El flagelo de la droga y el testimonio de quienes luchan para acabar con la adicción
LA VOZ DE SAN JUSTO estuvo en la Asociación Nazareth, que se encarga de dar asistencia integral a adictos a las drogas. Este es el testimonio de tres pacientes que narraron su lucha y su experiencia.
Por Juamps Lídiam
La Asociación Nazareth sigue trabajando con el fin de brindar asistencia integral a adictos a las drogas, cuyo número va en aumento puesto que se trata de una problemática en la que se encuentran implicados diversos estratos sociales.
Tres pacientes brindaron sus testimonios y se refirieron a diversos temas. "No porque seamos drogadictos somos malas personas. Todos tenemos errores en la vida; atrás de la droga está el problema de la sociedad, que te margina", comenta una de las voces.
Con el fin de respetar la privacidad de quienes brindaron testimonio se procede (para comodidad del relato) a la utilización de nombres ficticios.
Álvaro tiene 18 años y proviene de Frontera. "Llevo tres meses con el tratamiento", dice. Su relación con la droga comenzó a los trece años. "Uno empieza por las juntas, en el barrio en donde vivo estaban todos con eso. Y pensé que iba a poder salir solo pero no".
Muchos de los que eran sus amigos, señala Álvaro, siguen estando en esa condición, "se siguen drogando, si trabajan se pagan la droga y si no salen a robar, a delinquir. De alguna forma consiguen la plata".
"Hasta que mi cuerpo no temblaba no encontraba la noche"
De barrio San Martín proviene Federico, quien se encuentra en la etapa número dos del tratamiento. Hoy tiene 33 años y comenzó a consumir cocaína desde los 11.
"Uno cree que hay problemas en la vida que no tienen solución y te aferrás a una mentira que para vos es una ilusión. Te da igual seguir viviendo o no, mi vida no era vida, no llevaba día sin consumir. Hasta que mi cuerpo no temblaba no encontraba la noche, no encontraba el momento para descansar".
Mientras habla, sus ojos brillan por un lagrimeo que no termina de ser tal. "Una vez me desperté y me encontré encerrado entre las rejas. Y me dije '¿por qué estoy acá si yo no tengo que estar acá?'. Ese día dije basta, voy a buscar ayuda. Desde chico pensé que a la droga la manejaba yo pero ella me manejaba a mí".
"No volvía a mi casa -prosigue- me mentía a mí mismo y a mi familia. Cuando vos te metés en la droga no te metés vos solo, metés a la familia. Tus padres, tu mujer, tus hijos están metidos en esas paredes".
Asimismo, Federico se extiende: "Si hay algo que puede hacer la gente es no negar la ayuda. No porque seamos drogadictos somos malas personas. Todos tenemos errores en la vida; atrás de la droga está el problema de la sociedad, que te margina. Y si no hay una puerta que se te abre en lo único que piensa uno es en drogarse, la droga te come la cabeza".
Afortunadamente la vida de Federico hoy es distinta. "El tratamiento me cambió la vida, vine solo a hacerme tratar y llevo un año y cinco meses sin consumo. Voy en el día a día, cuando me voy a acostar pienso que si hoy pude mañana voy a poder. Todo lo que fui perdiendo lo estoy recuperando, como la confianza de mi esposa, mis hijos, mis hermanos y mis padres".
En la segunda etapa de tratamiento se encuentra Nazareno, de 31 años. "Todo empezó a los 10 años cuando murió mi mamá, tuve un padre alcohólico. Empecé a andar en la calle y a conocer la peor gente. No paré hasta hace siete meses atrás cuando toqué fondo y mi señora se fue. Me quedé tres meses en un departamento y bajé treinta kilos. Consumía todos los días y no comía".
"Me drogaba con todo, cocaína, marihuana y paco... eso que le dicen el pipazo es lo peor, dos años consumí eso y me terminó de dar vuelta la cabeza. Gracias a Dios tengo una madrina que vale oro, que me veía mal y me sacó un turno en Nazareth", relata.
Cuando llegó por primera vez a Nazareth, Nazareno optó por internarse. "Estuve siete meses y hace dos semanas que volví con el alta y ahora vengo por las tardes. Mi hermano que no me hablaba porque le robé ahora me habla, recuperé mi hija, estoy muy contento".
"Si no hay droga no hay trabajo para nadie"
Según aducen Álvaro, Federico y Nazareno, en la policía suelen conocer el accionar del narcotráfico. "Está todo pagado, es todo una torta; si no hay droga no hay trabajo para nadie", dice Álvaro.
Y Nazareno aporta: "Mi mamá le preguntó una vez a un policía por qué no hacían nada para detener a los que venden y el policía le dijo 'esto viene de arriba, todos los que están arriba de nosotros saben qué pasa y conocen a los que venden y no podemos hacer nada'".
Ayudar desde la experiencia
Hernán tiene 33 años y, aunque ya no es paciente, asiste a Nazareth para ayudar, para brindar su experiencia. Sin embargo, aclara: "Peleo todos los días contra la enfermedad. No es que ya está. Hay que seguir".
Siete son los años de abstinencia que lleva. Completó los poco más de cuatro años del tratamiento y siguió vinculado a la institución. "Estuve un año como voluntario, después comencé a venir todos los días, porque me gustaba, y ahora vengo cada vez que puedo".
Cuando se le pregunta por su tarea, dice: "Soy operador, trato de guiar a los chicos, sacarle dudas, enseñar desde la experiencia cómo resolví yo algún problema".
Hernán lo recuerda, comenzó a drogarse a los quince años, con cocaína y marihuana. "Son las juntas y la necesidad de experimentar lo que te lleva a eso. Y la falta de autoestima, 'todos lo hacen, yo también lo hago', y te quedas pegado.
Y acá (en la entidad) te encontrás con que se puede vivir de otra forma. Enfrentar la vida con más autoestima y con la posibilidad de -llegado el caso- decir que no".
Muchas son las personas que vio pasar Adrián desde que se encuentra ligado a Nazareth y afirma que "los primeros dos meses son bastante bravos, algunos necesitan medicación para poder dormir, porque las alucinaciones siguen pasando.
Pero acá se encuentran con gente que está como ellos, peleando por lo mismo".
El ingreso de pacientes aumentó
Susana Aimar es la directora de Asociación Nazaret, la misma señala que la demanda crece a fines de diciembre y principios de enero por los excesos de las fiestas. Lo mismo ocurre en esta etapa del año. "Después del verano empieza una etapa más vulnerable en las personas y recaen".
Por otro lado, Susana sostiene que actualmente se aprecia "un mayor daño por las drogas, por los tipos de drogas que se usan, y llegan más jóvenes a la etapa de recuperación. Con el pipazo el daño es notable, fuman restos de cocaína que mezclan con esponjitas y bicarbonato... lo que sucede es que dura muy poco el efecto y tienen que estar constantemente sumando dosis".
Otro de los puntos resaltados por la directora es el ingreso de mujeres, que es mayor que antaño y, por lo general, "van directo a internación, vienen muy deterioradas, sobre todo jóvenes y adolescentes. Muchas ya tienen conflicto con la ley y son madres adolescentes".
Para reflexionar son las palabras que vale retomar de Álvaro."Si no hay droga no hay trabajo para nadie". Y mientras se encarcele a consumidores y se le dé vía libre a los grandes narcotraficantes el problema seguirá. Y seguirá.