Espacios públicos vandalizados
El desafecto por los bienes y la comunidad se traduce en daños, algunos muy grandes, cometidos por grupos de personas que no parecen tener sentido de lo que significa el bien común.
Un nuevo acto de vandalismo se cometió
semanas atrás en la ciudad. Por sus características sobresale entre los casos
que a diario se registran en esta suerte de atentados al patrimonio urbano.
Aproximadamente 14 de las 36 luminarias colocadas para iluminar un tramo de la
avenida Güemes fueron destrozadas, lo que obligó a su reposición por parte del
municipio con los costos que para todos los vecinos esto genera.
La avenida Güemes ha cobrado cada vez más importancia en el esquema urbanístico de San Francisco. Tal como se publicó, comunica barrios como Los Palmares, El Prado y San Cayetano y su iluminación -entre la avenida Primeros Colonizadores y calle Tomasa Sosa- resulta muy necesaria para una mejor visibilidad durante la noche y además para evitar situaciones de inseguridad.
Sin embargo, la acción de sujetos desconocidos terminó por postergar la posibilidad de que la arteria cuente con la luz necesaria para que el tránsito sea adecuado en el horario nocturno. Y lo sucedido se añade a una larga lista de ataques al patrimonio común de la ciudad, protagonizados por individuos que lejos están de ser capaces de vivir en comunidad y de respetar valores que debieran regir esa convivencia.
El vandalismo es un fenómeno habitual en todos los centros urbanos del país y también de muchas otras geografías del planeta. El desafecto por los bienes y la comunidad se traduce en daños, algunos muy grandes, cometidos por grupos de personas que no parecen tener sentido de lo que significa el bien común. Al mismo tiempo, algunas visiones lo toman como un síntoma de descontento social frente a problemas de exclusión o marginación, así como de rechazo al sistema desde posiciones ideológicas extremas.
Esto último no parece ser en San Francisco el motivo central de los daños a luminarias, monumentos u otros elementos del patrimonio urbanístico. Por el contrario, asoman aquí quizás dos aspectos del vandalismo que podrían explicar -si es posible hacerlo- estos sucesos. Por un lado el costado lúdico de estas acciones. Es decir, la agresión se verifica en medio de una competición que no es sana por cierto. Por el otro, podría adjudicarse a posiciones nihilistas, cargadas de frustración. En ambos casos, el deterioro sociocultural asoma como razón primera.
En este marco, el secretario de Infraestructura municipal dijo a este diario que en este tema "el ciudadano tiene una conducta muy dual en el sentido que por un lado reclama y exige y por el otro lo destruye, es un doble juego que no se entiende. Lejos de cuidar lo que es suyo, lo rompe sistemáticamente". La queja es lógica. Pero generaliza. No se trata de todos los vecinos, sino de grupos que necesariamente deben ser identificados y denunciados.
En definitiva, el triste fenómeno del vandalismo continúa entre nosotros sin que podamos encontrarle antídotos. No habrá, ciertamente, modificaciones drásticas, sino que llevarán mucho tiempo, porque, coincidiendo con el citado funcionario municipal, "es un llamado de atención en lo que hace a nuestra convivencia, tenemos que mejorarla y la obligación de cuidar el espacio público. Es importante la concientización desde el hogar, en los centros vecinales, que la gente tome conciencia y que cuide lo que es suyo, a su ciudad, que entienda cuál es la razón de ser del espacio público".