía que nos encerremos se fue perdiendo y empezó a ganar la desmotivación, lo que lleva a romper el aislamiento", comentó Mazzola.
"Es fácil sostener algo que te genera una gran incomodidad por poco tiempo, al principio actúa el temor: miedo a enfermarse, a morir y a enfermar a otros que queremos, cuando una persona siente este temor, percibe algún tipo de amenaza que es más grande que los recursos que tiene para hacerle frente".
"Pero lo que en principio iban a ser algunas semanas, terminó siendo medio año: Lo que empezó a pasar después es que esa incomodidad cambió. Empiezan a aparecer otras que, como se tienen que sostener por más tiempo, es más difícil para nuestro cerebro. También ocurre que al sentirnos aislados o solos entramos en un estado que lo emocional supera lo racional y de la sensación que la vida se nos pasa" explicó la psicologa.
Con respecto a los jóvenes, "los indicadores vienen coincidiendo en que son los adolescentes entre 18 y 39 años, son los que experimentan mayor nivel de ansiedad, depresión y estrés en el encierro que el resto de los rangos etarios. Es este grupo el que atraviesa las emociones más negativas de soledad, nerviosismo y tristeza", explicó Mazzola.
En este sentido y refiriéndose a porqué los chicos asisten a fiestas prohibidas o clandestinas en medio de una pandemia como coronavirus, "Siempre que hacemos un esfuerzo sostenido durante un tiempo nos va a generar fatiga. Siempre hay momentos en donde la tensión baja y los elementos del entorno te llevan a hacer otra cosa. Cuando la fatiga es muy alta perdemos el control inhibitorio y pasamos al otro extremo. En la adolescencia y la juventud una de las funciones del cerebro es encontrar el sitio de cada uno dentro de su entorno y eso incluye a sus iguales".
Las fiestas clandestinas resultan para los adolescentes, la posibilidad de oponerse a lo prohibido y en cierto sentido ponen de evidencia el pensamiento mágico que a mí no me va a pasar nada. Es sabido que ese tipo de pensamiento es característico de esta etapa sumando a las costumbres sociales de las juntadas y la toma de alcohol", comentó.
El rol de los padres
Ante esta difícil situación, el rol de los padres es fundamental. "Es importante dialogar con los hijos acerca de las responsabilidades que ocasionan estas decisiones grupales".
"Adultos y jóvenes estamos atravesados por el mismo fenómeno, esto nos iguala, lo que hace a veces difícil encontrar en los adultos una perspectiva clara de puesta de límites a sus hijos, ya que ellos también en muchos casos trasgreden las reglas impuestas en este confinamiento".
"Esta pandemia nos muestra como la conducta individual afecta directamente al semejante, la posibilidad de tomar conciencia desde jóvenes de la interdependencia es fundamental para todo ámbito de la vida. Lo que yo haga o deje de hacer afecta directamente al otro, quizás sea algo interesante para poder reflexionar como sociedad ante un fenómeno que nunca imaginamos que íbamos a suceder", reflexionó la psicóloga.
"Poder construir un pensamiento colectivo de relación en la comunidad es empezar a tejer nuevas tramas de vinculación que hacen a una mejor convivencia y respeto hacia todos", concluyó.