El estado de las veredas
En algunos sectores de la ciudad, caminar por las veredas se transforma en una aventura digna de relatos de acción. Hace falta mayor conciencia sobre la importancia que reviste el estado de éstas para la correcta circulación de los peatones, para su seguridad y también para la estética urbana.
En algunos
sectores de la ciudad, caminar por las veredas se transforma en una aventura
digna de relatos de acción. Su estado deja mucho que desear y está a la vista
de todos los habitantes de la ciudad. En este marco, son varios los reclamos
vecinales que apuntan a un mayor ordenamiento y control acerca de las tareas de
manutención de las aceras en todo el ejido urbano.
El problema de caminar por veredas rotas y dañadas de manera considerable es evidente. Una ciudad que pretende ser moderna no puede de ninguna manera aceptar que algunos tramos de los sitios que deben atravesar los peatones estén tan deteriorados en algunos casos o faltos de higiene, en otros. Es un asunto de interés público que no sólo involucra al municipio sino que también es responsabilidad de cada uno de los frentistas.
No es la primera ocasión esta columna se refiere al tema. Desde hace años se advierte un sistemático retroceso en el estado de conservación de muchas veredas, tanto en el centro como en los barrios. Es verdad que en la zona céntrica más comercial se hizo un esfuerzo importante para unificar las sendas y lucen de manera correcta. Pero en este mismo sector, deja mucho que desear el estado de algunos sectores del Centro Cívico, con roturas evidentes, baldosas diseminadas y desniveles marcados producto de raíces o de algunos pozos.
Pero no solo se trata, dijimos, de la responsabilidad municipal. En muchos sitios particulares las veredas sufren los mismos problemas. O, mejor, quienes los padecen son los que deben necesariamente transitar a pie por allí. Describir el panorama es sencillo. Por ejemplo, baldosas flojas que son una invitación a lesiones óseas o musculares, obstáculos casi perpetuos en obras de construcción como escombros, arenas, carteles mal ubicados que incluso violan las normas vigentes, roturas producto de obras públicas que nunca fueron arregladas. Es más, algunos vecinos ni siquiera se molestan en barrer el frente de sus viviendas.
No puede admitirse que la anarquía se apodere de los espacios públicos ciudadanos. La tarea municipal es la de establecer un orden lógico para que las veredas luzcan como corresponde en todos los ámbitos de San Francisco. Y la de los frentistas es cumplir con las ordenanzas que regulan el modo cómo deben conservarse las aceras. Hace falta entonces mayor conciencia sobre la importancia que reviste el estado de las veredas para la correcta circulación de los peatones, para su seguridad y también para la estética urbana. Se impone, por lo tanto, un cambio de rumbo en la materia con la puesta en marcha de iniciativas que contemplen el problema de manera integral.