El hombre de los copos de azúcar no se rinde
Asegura que los sanfrancisqueños son dulceros, porque es la ciudad donde más vendió la golosina. Aunque la pandemia lo retiró de la Plaza Cívica, los chicos lo siguen buscando y su casa se convirtió en el nuevo puesto de ventas.
Stefanía Musso | LVSJ
"Hola, ¿esta es la casa del hombre de los copos de azúcar?", se escucha a través de la ventanita del garaje de Mitre al 600, en barrio Roca. "Sí, ¿cuántos necesitás?, responde la voz de Moira, la esposa del señor de los copos de azúcar.
En ese lugar se siente un aroma dulce exquisito y el sonido de una máquina que no deja de producir algodón de azúcar celeste para luego pasar a los rosados. Ahí está Omar, de 60 años, elaborando los copos de azúcar que vende en su casa y otro tanto, en las calles, tomando todos los recaudos sanitarios.
Esta es su nueva realidad. No está más detenido con el caño y la máquina en la Plaza Cívica por la pandemia y por eso camina durante tres horas por el centro de la ciudad, aunque trabajar en su casa le permite recuperar algunos ingresos.
Su hogar es una especie de paraíso azucarado. "Vendo muchos acá porque la gente ve el cartelito en el poste de luz frente a casa que dice `Copos de azúcar´. Ellos paran y piden", contó Omar Luque a LA VOZ DE SAN JUSTO.
El movimiento de clientes es importante y siempre tiene que haber elaborados en casa, "sino los niños se largan a llorar y no queremos eso", aseguró bromista.
Muchas veces los copos están exhibidos en la vereda y nunca se los robaron, salvo la vieja batería que sostenía el caño. "Parece raro pero no se los llevan. Preguntan y compran".
Para Omar, los primeros días de la cuarentena fueron muy duros. "No podía salir a trabajar y de los 100 que vendía por fin de semana, pasé a tener cero ingresos pero con el cartelito, empecé a vender unos 10 o 15 por día y eso me salvaba".
"Fue difícil sobrevivir pero tuve la suerte de cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y con eso pudimos pagar impuestos y gastos que teníamos como familia", contó el vendedor callejero.
En barrio Roca, los copos de azúcar de Omar esperan por los niños.
El secreto
Parece algo sencillo, pero no lo es. Cuando Omar enciende la máquina de hacer algodón de azúcar, la pone a temperatura 7, la ideal para que la materia prima no se convierta en caramelo y no se desperdicie.
Antes de ese momento en que Omar no puede distraerse porque debe girar el palillo de mara constantemente para formar el copo, prepara el azúcar que compra directamente en Tucumán con el colorante rosa o celeste. Son segundos y hay que estar atento, si no se arruina la elaboración. Termina el copo y embolsa de inmediato.
Los copos son exquisitos hasta terminar y su sabor se conserva gracias a que los palitos son de álamo blanco que Omar compra exclusivamente y hace cortar a medida con terminaciones al final, porque no trasmite ningún sabor. Perfecto para comer hasta el último bocado. "Hay quienes lo hacen con otra madera, pero tienen un sabor que se mezcla con el azúcar y deja de ser rico", aseguró el experto.
"El verdadero secreto está en la máquina y en los productos que uses, pero también es un misterio que pongas azúcar en la turbina del medio y que por unos huequitos salga espuma".
"Tengo 60 años, toda la vida hice esto y aunque sé hacer otras cosas, esto es lo mío".
Treinta años de dulzura
Omar comenzó a elaborar copos cuando tenía 30 años frente a la calesita de la Plaza Cívica, gracias a una mujer que le propuso el trabajo luego de que falleciera su esposo. "Me preguntó si estaba sin trabajo porque necesitaba que un hombre la ayudara en las fiestas patronales o eventos a elaborar copos de azúcar. Ella quería que sea una especie de remisero", recordó entre risas Omar.
Después él armó su propia máquina pero hace poco, compró la nueva a Titi Camoletto, la dueña de los juegos de la plaza Cívica.
En noviembre Omar sufrió un ACV pero a pudo salir adelante para mantener a su familia. "Tengo 60 años, toda la vida hice esto y aunque sé hacer otras cosas, esto es lo mío. Viví en muchos lugares pero San Francisco es donde más vendí. Se ve que son dulceros", concluyó Omar.