José, un inmigrante valiente: por amor, llegó a San Francisco en plena dictadura
En el Día del Inmigrante, entrevistamos a José Fernando Aguirre Medina, un colombiano que no tuvo que renunciar a la pasión por el café, rendida ante la tradición argenta del mate, tanto como a la libertad que su tierra le garantizaba y San Francisco le negaba. Contra todo pronóstico, el amor por una sanfrancisqueña le dio el coraje de migrar a un país
Por Leandro Gottardi
El 4 de septiembre de 1812 el primer decreto del Primer Triunvirato sobre fomento de inmigración estipulaba que el gobierno argentino ofrecía su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a su familia que quieran fijar su domicilio en el territorio del Estado, asegurándoles el pleno goce de los derechos del hombre en sociedad con tal de que no perturbasen la tranquilidad pública y respetasen las leyes del país.
En conmemoración a esa disposición se celebra desde 1949 el Día del Inmigrante. LA VOZ DE SAN JUSTO salió en busca de vivencias de inmigrantes en San Francisco y se topó con unahistoria de coraje y amor digna del cine, que trajo a José desde su Colombia natal hace 40 años, en plena dictadura, dejando atrás su tierra en democracia.
Desde ese momento, José Fernando Aguirre Medina -nacido en la ciudad de Armenia- echó raíces en la nuestra, en donde se casó dos veces y tuvo seis hijos, que le dieron tres nietos.
"Era hijo único y cuando falleció mi mamá, quedé solo en Colombia. Hacía cinco años que me venía escribiendo a través de cartas con Susana, quien fue mi primera esposa y vivía en San Francisco", recuerda.
Su llegada al país fue en los últimos días de diciembre de 1977, en un contexto político difícil para Argentina, con un gobierno de facto que escribió con sangre una de las páginas más oscuras de la historia política argentina. "La gente de Colombia me decía que estaba loco por ir a vivir a ese país en ese momento", dice José, pero nada lo detuvo y hoy nos recibe en la tranquilidad de pueblo que le da vivir en Plaza San Francisco.
José en la paz de un barrio con alma de pueblo que eligió para vivir
Un romance que nació de cartas
José conoció a Susana -quien se convirtió en su primera esposa- a través de cartas -cuando el único correo posible era el postal- y fotografías que intercambiaban del mismo modo.
"Era angustiante la espera, enviabas una carta y debías esperar días y días para recibir una respuesta. Comenzamos con cartas breves, en donde contábamos nuestras vidas, cómo era nuestra casa. De pronto, todo fue creciendo, se convirtieron en epístolas de 5 0 6 hojas casi acarameladas, se te pegaban en la mano de la dulzura que tenían", narra nostálgico.
Cuando murió su madre, José quedó huérfano en Colombia. "Hacía cinco años que veníamos escribiéndonos por cartas con Susana, que al enterarse de mi pérdida me propuso mudarme a San Francisco y comenzar a planificar nuestro matrimonio".
Así fue que luego de un viaje que comenzó en Cartagena de Indias y se extendió por 15 días llegó el primer encuentro con su amada. Tenía 24 años. Hoy ya tiene 65.
"Fue una sorpresa impresionante. Ella trabajaba en Romero & Busso (local comercial muy reconocido por entonces), cuando llego a la Terminal de Ómnibus la contacto diciéndole que ya estaba en la ciudad, pidió permiso en el trabajo para buscarme y me llevó hasta el negocio. Para esperarme, habían destapado botellas de sidra".
"Nos casamos y tuvimos tres hermosos hijos: Franco Fernando, Ivana Elisa y Emanuel Leonardo". Ese primer matrimonio se extendió durante ocho años.
No fueron fáciles los primeros años. "Vine como extranjero. En la Constitución Argentina está establecido que a las 24 horas de haberme casado con una nativa del país yo tenía derecho a mi radicación inmediata. Un día les pregunté a los militares por la demora del trámite y ellos me decían: 'Ahora nosotros somos la constitución'. Un año y medio se demoró el trámite para ser residente permanente, fue muy grande la incertidumbre de saber qué iba a pasar conmigo", describió José.
Por carta José conoció a su primer amor, que lo trajo a nuestra ciudad en 1977 y nunca más se fue.
Volver a Colombia
Después de la separación de Susana, "volví a encontrar otra mujer maravillosa, Carina, con la que volví a casarme y tengo otros tres hijos: Leopoldo Tomás, Solana Pilar y Laureano León", indica el colombiano.
Justamente de la mano de Carina, regresó a su tierra natal, luego de 20 años sin pisarla. "Ella es muy decidida, quería conocer Colombia y allá fuimos. Me reencontré con muchos amigos y particularmente con una familia con la que dejé una gran amistad cuando decidí inmigrar a la Argentina. Durante ese viaje -que fueron 15 felices días- recuperé lo perdido, la esencia de uno mismo".
Costumbres argentinas
Sobre cómo fue adoptando las costumbres argentas y aprendiendo a llamar con otras palabras esas cosas que en la jerga colombiana tenían "sabrosura", José asegura que nunca abandonó su buen gusto por el café, típico de su origen, pero de vez en cuando, matea, "a lo nuestro".
"Nunca dejé de tomarlo, tomo mucho café. Incorporé el mate, una familia vecina me invita seguido a tomar mate", confiesa.
Y entre risas se acuerda de una graciosa anécdota: "La primera vez que tomé mate, me lo dan y lo tomo, como siempre fui educado, dije gracias. Me quedé esperando un rato largo a que volvieran a darme otro, hasta que una persona me preguntó si quería seguir tomando y le dije que sí. Ahí me explicaron que, a la hora del mate, decir gracias era una forma de expresar que no quería más".
Sin embargo, "hay cosas a las que no me pude acostumbrar, como la bagna cauda", afirma.
Eso sí, "¡soy un profesional del asado!. Los primeros parecían una zapatilla, hasta que le agarré la mano. Me salían feos al principio. Con el tiempo me especialicé, me gusta mucho".
Cada 4 se septiembre, José celebrará. Es su día y el de todos los inmigrantes, desde que Domingo Perón estableció la fecha en el '49.