El último viaje del General
Habiendo dejado el Ejército del Norte y sin un peso en el bolsillo Manuel Belgrano hace su último viaje para morir en su casa paterna. Ayudado por amigos escribe las últimas páginas de su gloriosa vida, y así lo retrata el libro “Belgrano: a corazón abierto” de Esteban Dómina.
Por Ivana Acosta | LVSJ
El hecho de que se hayan cumplido 200 años de la muerte del General Manuel Belgrano y 250 de su nacimiento motiva a revisar en la literatura argentina distintos aspectos de su vida. En "Belgrano: a corazón abierto", el escritor Esteban Domina se dedicó a reconstruir el último viaje que realizó antes de morir.
El libro está pensado como una historia dentro de otra donde el lector se traslada a aquel lejano 1820 con un Belgrano desgastado y muy enfermo que enfrenta muchas peripecias y atraviesa zozobras económicas para llegar a Buenos Aires.
Ese es el contexto en el que situó a este prócer al que se lo puede conocer profundamente mediante los recuerdos y las circunstancias que atravesó en ese último tramo de su vida.
La inquietud de Dómina, escritor nacido en Las Varillas, pero adoptado por la ciudad de Córdoba, comenzó cuando comenzó a planificar cuál podría ser su nueva obra para el presente año. En ese entonces decidió que siendo el 2020 el año belgraniano debía dedicarse a contar algo más, por fuera de lo que dicen los manuales, de su vida.
Otra de sus motivaciones fueron los sentimientos que le despierta el prócer al leer las múltiples obras que se le han dedicado a lo largo de la historia: "Tengo una gran admiración por Belgrano, empecé con un estado de admiración a escribir el libro, pero cuando cerré y lo terminé fue en un estado de idolatría. Descubrí cosas en la exploración que no paraban de sorprenderme, por cómo era y me conmovió profundamente".
Al terminar el libro la admiración afloraba en sus pensamientos y eso lo llevó a reflexionar que en el contexto actual de la Argentina su figura tiene una relevancia mayor. Pensemos que el General fue alguien que luchó para evitar que el país que afloraba en aquel entonces pudiera seguir su camino hacia la reafirmación como Estado, libre del poder extranjero.
Cuento ese viaje de un Belgrano donde a medida que pasa las postas evoca cada etapa de su vida. Tiene un fuerte sesgo personal donde lo coloco en sus últimos días
El viaje
También fue una persona que abogaba por la unión nacional y que, al igual que José de San Martín lucharon para garantizar la libertad nacional. Por esa tenacidad fue elegido para liderar el Ejército del Norte y fue su cabecera entre 1816 hasta 1820.
Dómina entonces retoma ese momento de la vida de Belgrano cuando él ya se retira del Ejército del Norte, comienzos de 1820, y en San Miguel de Tucumán. "Ahí emprende su viaje a esperar la muerte porque vuelve a Buenos Aires a la casa paterna sabiendo que sus días tocaban a fin".
El escritor detalló que en esa última odisea estuvo acompañado por su médico personal, el confesor - porque era un hombre muy católico - y los edecanes que lo ayudaban en el carruaje. A su cargo estaba la tarea de trasladarlo en hombros porque le era imposible caminar y lo trasladan en hombros porque él no podía caminar fruto de la hidropesía que le deformó las piernas por la inflamación.
"Fue un viaje de dos meses por un camino de postas. Yo cuento ese viaje de un Belgrano donde a medida que pasa las postas evoca cada etapa de su vida. Tiene un fuerte sesgo personal donde lo coloco en sus últimos días - puntualizó el escritor -. Ahí él ya había dejado el Ejército del Norte que no peleaba con los realistas, sino que estaba involucrado en el conflicto interno porque el Directorio (gobierno de ese entonces) lo había enviado para reprimir las montoneras del litoral".
Su última fase como militar, "cerró una etapa muy dolorosa por su pensamiento y por su salud" cuando cambiaron las circunstancias en el frente de lucha para el Ejército del Norte. Su última campaña, de hecho, fue en Córdoba.
"Muy a su pesar la dirigió. Yo creo que esta situación de verse involucrado en el conflicto interno le aceleró la muerte porque él como San Martín repudiaban el enfrentamiento entre paisanos cuando la lucha con los realistas no había terminado", relató Dómina sobre esos hechos.
Final del viaje
Llegar a Buenos Aires no fue fácil, su deseo era más grande que el dinero que poseía para hacer todo el recorrido. "Estaba sumido en la pobreza, aunque venía de una familia de riqueza, le debían sueldos y no tenía dinero para financiar el último viaje".
Reiteró a lo largo del camino el pedido al gobierno para que le paguen lo debido, pero le respondieron que "había otras prioridades". Ahí entonces aparecieron sus amigos que lo apoyaron económicamente.
Uno de ellos fue José Celedonio Babín que le hace un préstamo, o financiamiento encubierto porque Belgrano no estaba en condiciones económicas para devolverlo. Con ese dinero llegó a Córdoba.
El último tramo lo hizo con el aporte de Carlos del Signo (otro amigo) con lo cual llegó a Buenos Aires. le da para llegar a Buenos Aires.
"Él (por Belgrano) deja en el camino todo lo que le podría haber dado una vida satisfactoria a un hombre de buena familia, que hablaba varios idiomas y educado. Eso habla del patriotismo y de su entrega".
Merecen ser reconocidos por lo que hicieron, pero sin ignorar otros aspectos de su vida
Memoria
La memoria de Manuel Belgrano revivida en este libro de Dómina no deja afuera la historia personal de este prócer. Vivió 50 años y tuvo dos hijos a los que no desconoció y de quienes se encargó que ante su falta tuvieran una buena vida.
"A Manuela Mónica del Corazón de Jesús alcanza a conocerla cuando era un bebé y encarga a su familia - los hermanos - la crianza ya que a la mamá (como mandaba la época) la habían casado ya con otra persona", contó el escritor.
Su otro descendiente fue Pedro Pablo Rosas que nace en 1813 de una relación con María Josefa Ezcurra y es adoptado por juan Manuel de Rosas y su esposa Encarnación (las mujeres eran hermanas).
Lo criaron como un hijo y "varios años después de su muerte, Rosas le cuenta quien fue su padre y por ese gran orgullo pasó a firmar Pedro Rosas y Belgrano". Con el tiempo incluso "estableció una relación cercana con su hermana que hasta entonces no se conocían".
Dómina no dejó afuera estos detalles porque denotan "la faz humana poco conocida de Belgrano" y de cualquier otro prócer: "Son aspectos que en la literatura tradicional se ocultaban, se silenciaban. En realidad, conocerlos los acerca como personas, como mortales ya que no eran todo virtud. Merecen ser reconocidos por lo que hicieron, pero sin ignorar otros aspectos de su vida".